Columnista
Con las sandalias puestas
Falleció en la Casa Santa Marta, pues no quiso ocupar los aposentos vaticanos reservados a los papas.

1 de may de 2025, 03:16 a. m.
Actualizado el 1 de may de 2025, 03:16 a. m.
A pesar de que he tenido fallas en el cumplimiento estricto de dos de los mandamientos de la Ley de Dios, creo que he sido un católico con credenciales suficientes para enfrentar con éxito el juicio ante el augusto tribunal de la Eternidad. Para los malpensados, dejo en claro que jamás he deseado ‘la fruta del cercado ajeno’.
En la infancia asistía a la misa dominical con mi madrina Gertrudis Potes, en la iglesia del Parque Boyacá de Tuluá. En Bogotá, en el bachillerato, acudía a la misa en La Porciúncula, y luego en la universidad en la colonial iglesia de San Francisco. Ahora sintonizo el canal 117 de Directv, que todos los días a las 6:00 p.m. pasa la misa que ofician sacerdotes venezolanos y colombianos.
Uno de los compatriotas, generalmente los domingos, es el padre Carlos Yepes, un sacerdote antioqueño quien, a mi juicio, es uno de los más ilustres miembros de la curia nacional. He oído muchos sermones en mi vida, pero ninguno con mejor interpretación de los textos sagrados que este pastor de elegante figura, con timbre de voz perfecto y de una expresión corporal que capta la atención de los que lo escuchan y ven en ese canal de TV Familia.
Creo que el padre Yepes debe ser llevado a los más elevados cargos de nuestra Iglesia.
Pocas veces he sentido tanta emoción como la que llenó mi espíritu en marzo de 2013, cuando luego de salir el humo blanco que anunciaba ‘Habemus papam’, el mundo supo que el cardenal Jorge Mario Bergoglio, argentino, había sido elegido en el Cónclave para suceder al papa Benedicto XVI.
Bergoglio era el arzobispo de Buenos Aires en tiempos de la tenebrosa dictadura militar que dominó Argentina de 1976 a 1983, causando la muerte y desaparición de más de 30.000 argentinos, algunos de ellos lanzados vivos desde aviones militares al Río de la Plata. El prelado ayudó a escapar a muchos de sus compatriotas y por eso se granjeó el odio de Videla y sus secuaces. Tampoco tuvo la mejor relación con el ‘justicialismo’ de los sucesores de Perón.
En el solio papal, ya con el nombre de Francisco, inicia una verdadera transformación de la Iglesia. La volvió más cercana a los feligreses. No censuró a las parejas del mismo sexo, a las que permitió que fueran bendecidas por los sacerdotes. Dio importancia a la mujer, al punto de que una monja misionera ocupa un alto cargo en el Vaticano.
Convencido de la necesidad de proteger el ambiente, apoyó el tema del cambio climático. Impulsó las relaciones de Roma con otros credos cristianos, como el Ortodoxo ruso, y recorrió el mundo llevando su mensaje de paz. Colombia tuvo el privilegio de recibirlo en 2017 y todos recordamos su rostro sonriente en las ceremonias que presidió en Bogotá, Villavicencio, Medellín y Cartagena.
Falleció en la Casa Santa Marta, pues no quiso ocupar los aposentos vaticanos reservados a los papas. Allí murió el lunes 21 con las sandalias del pescador puestas, pues la víspera, Domingo de Resurrección, dio la bendición ‘Urbi et Orbi’ y luego hizo un recorrido en el papamóvil por la Plaza de San Pedro, desobedeciendo la orden médica que le instaba a permanecer recogido.
Horas después, sus pulmones no respondieron y murió en olor de santidad.
Musito una oración que contiene el hondo afecto que siento por este pontífice, que llegó “traído del fin del mundo”, como dijo cuando pronunció su primer discurso luego de su elección.
Abogado con 45 años de ejercicio profesional. Cargos: Alcalde de Tuluá, Senador y representante a la Cámara, Secretario de Gobierno y Secretario de Justicia del Valle. Director SAG del Valle. Columnista de El Pais desde 1977 hasta la fecha.