Columnistas
Guerra sin fin
No es un sentimiento superficial. Es una convicción enseñada desde la infancia y reforzada cinco veces al día por los altavoces de las mezquitas.
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25 de oct de 2025, 12:38 a. m.
Actualizado el 25 de oct de 2025, 12:38 a. m.
Tuve el privilegio de vivir cuatro años en el mundo árabe y conocer de cerca su cultura. Mi trabajo me permitió interactuar con cientos de personas de todas las condiciones: desde príncipes billonarios en jet privado hasta beduinos en lomo de camello; desde damas asustadas y sometidas hasta mujeres rebeldes y visionarias. Tuve amigos y colegas sirios, libaneses, palestinos, egipcios, kuwaitíes, saudíes, emiratíes, bahreiníes, yemenitas, omaníes y cataríes. Muchos educados en Europa o Estados Unidos, cultos, equilibrados, con vidas normales y posiciones políticas diversas. Pero todos, sin excepción, compartían un punto de unión: el odio a los judíos. No es un sentimiento superficial. Es una convicción enseñada desde la infancia y reforzada cinco veces al día por los altavoces de las mezquitas. La peregrinación a La Meca, en teoría un acto de fe y reconciliación, se convierte en una inmersión en discursos de odio que justifican la violencia como deber religioso. El resultado está a la vista: nueve grandes guerras, dos intifadas, incontables operaciones militares, atentados suicidas, ataques con cohetes e invasiones. El propósito declarado de grupos como Hamás es la desaparición del Estado de Israel, una meta que comparten millones con distintos grados de fanatismo. Para la mayoría del mundo musulmán, Israel es una afrenta impuesta por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial.
Del otro lado, los judíos permanecen firmes en su derecho a ocupar lo que consideran su tierra ancestral. Han construido una sociedad próspera, una democracia sólida, una sociedad basada en principios y una fuerza militar que les ha permitido sobrevivir rodeados de enemigos.
El ataque de Hamás el 7 de octubre fue de una sevicia y crueldad horrenda. Seguido por ataques de Hezbolá en el norte, milicias en Siria e Irak, misiles desde Irán y hutíes atacando barcos: una coreografía de agresión, sincronizada y predecible. Israel se defiende con brutal eficacia, y el sufrimiento ocasionado a los palestinos es indescriptible lo que genera la condena fervorosa del mundo mediático. Un conflicto donde la violencia es el idioma común, no podrá terminar mientras la fábrica de fanatismo y rencor siga funcionando. El mismo proceso que aquí vivimos con la producción constante de un discurso que solo alimenta el ciclo interminable del odio.

Médico oftalmólogo, especialista en cirugía vitreoretinal. Docente universitario, fue gestor y director de la Clínica de Oftalmología de Cali y es reconocido como pionero en Colombia en cirugía de catarata con lentes intraoculares y en retinopexia neumática.
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