Columnistas
Anthony Sampson
Cuando lo supimos, me acerqué a él y descubrí en su rostro una sonrisa sardónica. La sonrisa de quien sabe que han estado hablando de él a sus espaldas.
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24 de oct de 2025, 01:56 a. m.
Actualizado el 24 de oct de 2025, 01:56 a. m.
Si los caminos del señor son inescrutables, los del inconsciente lo son aún más. ¿La prueba? El sueño que tuve un par de noches después de recibir la Rodrigo Laurens, la triste noticia de la muerte de Anthony Sampson, profesor jubilado de la Universidad del Valle.
En el sueño yo estaba en una cafetería con alguien que ahora no consigo identificar. Podría ser una mujer, podría ser Anita Korman, sino lo sé. El hecho es que hablábamos de Sampson sin saber que él estaba sentado en una mesa detrás nuestro. Cuando lo supimos, me acerqué a él y descubrí en su rostro una sonrisa sardónica. La sonrisa de quien sabe que han estado hablando de él a sus espaldas. Hablamos un rato y cuando se levantó y se alejó caminando descubrí que estaba completamente descalzo. Un dato absolutamente incongruente con el hecho de que iba completamente vestido, con traje y corbata, y cubierto con una gabardina de color beige. A lo Humphrey Bogart. Y me sorprendió todavía más que tuviera muy sucios sus pies desnudos.
El sueño termino abruptamente y yo me dije que tenía que recordarlo y escribirlo antes de que terminara olvidándolo. Como suelo olvidar la mayoría de los sueños, desde aquella vez que olvidé en el antiguo Café de los Turcos el manuscrito donde los había escrito por años.
Quizás nunca sabré el significado de este encuentro onírico con un Sampson con los pies descalzos. En cambio si sé que ha sido una manera muy eficaz de recordar que él ingresó por primera vez en la Universidad del Valle, cuando yo pedí a la decanatura de la Facultad de Arquitectura de entonces que lo contrataran como asesor del equipo que formé con Hugo García, para elaborar nuestra tesis de grado. La que, cuando terminamos, la Biblioteca central de Univalle publicó bajo el título Del espacio arquitectónico a la arquitectura como mercancía.
Le había conocido a Sampson, unos años antes, en el olvidado Café Niza, donde él se incorporó con toda naturalidad a las tertulias de las que yo formaba parte, junto con Umberto Valverde, Ramiro Madrid, Óscar Collazos, Max Rey y Armado Romero. Creo que se nos unió porque era, como nosotros, un apasionado de la literatura, que nos aventaba porque leía en inglés a los escritores estadounidenses que admirábamos. La situación cambió cuando desembarcó en Cali Estanislao Zuleta y nos contagió a todos la ‘peste’ del psicoanálisis. Fue por esta razón que le pedí que fuera nuestro asesor de tesis.

Historiador y crítico de arte. Profesor de la Unviersidad Europea de Madrid y corresponsal de la revista ArtNexus en España. Es columnista del diario El Pais de Cali desde 1994.
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