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Cónclave
El cónclave, un complejo proceso... que en la práctica está sometido a las intrigas y los cálculos de toda elección.

10 de may de 2025, 03:19 a. m.
Actualizado el 10 de may de 2025, 03:19 a. m.
Entre 1268 y 1273 hubo una reunión para elegir Papa que no se acababa nunca. Los habitantes de Viterbo encerraron a los cardenales a pan y agua, y terminaron por quitar el techo de la iglesia. Para evitar esas elecciones eternas Gregorio X promulgó en 1274 la bula Ubi periculum, en la cual determinó que los cardenales deberían ser recluidos en una estancia cerrada, sin habitaciones particulares, sin comunicación con el exterior y sometidos a una rigurosa dieta si se demoraban en elegir al Papa. O sea, bajo llave, Cum clave. Así nace el cónclave, un complejo proceso de elección con muchos cambios a través de los siglos, que se supone inspirado por el Espíritu Santo, pero que en la práctica está sometido a las intrigas y los cálculos de toda elección.
Desde que existe la separación entre la Iglesia del Estado, que por siglos fueron casi una misma cosa: poderes implacables, unificadores de la nacionalidad, la legitimidad y el control social, la elección de un Papa ya no interesa al poder político, aunque el Papa termine siempre metido en política, para bien o para mal. En nuestro tiempo aún se debate el papel de Pío XII frente a la Alemania Nazi, régimen que nunca condenó, a pesar de conocer el exterminio judío, al parecer para proteger a los católicos alemanes y porque consideraba al nazismo una barrera cristiana de contención contra el comunismo ateo soviético que se cernía sobre Europa. El papel de Juan Pablo II, el papa polaco, fue fundamental en el derrumbe de la Unión Soviética, hasta tal punto que a ella se le atribuye el intento de asesinato en la Plaza de San Pedro.
Pero en general, desde que en 1900, como consecuencia de la unificación de Italia bajo Víctor Manuel II, de la Casa de Saboya, se disolvieron los Estados Pontificios, que le daban al Papa un poder territorial real, su poder se volvió puramente espiritual. “Dónde están las divisiones del Papa”, preguntaba Stalin ante las injerencias papales en política. Hasta 1929, el Papa, sin territorio, se declaró prisionero del Vaticano y solo recuperó su independencia política cuando se firmó el concordato entre Pío XI y el gobierno italiano que creó el Estado de la Ciudad del Vaticano de 44 hectáreas, mediante el cual el Papa se convirtió en jefe de Estado. Tanto el concordato con Adolfo Hitler como con Benito Mussolini fueron firmados por Eugenio Paccelli, que luego sería Pío XII.
Los Estados Pontificios, que duraron más de mil años, de 756 a 1870, hicieron parte de todos los conflictos europeos. Durante todo ese tiempo, para muchos el Papa era un aliado de peso, aunque terminara siendo escogido de entre las familias papales romanas. El más poderoso instrumento en sus manos era la legitimación de los monarcas, cuyo poder venía de Dios y estaba en manos del Papa, su representante en la tierra. Napoleón I, que era un recién llegado, se llevó a Pío VII hasta Notre Dame para su coronación, aunque se coronó él mismo en su presencia.
Desde la Querella de las Investiduras entre el Papa y el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en los siglos XI y XII, sobre la supremacía del poder imperial sobre el eclesiástico, que ganó el Emperador, hasta la Reforma Protestante en el siglo XVI, que le quitó al Papa la mitad de sus fieles, del poder material del papado no ha ido quedando sino la pompa. Y el poder espiritual. El Papa Francisco se definía como una oveja más de su rebaño, casi nada. Ojalá ese legado de humildad lo asuma el nuevo pontífice.
Abogado especializado en Ciencias Socioeconómicas. Ha sido embajador de Colombia ante la Asamblea General de la ONU, Cónsul General de Colombia en el Reino Unido, Gerente Regional de la Caja Agraria y Secretario General de Anif y de la Universidad del Valle.