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Acordando y haciendo

Lo ocurrido en Nariño marca un antes y un después. La paz total va en la dirección correcta, pero requiere decisiones de las contrapartes en las mesas de diálogo.

Diego Arias, columnista
Diego Arias, columnista. | Foto: El País

Diego Arias

8 de abr de 2025, 03:11 a. m.

Actualizado el 8 de abr de 2025, 03:11 a. m.

Este fin de semana tuvimos la imagen que se corresponde con la mejor versión, por lo demás la correcta, de la llamada paz total.

Se trata del acto de destrucción de armas y material de guerra del Frente Comuneros del Sur, una importante estructura con amplia e histórica operación en Nariño, que se separó del Eln y decidió avanzar hacia una paz pactada con el Gobierno Nacional.

Es, sin duda, la mejor versión de la estrategia de paz gubernamental por varias y muy significativas razones. La primera de ellas, y quizás la más determinante, se refiere a la voluntad recíproca del gobierno y los insurgentes por llegar a un acuerdo de forma dialogada, para lo cual se requiere de una gran valentía, decisión y compromiso.

Como bien lo dijera Otty Patiño, el alto comisionado de Paz, en el alegre y masivo acto público que tuvo lugar este último domingo bajo el techo de un gran coliseo, se trata de un proceso complejo en el que hubo que sobreponerse a muchas dificultades, aunque aún mantiene retos y desafíos, pero que, con todo y eso, termina muy bien en lo que toca con esta fase de hacer explícita la decisión de que con las armas ya no van más.

Y bajo la orden presidencial se dio entonces, al mismo tiempo, pero en otro lugar de la zona rural, la destrucción de un numeroso material de guerra con el cual este grupo de la guerrilla venía ejerciendo su accionar violento en el territorio.

Pero tan importante como lo anterior, es el hecho de que este ha sido un proceso que vincula el desarme de este grupo con la implementación de transformaciones territoriales, con las cuales los beneficios directos de esta paz dialogada llegan directamente a las comunidades para lograr superar así condiciones históricas de atraso, desigualdad y falta de oportunidades que son justamente los contextos en los que se vienen reproduciendo en Colombia múltiples violencias.

Se trata de un modelo de transformación territorial que implica, entre otras cosas, el tránsito de las economías ilícitas (cultivos de coca, minería ilegal, etc.) hacia la legalidad y la instalación de un sólido dispositivo institucional para que en adelante prevalezca el Estado de derecho e imperen la paz, la convivencia, y se gane en un desarrollo humano integral y ambientalmente sostenible. Todo lo anterior con una completa inclusión de las voces de las comunidades.

Y está el hecho relevante de que en todo este proceso haya estado participando activamente un amplio número de instancias locales, regionales, nacionales y de cooperación internacional, así como de la Iglesia Católica, que han dado forma a una especie de modelo de gestión y articulación para la paz, que tiene quizás la clave de una paz que sí puede funcionar.

El gobierno asumió riesgos en esta negociación fuertemente cuestionada por el Eln, que nunca vio con buenos ojos que uno de sus frentes más importantes avanzara hacia la paz, con profundas transformaciones, como tanto han reclamado.

Me cuento entre quienes han apoyado la paz total, en particular su abordaje de las múltiples violencias al mismo tiempo, aunque con estrategias diferenciadas (negociaciones y diálogos socio-jurídicos) y el enfoque de transformaciones territoriales.

Lo ocurrido en Nariño marca un antes y un después. La paz total va en la dirección correcta, pero requiere decisiones de las contrapartes en las mesas de diálogo.

Como monseñor Héctor Fabio Henao, vocero de la Iglesia Católica en tema de paz, nos sigue animando, si hay razones para mantener y alimentar la esperanza.

¡La idea de ir ‘acordando y haciendo’ sí funciona!

Diego Arias

Especialista en Cultura de Paz y Derecho Internacional Humanitario y Ciencia Política y Resolución de conflictos. Ha trabajado con instalacias del gobierno nacional, departamental y local así como entidades internacionales en temas de Convivencia, Reconciliación y Memoria Histórica. A estado en las transiciones de la guerra en varias naciones como Nicaragua y El Salvador y acompañó el proceso de reintegracion a la vida civil del M19 en Colombia

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