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Colombia: el valiente viaje de las mujeres que buscan a los desaparecidos del conflicto armado

El 23 de octubre se conmemoró el Día de las Mujeres Buscadoras de Víctimas de desaparición forzada. En Colombia hay 20 mil de ellas. La historia de Daniela Mostacilla recuerda que en el país son las mujeres quienes cargan con la memoria y la búsqueda de los desaparecidos.

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Daniela Mostacilla encontró los restos de su padre después de tres años de búsqueda. Ahora acompaña en esa misma labor a 40 familias de Caldono, en el departamento del Cauca. Se calcula que en Colombia hay entre 100 mil y 200 mil desaparecidos. Quienes los buscan son mujeres: madres, esposas, hermanas, hijas.
Daniela Mostacilla encontró los restos de su padre después de tres años de búsqueda. Ahora acompaña en esa misma labor a 40 familias de Caldono, en el departamento del Cauca. Se calcula que en Colombia hay entre 100 mil y 200 mil desaparecidos. Quienes los buscan son mujeres: madres, esposas, hermanas, hijas. | Foto: Suministrada por Daniela Mostacilla

26 de oct de 2025, 04:10 p. m.

Actualizado el 27 de oct de 2025, 04:03 a. m.

En Colombia, son ellas las que buscan. Madres, esposas, hermanas, hijas. Mujeres que han aprendido a caminar los cementerios, a leer la tierra, a hablar con los sepultureros y con el miedo. Mujeres que, mientras el país cambia de gobierno y de guerras, siguen buscando a sus muertos.

Desde sus 13 años, Daniela Andrea Mostacilla se convirtió, sin saberlo, en una de las 25.528 mujeres buscadoras de desaparecidos por el conflicto armado en Colombia, según los datos de la Unidad de Búsqueda. Fue en ese momento, mientras crecía en una guardería del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Icbf, cuando comenzó a preguntarse: ¿quiénes son mis padres?

Encontré fácilmente información sobre mi madre, que aún vive, y por mi padre empecé a indagar y a buscar la fosa común donde fue enterrado. Tenía la certeza de que lo habían matado y que lo habían traído a la parte alta de Caldono, en el Cauca.

Daniela Mostacilla, a la derecha, mujer buscadora de desaparecidos en Colombia.
Daniela Mostacilla, a la derecha, mujer buscadora de desaparecidos en Colombia. | Foto: Foto suministrada por Daniela Mostacilla

Hoy, a sus 34 años y convertida en profesora de matemáticas, Daniela aún desconoce el nombre civil de su padre. Solo sabe que en las Farc lo llamaban ‘Miguel’, y que su nombre de guerra era Daniel Hernández Ramírez. Fue reclutado por la guerrilla cuando tenía apenas 8 años, y murió en combate en 1991, en el corregimiento de Mondomo, solo dos días después de que Daniela naciera.

La ausencia de mi papá y de mi mamá me afectó mucho. Cuando uno crece en un entorno de conflicto como el Cauca, lo hace con mucha vulnerabilidad. No hay quién te cuide, quién te oriente, y eso generó situaciones de maltrato hacia mí. Pero también me afectó el no saber quién era yo, porque no tenía una identidad clara. Mis rasgos físicos son muy diferentes a los de las personas con las que me crie. Con mi madre no tengo relación. Ella también fue reclutada en la guerrilla siendo menor de edad, y por eso me dejó en la guardería. Represento un pasado que ella quiere dejar atrás.

Es martes. Daniela cuenta su historia mientras viaja por carretera desde Caldono hacia Popayán, donde asistió, este 23 de octubre de 2025, a la conmemoración del Día Nacional de Reconocimiento a las Mujeres Buscadoras de Víctimas de Desaparición Forzada en Colombia.

El 95 por ciento de las mujeres buscadoras de personas víctimas de desaparición forzada en Colombia son mujeres. Cada 23 de octubre se reconoce su labor. En el Cauca hay varios grupo de ellas.
El 95 por ciento de las mujeres buscadoras de personas víctimas de desaparición forzada en Colombia son mujeres. Cada 23 de octubre se reconoce su labor. En el Cauca hay varios grupo de ellas. | Foto: Foto suministrada Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas en el conflicto

Se trata de una jornada decretada por la Ley 2364 de 2024, también llamada Ley de Mujeres Buscadoras.

En el país se calcula que hay entre 100 mil y 200 mil personas desaparecidas, (el dato cambia según la fuente consultada). Lo cierto es que, según la Fundación Nydia Erika Bautista (FNEB), el 95 % de quienes buscan a los desaparecidos son mujeres: madres, esposas, hermanas y, como en el caso de Daniela, hijas.

La búsqueda de mi papá la empecé sola. Fue un proceso complicado porque aún persiste el estigma de ser hija de un combatiente de la guerrilla. Jamás defiendo sus acciones. Lo que sí defiendo es su dignidad y mi derecho, como hija, a saber la verdad. Pero ese estigma te lleva a sentir vergüenza, a creer que no tienes derecho a ser acompañada en esta búsqueda. Piensas que la vida de tu familiar no vale la pena, y que es mejor enfocarse en personas que no hicieron parte de un grupo armado ilegal. Esa vergüenza a veces nos impide reclamar no solo la dignidad de nuestro familiar, sino la nuestra. Ha sido también una lucha con las instituciones, para que reconozcan nuestros derechos como familiares de combatientes. Que entiendan que no se buscan guerrilleros, sino seres humanos: padres, hijos, hermanos, esposos.

En el país se calcula que hay entre 100 mil y 200 mil personas desaparecidas,
En el país se calcula que hay entre 100 mil y 200 mil personas desaparecidas. | Foto: Foto suministrada Unidad Búsqueda de Personas Desaparecidas.

Una de las tareas pendientes de Colombia en la búsqueda de desaparecidos es la construcción de rutas de identificación para excombatientes. En muchos casos, como el de Daniela, ni siquiera se conoce su nombre civil. Y sin nombre, la Registraduría no puede expedir el registro de defunción, lo que deja a las familias en un limbo legal y emocional.

También está a la deriva la protección efectiva de las mujeres buscadoras. Aunque la ley las define como “sujetos de especial protección constitucional”, Amnistía Internacional advierte que sufren amenazas, secuestros, detenciones arbitrarias e incluso, violencia sexual. Daniela fue víctima de desplazamiento forzado.

Sucedió en 2007, cuando salí corriendo hacia Cali, donde me gradué como profesional en matemáticas en Univalle. Para encontrar a mi papá toqué muchas puertas, incluso las del Sexto Frente de las Farc, que conocía su historia. Intentaron reclutarme.

Daniela Mostacilla junto a don Jaime, el sepulturero que cuidó la tumba de su padre.
Daniela Mostacilla junto a don Jaime, el sepulturero que cuidó la tumba de su padre. | Foto: Foto suministrada por Daniela Mostacilla

Entonces, acudió a los mayores que conocieron a su padre, reconocido en Caldono por la elocuencia de sus discursos. Algunas de esas personas la guiaron hacia antiguos compañeros de él en la guerrilla, varios de ellos muertos, otros en prisión, y algunos sin interés en ayudar.

Aun así, Daniela continuó preguntando. Investigó zonas donde sepultaban a excombatientes, descartando una a una las fosas comunes. Que en tal parte enterraban a los muertos por bombardeos, en tal otra a los caídos en combate, y más allá a quienes se suicidaban en la guerra, algo de lo que casi no se habla.

Dependiendo de las pistas que la gente me daba, fui descartando lugares hasta que encontré al sepulturero que me contó la historia de mi padre. Al principio fue muy reservado, por miedo. Pero cuando le dije que estaba buscando a mi papá, eso me abrió las puertas. Él pertenece a una comunidad evangélica. Fue así, preguntando y caminando por el Cauca, en límites con Santander de Quilichao, como encontré los restos de mi papá, en el cementerio de la vereda El Tarso.

Daniela sembró un árbol en la fosa común donde estuvo enterrado su padre, en el Cauca.
Daniela sembró un árbol en la fosa común donde estuvo enterrado su padre, en el Cauca. | Foto: Foto suministrada Daniela Mostacilla

En octubre de 2023, cuando sostuvo el féretro con los restos de su padre para darle cristiana sepultura, sintió un dolor profundo. Pensó que sus padres fueron víctimas de la guerra: niños atrapados en una región sin opciones más allá del fusil.

Pero también experimentó una forma de liberación: al fin tenía certeza de que su padre estaba muerto. Porque, a veces, Daniela imaginaba que podía estar en una cárcel, o en algún pueblo lejano.

Esa agonía, esa incertidumbre, cuando no se sabe si un desaparecido está vivo o muerto, enferma. Es un padecimiento silencioso de miles de familias colombianas. La verdad, aunque duele, trae paz.

Daniela lidera el grupo Mujeres Buscadoras Valientes de Caldono, donde acompaña a 40 familias. Las orienta para la toma de muestras genéticas, localización de puntos de interés forense, documentación de casos y manejo de aplicativos de búsqueda. Que cada 23 de octubre se conmemore esta labor es significativo, dice. Es una forma de reconocer por fin la voz de las víctimas, de resistirse al olvido y de dignificar las luchas de las mujeres buscadoras.

Yanette Bautista ganó en enero del 2013 el Premio de Derechos Humanos Antonio Nariño. | Foto: Carlos Julio Martínez

Luchas como la de Yanette Bautista, quien falleció a los 65 años tras dedicar su vida a encontrar a su hermana, Nydia Erika, socióloga, economista y militante del M-19, desaparecida por el Ejército en 1987, tras ser detenida.

Yanette dejó su trabajo y se entregó por completo a la búsqueda, hasta hallar los restos de su hermana en un cementerio de Guayabetal, Cundinamarca. Fundó la Fundación Nydia Erika Bautista, que hoy acompaña a mujeres en la búsqueda de sus seres queridos desaparecidos, una tarea que a veces parece interminable.

Daniela aún busca a la familia de su padre. Sabe que, si fue reclutado con solo 8 años, en algún lugar debe haber una madre, un hermano, un tío, que aún lo recuerda y lo extraña.

Aún no los encuentro. Creo que son del Valle del Cauca, porque mi papá es de algún pueblo del departamento. Quiero contarles la verdad, y que, como en mi caso, puedan empezar a sanar.

Hay un país entero donde las mujeres buscan a los muertos. Caminan sobre la tierra con el oído en el suelo, como si la memoria tuviera sonido. Cada paso es un acto de amor. Cada hallazgo, una forma de descanso.

En esa geografía del duelo, Daniela Mostacilla encontró su lugar: entre las que siguen buscando, para que un día nadie más tenga que hacerlo.

Jorge Eliécer Salazar Cortés desapareció en el barrio Floralia de Cali en marzo de 2024.
Jorge Eliécer Salazar Cortés desapareció en el barrio Floralia de Cali en marzo de 2024. | Foto: Foto suministrada por Jazmín Salazar

“Cuando una persona desaparece, desaparece la familia”

En el barrio Floralia, al oriente de Cali, la vida se detuvo para Jazmín Salazar la noche de marzo de 2024 en que su sobrino Jorge Eliécer Salazar Cortés, de 21 años, no regresó a la casa. Era domiciliario en una pizzería. Salió a entregar un pedido, le dijo a su mamá que ya volvía, y desde entonces nadie volvió a verlo.

A la mañana siguiente, la moto con la que trabajaba apareció abandonada. “ No había cámaras, no hubo testigos. Las instituciones se demoraron, y las primeras horas, que son las más importantes, se perdieron. Ninguna entidad actuó”, recuerda Jazmín.

Desde ese momento ella empezó una búsqueda en solitario. “Como no soy la mamá, me han cerrado puertas. Pero ayudé a criar a Jorge, él es como otro hijo, un hermano para mi hija. Me fui a buscarlo por el río Cauca, por el jarillón, por Palmira. Y nadie ayudó. En la Fiscalía me dijeron que si quería resultados, tenía que buscar a los malos”, cuenta. En otras palabras, que ella hiciera el trabajo que les correspondía.

Buscar a los desaparecido es una manera de mantener la esperanza, honrar la memoria de los seres queridos.
Buscar a los desaparecido es una manera de mantener la esperanza, honrar la memoria de los seres queridos. | Foto: Suministrada por Jazmín Salazar

Desde entonces, es como si vida de Jazmín se hubiera partido en dos. Cerró la papelería que tenía en su casa para dedicarse a la búsqueda de su sobrino.

Mientras tanto, la incertidumbre de no saber el paradero de Jorge, fracturó a la familia. “Mi hermana, que me acompañaba en las marchas, cayó en depresión y murió. Mi hermano, el papá de Jorge, está enfermo. Ya no tiene ganas de vivir. La desaparición forzada destruye todo. Cuando una persona desaparece, desaparece toda la familia”, dice Jazmín. Su frase es tan poderosa, que todo queda en silencio.

Ahora ella hace parte de la Corporación para el Desarrollo Regional (CDR), que acompaña a familiares de desaparecidos. “Fueron los únicos que me abrieron la puerta. Gracias a ellos sigo, aunque todo duela”.

Encuentro Nacional de representantes en las mesas departamentales del hecho de desaparición forzada, denominado ‘Con tus alas que son las mías, yo buscaré hasta encontrarlos’.
Encuentro Nacional de representantes en las mesas departamentales del hecho de desaparición forzada, denominado ‘Con tus alas que son las mías, yo buscaré hasta encontrarlos’. | Foto: Aymer Andrés Álvarez

A través de la Corporación ha participado en marchas, actividades como las Carpas de la Memoria y espacios culturales donde las mujeres buscadoras transforman su dolor en acción.

El pasado 23 de octubre, Día Nacional de las Mujeres Buscadoras, Jazmín levantó su voz. “Que el Gobierno no se olvide de nosotras. Los desaparecidos no son del pasado. Siguen desapareciendo jóvenes, y nosotras seguimos aquí, buscándolos, porque es la única forma de no dejarlos morir del todo”, dijo.

Este 28 de octubre, ella presentará en el Teatro Materón de Palmira una obra de teatro y un documental sobre la desaparición. Es su manera de resistir, de seguir buscando a Jorge “porque mientras alguien lo recuerde tiene una posibilidad de volver”.

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