Economía
Construir ‘El Sueño Valluno’: una apuesta para tener un departamento innovador y competitivo
El Valle del Cauca es la región que más remesas recibe. Más que una fortaleza, refleja la falta de oportunidades que tienen los jóvenes de la región y por eso prefieren marcharse.
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8 de oct de 2025, 07:38 p. m.
Actualizado el 8 de oct de 2025, 07:38 p. m.
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Por: Edwin Maldonado
En los últimos tres años, más de un millón de colombianos han emigrado del país. En solo ese periodo se fue la mitad de la población que había salido en la década anterior. Solo en 2022 migraron cerca de 547.000 personas y en 2023 más de 446.000, cifras históricas que recuerdan los flujos de los años noventa. Hoy se estima que unos seis millones de colombianos viven fuera del país: uno de cada diez.
Esta migración ha generado un ingreso importante en divisas por las remesas que los colombianos envían a más de dos millones de hogares. Cerca del 18 % de las familias en Colombia recibe giros del exterior, beneficiando directa o indirectamente a 9,6 millones de personas.
En 2024, las remesas llegaron a US$10.091 millones, el 2,8 % del PIB colombiano. En lo corrido del año hasta julio suman US$7.566 millones, un 14,1 % más que en el mismo periodo de 2024, convirtiéndose en la tercera fuente de divisas del país, superando los ingresos por exportaciones de crudo y gas. De continuar esa tendencia, podrían cerrar el año representando cerca del 3 % del PIB nacional.
El Valle del Cauca no ha sido ajeno a esta realidad. Es la región que más remesas recibe en Colombia: en 2024 entraron más de US$3.000 millones, casi un tercio del total nacional, superando los US$2.400 millones obtenidos por exportaciones.
A primera vista parece una fortaleza —porque impulsa el consumo en sectores como vivienda, educación y alimentación, pero también es el reflejo de un problema de fondo: no estamos ofreciendo oportunidades suficientes para que la gente, y especialmente los jóvenes, puedan construir su vida aquí.

La mayoría de los migrantes son jóvenes en edad productiva. Esa carencia de oportunidades se traduce en una dolorosa fuga de talentos. Profesionales, emprendedores, deportistas y líderes formados en nuestra región terminan buscando futuro en otras latitudes. Cada remesa que entra es, en el fondo, la señal de un sueño que no pudo cumplirse aquí.
El panorama juvenil es preocupante. A pesar de algunas mejoras, la tasa de desempleo juvenil en Cali sigue seis puntos por encima del promedio general. En educación, la situación es aún más crítica: solo el 56 % de los estudiantes se gradúa del colegio, apenas el 43 % accede a la educación superior, y de ellos solo el 40 % logra graduarse. En otras palabras, de cada diez jóvenes, solo uno termina una carrera universitaria. Como consecuencia, uno de cada cuatro jóvenes ni estudia ni trabaja.
A esto se suma un fenómeno demográfico: el Valle está envejeciendo. La población joven disminuye mientras crece la de adultos mayores. Estamos frente a la última gran oportunidad para aprovechar el bono demográfico que aún tenemos. Si no actuamos ahora, pronto será tarde para transformar esa energía joven en motor de progreso.
Mientras tanto, miles de jóvenes persiguen el Sueño Americano, donde creen que con esfuerzo y trabajo duro podrán prosperar. No en vano, el 45 % de los migrantes colombianos vive en Estados Unidos. Pero en el Valle del Cauca deberíamos aspirar a construir nuestro propio sueño: el Sueño Valluno.
Un sueño donde los jóvenes encuentren empleo digno, educación de calidad, apoyo al emprendimiento y seguridad para prosperar sin tener que irse. Un sueño que haga de esta región un territorio innovador, competitivo y conectado con el mundo.
El Sueño Valluno no puede seguir reduciéndose al envío mensual de remesas. Debe ser la oportunidad real de crecer aquí, de que el talento vallecaucano florezca en su propia tierra. Tenemos todo para lograrlo, pero el tiempo se acaba. O levantamos hoy ese sueño, o seguiremos viendo cómo nuestros jóvenes se nos van… y con ellos, el futuro del Valle.
*Exsecretario de Desarrollo Económico de Cali
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