Columnistas
Coca al whisky
Si el argumento es que ‘el whisky es peor que la cocaína’, habría que calcular qué pasaría si, en vez de alcohol, la coca fuera legal y ampliamente consumida.

Ocuparse de las burradas y mentiras que salen de la Presidencia, se ha convertido en un ejercicio para expertos en esquizofrenia. Solo tiene sentido en la medida en que mentes ilustradas pretenden validar la imparable verborrea.
Una muestra reciente es la comparación de la coca con el whisky. En el mundo se producen 286.000 millones de litros de alcohol; 3600 millones de adultos lo consumen, hay 283 millones de alcohólicos con 2,6 millones de muertes anuales. Esto representa un 7 % de adicción, con un 2 % de irrecuperables y un 0,07 % de muertes. Ciertamente, esta droga legal tiene un panorama preocupante.
De coca se producen 2.757.000 kilos, es decir, 100.000 veces menos por peso y 50 veces menos por dosis. Hay 292 millones de usuarios, con una proyección de 58 millones de adictos y 500.000 muertes. La adicción atrapa al 20 %, con un 12 % de irrecuperables y un 0,2 % de muertes.
Si el argumento es que ‘el whisky es peor que la cocaína’, habría que calcular qué pasaría si, en vez de alcohol, la coca fuera legal y ampliamente consumida. Habría 720 millones de adictos (frente a los 283 millones del alcohol), 86 millones de zombis (contra 5,6 millones del alcohol) y 14 millones de muertes (contra 500.000 del alcohol).
La ligereza para difundir falsedades queda probada. Sus cifras son equivocadas, malinterpretadas y buscan desinformar, distorsionando datos para reforzar su manida lucha de clases. Por eso habla de whisky, propio de ricos y presidentes, contra la coca, que asocia con campesinos pobres. Omite mencionar que en Colombia, entre cerveza y aguardiente, se venden 11 billones, y el whisky representa el 4 % del mercado.
Todo químico, natural o de laboratorio, que altere el estado mental, tiene efectos negativos en el organismo. Todos pueden producir daños agudos por sobredosis y crónicos por adicción. Todos conducen al deterioro, la esclavitud o la muerte del consumidor.
El alcohol está integrado en la cultura de casi todos los pueblos, pese a sus efectos deletéreos sobre la salud. Legalizar y diseminar el uso de drogas solo generará más adicción, sufrimiento y muerte. Con el torpe argumento de la ‘guerra perdida’, habría que normalizar la enfermedad, el hambre y la pobreza, porque esas ‘guerras’ tampoco se ganan. Queda ilustrado el daño neuronal que se genera cuando se le agrega coca al whisky.
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