El País
El ingeniero que narra la sostenibilidad con ejemplos de vida cotidiana
Cuando alguien escucha que Walid Anka es ingeniero químico, lo común es que imagine humo saliendo de chimeneas o fábricas que ensucian ríos.
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22 de nov de 2025, 03:03 a. m.
Actualizado el 22 de nov de 2025, 03:03 a. m.
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Él lo sabe y no se incomoda: reconoce que la industria tiene una historia complicada. Pero también asegura que esa no es toda la historia. Lo que él hace es mostrar la otra cara, la que no siempre se cuenta: una química que busca reparar, optimizar y producir de una manera más justa con el planeta.
Su trayectoria lo respalda. Ha trabajado en proyectos de bioplásticos creados a partir de residuos agrícolas, en sistemas biológicos para limpiar aguas residuales y en procesos de captura de carbono que transforman lo que antes era un desecho en materia prima. Son trabajos que no suelen aparecer en titulares, pero que están marcando diferencias en distintos sectores. “La sostenibilidad no es un lujo, es lo que hará posible que la industria siga existiendo”, repite con sencillez.
Lo interesante de Walid Anka es que no se limita a hablar desde lo técnico. Cuando explica lo que hace, busca imágenes que cualquiera pueda imaginar. Dice que una bolsa que hoy tarda siglos en degradarse podría fabricarse para desaparecer en meses. Compara la captura de carbono con colocar filtros invisibles en la atmósfera. Habla de microorganismos que trabajan sin descanso en biorreactores, transformando contaminantes en compuestos inocuos. Esa forma de narrar no es casual: está convencido de que la sostenibilidad no se entiende solo con cifras, sino con ejemplos que se puedan visualizar.
Su recorrido no está hecho solo de éxitos. También habla de proyectos que fracasaron en sus primeras fases. Recuerda pruebas que no salieron como esperaba, plantas que no alcanzaron los resultados proyectados y semanas enteras corrigiendo pequeños detalles. Pero nunca los presenta como derrotas. Al contrario, asegura que fueron lecciones necesarias. “En ingeniería, equivocarse es parte del proceso. Cada error trae información valiosa”, comenta. Esa filosofía lo acompaña y la transmite a quienes trabajan con él.
Además de su faceta técnica, dedica tiempo a la docencia y al acompañamiento de jóvenes ingenieros. Como profesor y mentor, insiste en que la formación no debe centrarse únicamente en fórmulas y cálculos. Para él, cada decisión técnica tiene consecuencias ambientales y sociales. Repite que un reactor mal diseñado no es solo un error en un plano, puede significar más emisiones o más residuos. Sus alumnos lo han escuchado resumirlo en una frase clara: “el conocimiento vale si mejora la vida de las personas”.
Los premios que ha recibido por su trayectoria son un capítulo aparte. No los presenta como hazañas personales, sino como recordatorios de que el trabajo en sostenibilidad empieza a ser valorado. Cuenta que lo más valioso de recibir un reconocimiento no fue el trofeo, sino los mensajes que llegaron después de estudiantes y colegas que lo felicitaron y se interesaron en sus proyectos. Para él, esa es la verdadera función de un premio: abrir conversaciones y dar confianza para seguir insistiendo.
Cuando habla del futuro, lo hace sin promesas espectaculares. Imagina fábricas más parecidas a ecosistemas, donde todo residuo se aproveche. Visualiza procesos en los que la biotecnología, la nanotecnología y la inteligencia artificial trabajen juntas para reducir emisiones y ahorrar recursos. No lo plantea como un salto repentino, sino como una serie de pasos pequeños y acumulativos. Prefiere hablar de constancia y paciencia más que de revoluciones inmediatas.
Walid Anka no busca presentarse como un héroe de la sostenibilidad. Prefiere mostrarse como un ingeniero químico que hace su parte, convencido de que la transformación solo es posible si se construye colectivamente. Habla de técnicos que prueban sistemas, de colegas que aportan ideas, de estudiantes que arriesgan hipótesis nuevas. Insiste en que ningún logro es individual y que lo que se reconoce siempre es el esfuerzo de muchos.
Al final, ¿quién es Walid Anka? Es un profesional que eligió mirar la química desde un ángulo distinto, no como fuente inevitable de problemas, sino como herramienta para resolverlos. Su manera de contarlo es clara y cercana, sin adornos innecesarios. Y en esa naturalidad está su aporte más valioso: demostrar que la sostenibilidad no es un concepto lejano, sino un trabajo constante, hecho de pruebas, errores, aprendizajes y resultados que poco a poco cambian la forma en que la industria se relaciona con el planeta.
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