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Despotismo ‘ligero’

La segunda potencia económica del mundo, viejo imperio conocedor como nadie de juegos, mañas y artimañas, ripostó con la misma energía alcabalera demostrada por Trump.

José Félix Escobar
José Félix Escobar | Foto: El País

José Félix Escobar

14 de abr de 2025, 02:29 a. m.

Actualizado el 14 de abr de 2025, 02:29 a. m.

Hace carrera en el mundo una preocupante deformación de los sistemas democráticos: el público comienza a apoyar cierto grado de despotismo en los gobernantes. Para comenzar por el principio, basta con observar la popularidad de que aún goza el presidente Donald Trump en Estados Unidos, la mayor democracia del planeta.

La vida de Trump ha mostrado a un constante opositor a las reglas y las normas, y a un irreverente y desafiante contendor de las otras ramas del poder. Las empresas de Trump han ido seis veces a la Ley de Quiebras, pantano del cual el hoy presidente sale a los trompicones y con toda clase de tretas.

Cuando fue elegido por primera vez, los críticos dijeron que si Trump se hubiera limitado a administrar con prudencia la gran fortuna que heredó de su padre en 1999, Donald J sería mucho más rico. Pero el temperamento absolutista, imponente y pugnaz del personaje lo ha llevado a darse golpes por todo y con todo.

Ahora Trump escogió que el cuadrilátero adecuado para sus combates es el mundo entero. Con fundamento en ideas económicas que los más connotados expertos señalan de pueriles, el presidente de Estados Unidos resolvió establecer aranceles a diestra y siniestra. Supone la cabeza del ejecutivo norteamericano que las empresas volarán a establecer fábricas e instalaciones en Estados Unidos, pero no dice que se deslocalizaron para abaratar costos, en beneficio directo del consumidor.

La realidad muestra que todos los países se alarmaron con esta posición extorsiva, menos China. La segunda potencia económica del mundo, viejo imperio conocedor como nadie de juegos, mañas y artimañas, ripostó con la misma energía alcabalera demostrada por Trump.

La apuesta de Trump ha comenzado a ceder. Ya el presidente norteamericano anunció una tregua de 90 días para negociar con cada uno de los países afectados, buscando acuerdos con ellos. Dentro de un tiempo se podrá repetir la frase del príncipe de Lampedusa: “Que todo cambie para que nada cambie”.

El despotismo se nota también en el lenguaje utilizado. Trump afirmó que los países habían ‘estafado’ a los Estados Unidos, sobre todo los países ‘amigos’. Nada más alejado de la realidad. La política global de libertad de comercio fue estructurada durante décadas de común acuerdo, bajo la dirección de organismos multilaterales.

Personalidades como la de Donald Trump parecen incrustadas dentro de lo que los expertos conocen como ‘triada oscura’. Tienen la palabra Gloria H, Alberto Castro y demás conocedores del tema.

Nuestro presidente no se escapa. Resolvió ahora aceptar la presidencia del Celac, agrupación de mediana importancia que reúne a algunos países de Latinoamérica y del Caribe. Desde allí, como es de esperar, el Presidente de Colombia iluminará al mundo con su oratoria cósmica.

La verdad es que el tiempo ‘efectivo’ del Mandatario colombiano para resolver de modo ‘eficiente’ nuestros problemas disminuirá notablemente. Los indicadores económicos, sociales, jurídicos y legales muestran que Colombia es un país infra-gobernado.

* * *

Posdata. Del fallecido Jorge Bolaño recordaré siempre una anécdota que confirma la singularidad de nuestro Caribe. Recién llegado de Italia alguien le preguntó al famoso futbolista dónde estaba su equipaje. Bolaño emitió un monosílabo: “Tacatrá”. Traducción: “Está acá atrás”.

José Félix Escobar

Doctor en Jurisprudencia del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Abogado en ejercicio. Colaborador de EL PAÍS desde hace 15 años.

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