Columnistas
Al encuentro del Señor que viene
¿Qué significa el vigilar del cual habla el Evangelio? No es vivir conteniendo el aliento, pensando día y noche en la muerte. Es pensar en la vida y en cómo llenarla de contenidos
*Monseñor César Alcides Balbín Tamayo, obispo de Cartago
«Por tanto, velen, porque no saben el día ni la hora». (Mt 25, 13)
Nos estamos aproximando al final del año litúrgico, que no concuerda con el año civil. Este concluye el 31 de diciembre, en cambio, el año litúrgico concluye el domingo 34 del tiempo ordinario.
En este domingo la palabra de Dios nos invita a dirigir la mirada de la fe hacia el final de nuestro tránsito por el mundo. Es una mirada escatológica, que quiere decir mirar hacia nuestro destino último, por todos desconocido, pues no sabemos el día ni la hora.
Con la parábola de las diez jóvenes que van al encuentro del esposo, el Señor nos quiere poner sobre aviso a sus discípulos, para que aquel día no nos tome por sorpresa, sino activos en la espera.
La vida del cristiano será entonces una espera activa. «Una espera en esperanza». Todo el bellísimo cuadro presentado por Jesús está dominado por este sentimiento de espera. Todo vive como en suspenso. El esposo vendrá, y todo ha de estar imbuido por esa espera, todos atentos, como las vírgenes sensatas; todos a la espera del anuncio: Ya viene el Esposo, salgan a su encuentro.
Así es la vida en esta tierra, a la luz de la fe cristiana: una espera. El cristiano es quien seguro de que un evento decisivo debe producirse un día para él, vive apoyando sus acciones en esta espera. No se trata de una espera inerte. Para las jóvenes sensatas de la parábola, la espera está marcada por dos preocupaciones: la de tener la lámpara encendida y la de ir al encuentro del esposo.
Lo anterior significa vivir en la vigilancia y en la fidelidad. Jesús habla a menudo de los rasgos distintivos del verdadero discípulo. Compara al creyente con un «servidor fiel» dejado por su señor para custodiar la casa, que no se duerme, no saquea la despensa, no es prepotente; al contrario, se mantiene despierto y listo para abrirle al señor apenas vuelva a casa de la boda (cfr. Lc. 12, 35 ss.).
Fidelidad y vigilancia: dos características del verdadero discípulo. Y hay algo que hace que eso sea tan urgente, y es que no se conoce la hora: Estén listos, atentos, porque no saben el día ni la hora (Mt. 25, 13). No la sabían aquellas jóvenes y no la sabe ninguno de nosotros.
¿Qué significa el vigilar del cual habla el Evangelio? No es vivir conteniendo el aliento, pensando día y noche en la muerte. Es pensar en la vida y en cómo llenarla de contenidos; significa obrar, momento a momento, en conformidad con la voluntad de Dios, ¡pero obrar! Esto es lo que los Padres de la Iglesia veían a menudo en el simbolismo de la lámpara encendida: la fe que se alimenta con las buenas acciones o como dice San Pablo, la fe que obra por medio el amor.