Columnistas
El tren bioceánico
Así surgió la idea de un tren bioceánico capaz de reducir a 10 días los 35 que gasta un barco en navegar desde el puerto de Santos, en São Paulo, hasta Shanghái.
El tren bioceánico es un proyecto que nació en 2013, en el curso de una reunión de Dilma Rousseff -entonces presidenta de Brasil- con Xi Jinping, el líder chino. Para entonces China ya era el principal socio comercial de Brasil y ambos países ya se situaban entre las doce primeras economías del mundo, por lo que los dos líderes hablaron de la necesidad de mejorar sustancialmente las rutas de transporte que los conectaban, con el fin de incrementar aún más los intercambios comerciales.
Así surgió la idea de un tren bioceánico capaz de reducir a 10 días los 35 que gasta un barco en navegar desde el puerto de Santos, en São Paulo, hasta Shanghái. Reducir esos tiempos era reducir los costos de las mercancías. La primera versión del mismo se planeó para unir al puerto brasileño con el Ilo en el Perú. El gobierno de Dilma Rousseff, contando con financiación china, se puso manos a la obra y presupuestó la ampliación su red ferroviaria -la más extensa del continente- con nuevos tramos que la unirían con la frontera amazónica del Perú.
Las crisis políticas que siguieron al derrocamiento - lawfare mediante - de la presidenta significaron la paralización del proyecto. Así estaba, hasta cuando el anuncio del inicio de operaciones en noviembre del mega puerto de Chancay -situado a medio centenar de kilómetros al norte de Lima- reavivó el interés en el tren bioceánico. Jorge Chian, vocero de la empresa peruana de gestión Capechi, ha declarado que un puerto del tamaño y las avanzadas prestaciones del de Chancay, comparables con las de los puertos de Manzanillo en México y de Los Ángeles en California, solo puede alcanzar su pleno rendimiento si se pone al servicio de suramericana y no exclusivamente del Perú. Algo que exige la conexión ferroviaria con Ecuador y con Chile y desde luego con Brasil.
Otros líderes empresariales peruanos se han manifestado en el mismo sentido. Como quizás recuerden mis lectores, mi pasada columna fue un elogio tan entusiasta de Medellín que rompí el compromiso de no revelar los nombres de los ganadores de un concurso internacional de arquitectura. Pero si incurrí en ese exceso es porque me desespera que Cali carezca de una auténtica clase dirigente como la paisa, capaz de plantearse y realizar proyectos estratégicos. Como lo son la conexión ferroviaria de Buenaventura con Barranquilla y con Puerto Asís, en el Caquetá. O sea, con el Caribe y con Brasil.