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¿Por qué el Papa cambia de nombre? Conozca la tradición que marca el inicio de un nuevo pontificado
El cambio de nombre simboliza un “nuevo nacimiento” espiritual.

Después de varias semanas dedicadas a rendir homenaje y despedir al papa Francisco, este miércoles, 7 de mayo, se dará inicio al cónclave en el que se elegirá al próximo líder de la Iglesia Católica.
Y es que cuando el mundo escucha el tradicional anuncio “Habemus Papam” desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, no solo se conoce la identidad del nuevo líder de la Iglesia Católica, sino también el nombre con el que será recordado durante su pontificado.
Este cambio de nombre no es un requisito doctrinal, pero se ha convertido en una de las prácticas más representativas del inicio de cada papado.

La tradición tiene raíces en los primeros siglos del cristianismo, aunque su establecimiento como norma surgió mucho más tarde.
Pues el primer caso documentado de un papa que adoptó un nombre distinto al suyo fue el de Mercurius, elegido en el año 533.
Pero por considerarlo inapropiado por su asociación con el dios romano Mercurio, decidió asumir el nombre de Juan II, marcando así el inicio de una práctica que se consolidaría con el tiempo.
El llamado del Papa
Al igual que Simón fue renombrado Pedro por Jesús, según los Evangelios, al convertirse en piedra fundamental de la Iglesia, los pontífices asumen un nuevo nombre como expresión de su misión pastoral.
Pues a partir del siglo X, este gesto adquirió un carácter institucional, reforzando la idea de que el Papa ya no actúa en nombre propio, sino como representante de una misión superior.
Con el paso de los siglos, el nombre elegido ha servido también como una declaración de principios.
Así lo hizo Juan Pablo I en 1978, al combinar los nombres de Juan XXIII y Pablo VI, arquitectos del Concilio Vaticano II.
De igual manera, el papa Francisco, elegido en 2013, rindió homenaje a San Francisco de Asís, conocido por su humildad y compromiso con los pobres.

Historia sobre este ritual
A lo largo de la historia, algunos nombres han sido particularmente recurrentes. Juan encabeza la lista, con 21 pontífices.
Después, le siguen Gregorio (16), Benedicto (16), Clemente (14), Inocencio y León (13 cada uno), y Pío (12).
Estos nombres suelen remitir a figuras destacadas de la iglesia, los cuales evocan continuidad, reforma o firmeza doctrinal.
Por otro lado, hay nombres que nunca se eligen, el caso más evidente de ello es Pedro. Esto por respeto al apóstol que fue el primer papa, por ello ningún sucesor ha considerado llamarse Pedro II.
Además, una antigua profecía sostiene que un papa con ese nombre marcaría el fin de los tiempos, lo cual añade algo de suspenso a la decisión de evitarlo.
Otros nombres también generan reservas por su carga histórica. Por ejemplo, Urbano, que recuerda al papa que inició el juicio contra Galileo, mientras que Pío se asocia con Pío XII y las controversias sobre su papel durante la Segunda Guerra Mundial.
Finalmente, aunque el nombre que elija el nuevo pontífice no determina su legado, sí marca el tono de su papado.
Pues esto es, en efecto, su primera decisión como jefe de la Iglesia Católica, y una de las más significativas a nivel simbólico.
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