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En busca del José Asunción Silva diplomático

Contar la historia de Silva es también relatar el final del Siglo XIX en Colombia, en medio de profundos debates sobre ideas y política, complots y guerras, y versos y libros que llegaban tarde a un país lejano del resto del mundo.

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Fernando Posada
Fernando Posada | Foto: El País

20 de oct de 2025, 12:47 a. m.

Actualizado el 20 de oct de 2025, 12:47 a. m.

He estado dedicado a leer los copiadores de la correspondencia de la Legación de Colombia en Caracas entre 1894 y 1895, luego de buscarlos durante largos meses en los archivos de distintas entidades del gobierno colombiano. Desde un principio había asumido que, de existir esos documentos históricos, entre sus olvidadas páginas de tintas borrosas y sus folios consumidos por el paso del tiempo, podrían aparecer las pistas hasta ahora perdidas del paso de José Asunción Silva como diplomático colombiano.

Cada hallazgo llena más los vacíos que hasta hoy existen sobre la vida del más importante poeta de nuestro país y primer colombiano universal. Luego de una dura quiebra familiar y después de perder a su padre y a su hermana Elvira en pocos meses, José Asunción Silva pasaba por la época más difícil de su vida. Con sus negocios consumidos por la ruina y ante el deber de proteger a su madre y a su hermana menor, Silva se quedaba sin opciones para construir una vida próspera. En medio de los días turbulentos que sacudían al poeta y a su patria, en mayo de 1894 el presidente Miguel Antonio Caro lo nombró secretario de la Legación de Colombia en Caracas. Sin duda era mucho lo que el joven intelectual podía aportar a la diplomacia del país desde su amplia cultura, su dominio de varios idiomas y desde el carisma del que sus amigos hablaron por décadas después de su muerte.

En septiembre de ese año, Silva llegó a Caracas y rápidamente se vio fascinado por la actividad cultural y el desarrollo de la ciudad. Sus días allá fueron, según él contaba en las ya conocidas cartas a su madre, de agitada vida social y mucho trabajo. Revisar los documentos que reposan en los archivos de la nación del Silva diplomático permite conocer su itinerario entre delegaciones civiles y militares en respuesta a la Guerra de 1895 y acuerdos con las autoridades venezolanas para que patrullaran la zona fronteriza ante los últimos golpes de los liberales insurgentes que se organizaban ahí. Fue también en Caracas donde en su escaso tiempo libre encontró inspiración para escribir algunas de sus novelas y versos que se hundieron en el naufragio del vapor que lo traía de vuelta a Colombia en enero de 1895. La vida solo le alcanzó para reconstruir ‘El libro de versos’ y la novela ‘De sobremesa’.

Encontrar la correspondencia del año en que Silva trabajó como diplomático en Venezuela permite elaborar una línea de tiempo sobre uno de los periodos menos conocidos de su vida y saber, a su vez, cuáles fueron las tareas burocráticas que ocuparon su tiempo. Estos documentos también dibujan un lado distinto suyo, pues no son las cartas de un poeta a sus amigos o a su familia, sino las de un funcionario diplomático que cumplía con sus deberes y oficios cotidianos.

En el proceso de poder contar una nueva historia sobre José Asunción Silva, el poeta de Colombia, llevó más de un año dedicado de lleno a buscar en los más diversos archivos cualquier pista o documento inédito sobre su fugaz, pero imborrable paso por la vida. Contar la historia de Silva es también relatar el final del Siglo XIX en Colombia, en medio de profundos debates sobre ideas y política, complots y guerras, y versos y libros que llegaban tarde a un país lejano del resto del mundo.

A finales de 1895, el presidente Caro ascendió a José Asunción, nombrándolo en el cargo de cónsul general en Guatemala. Sin embargo, su quiebra y la necesidad de encontrar nuevos negocios capaces de devolverle la tranquilidad perdida no permitieron que llegara a ese cargo. Fue ahí que decidió emprender su último proyecto comercial, inspirado en las baldosas de piedra sintética que había visto en Caracas: una fábrica de baldosines que se llamaría Ferrara y que no alcanzó a terminar de establecer. A los seis meses murió en Bogotá y nació su leyenda.

Y aquí estoy, 130 años después, en busca de nuevas pistas sobre su vida y su obra, en un proyecto que espero que pronto puedan leer.

Politólogo de la Universidad de los Andes con maestría en Política Latinoamericana de University College London. Es analista político para varias publicaciones nacionales e internacionales, y consultor en temas de política pública, paz y sostenibilidad.

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