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Cabrini
Logró lo inalcanzable: orfanatos, hospitales, escuelas a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Fue la primera Santa de Estados Unidos.

Little Italy es en la actualidad uno de los sectores más visitados de Nueva York. Sus restaurantes, heladerías, almacenes, llenos de esa vitalidad y alegría de los italianos residentes, tuvo un pasado doloroso e infame hasta finales del Siglo XIX.
Este pasado vergonzoso lo descubrí hace pocos días con la película Cabrini, dirigida por Alejandro Monteverde y la fotografía de J. Eustace Wolfington, una verdadera obra de arte (se puede ver en Netflix).
Está basada en la vida de Francesca Cabrini, una lombarda pobre y audaz que funda una orden de misioneras para ayudar a los más necesitados del mundo. Su meta era China, pero el Papa de la época la convence de ir a Nueva York para ayudar a los inmigrantes italianos que eran despreciados y vivían peor que las ratas, por las alcantarillas de lo que fue en principio una laguna desecada del bajo Manhattan Collect Pond que abastecía de agua parte de la Isla, en sector llamado Five Points, habitado por maleantes, prostitutas, criminales y niños abandonados a su suerte.
Barrio famoso por sus plagas, enfermedades, epidemias, falta total de higiene. Un infierno maldito donde sobrevivían los más fuertes ante la indiferencia permanente de las autoridades civiles y eclesiásticas de Nueva York. El distinguido Upper East Side no se daba por enterado.
Los inmigrantes italianos eran los más perseguidos, llegaron en 1750 y los irlandeses, holandeses e ingleses de ‘pura raza’ los rechazaban por ‘oscuros y salvajes’. Hasta la llegada de Francesca Cabrini, quien acompañada de su pequeñísima comunidad, se dedicó a dignificar la vida de esos niños y sus familias contra viento y marea. Voluntad, coraje, fuerza, determinación, terquedad y una sorprendente habilidad comercial, no se doblegaba ante el machismo, el sexismo y el racismo de gobernantes y altos mandos.
Logró lo inalcanzable: orfanatos, hospitales, escuelas a lo largo y ancho de los Estados Unidos. Fue la primera Santa de Estados Unidos.
Una película basada en su vida, hermosa, dura, incómoda, que estremece el alma y muestra el trabajo de esas miles de mujeres misioneras del mundo, encarnadas en Francesca, tan olvidadas del mundo que jamás aparecen en los noticieros, pero que han logrado dejar huella para un mundo mejor, ese inmenso universo de los más olvidados.
Película para dedicar a Trump y a sus secuaces, pues los ‘legales’ están viviendo ese mismo infierno que vivieron los italianos, tratados peores que animales, porque ahora tiene más dignidad un perro o cualquier mascota que un hombre, mujer o niño ‘ilegal’. Pareciera que este reyezuelo de pacotilla que tiene temblando al mundo, se olvidó de que su familia llegó como inmigrante… una más.
En fin. Les sugiero verla, padecerla y gozarla, y no perder la fe y la esperanza de que siempre existirán seres compasivos, amorosos y valientes dentro de este mundo aterrador y corrupto en que vivimos.
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Posdata. A Pilar Caicedo Estela solo puedo decirle que con su partida prematura se nos fue un rayito de luz. Eternas en nuestros corazones, seguirán sus carcajadas llenas de vida, inteligencia y creatividad.
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