Colombia
Video | El día que ardió la justicia: memorias de una tragedia que aún duele
A cuatro décadas de la toma y retoma del Palacio de Justicia, periodistas de El País evocan aquel 6 de noviembre de 1985, un día que marcó la historia de Colombia con fuego, miedo y silencios que aún persisten.
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6 de nov de 2025, 10:19 a. m.
Actualizado el 6 de nov de 2025, 02:12 p. m.
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“Yo tengo en mi mente muy presente ese 6 de noviembre de 1985. Estaba en tercer semestre en la Universidad Javeriana cuando se conoció que el M-19 había tomado el Palacio de Justicia”, recuerda Vicky Perea, directora de El País.
Era el mediodía y el país entero comenzaba a enterarse, entre el humo y las ráfagas de fusil, de lo que ocurría en pleno centro de Bogotá.
“Solo podíamos seguirlo por radio o televisión. Ver la humareda sobre el Palacio y escuchar las decisiones que se tomaban desde la Casa de Nariño fue impactante. Era tratar de entender, sin entender nada, por qué se atacaba el corazón mismo de la justicia del país”, relata.

Aquel día, hace cuarenta años, un comando del M-19 irrumpió en el Palacio de Justicia con la intención de someter a juicio al presidente Belisario Betancur. La respuesta militar fue inmediata y devastadora.

Durante dos días, el fuego cruzado consumió las vidas de magistrados, empleados judiciales, guerrilleros, civiles y militares.
La sede de la Corte Suprema ardió hasta quedar en ruinas, dejando una de las heridas más profundas en la historia contemporánea de Colombia.
“Fue el impacto de saber que habían muerto los magistrados, los empleados, los vigilantes, los primeros en caer. Era una histeria colectiva —cuenta Perea—, mujeres llorando, gente batiendo pañuelos blancos, otros alentando al ejército. Todo el centro estaba cerrado, se oían las explosiones, los disparos, y uno no sabía si sentir miedo, rabia o impotencia”.
Para Bernardo Peña, editor de fotografía de El País, la memoria de ese día es igual de vívida.

“Yo tenía 17 años y vivía en Bogotá. Todos los meses iba al centro a pagar una cuota familiar en el Banco Central Hipotecario, justo al lado del Palacio. Ese día no fui, pero recuerdo haber pasado muchas veces por esa zona. Cuando se supo lo que pasaba, la ciudad entera se paralizó. La sensación era de incredulidad y horror”.
El 7 de noviembre, cuando el humo empezó a disiparse, el ejército desfiló por la carrera Séptima entre aplausos.
“Lo recuerdo clarito —dice Perea—, la gente aplaudía porque se había recuperado el edificio, pero pocos sabían aún el precio que se había pagado por esa ‘retoma’”.
Cuarenta años después, la directora de El País reflexiona sobre el papel de la prensa en aquel entonces.
“Nos enterábamos solo por radio o televisión. No existían redes, ni transmisión en directo. Si eso ocurriera hoy, habría imágenes en tiempo real, investigaciones inmediatas, cuestionamientos más profundos al actuar tanto del grupo guerrillero como del Estado. La historia, seguramente, habría sido distinta”.

La tragedia dejó más de un centenar de muertos y varios desaparecidos, entre ellos trabajadores de la cafetería y visitantes que nunca regresaron a sus casas.
“Todavía hay muchas preguntas sin responder —añade Peña—. Qué pasó con los desaparecidos, por qué no todos los guerrilleros lograron entrar, y por qué se permitió que la operación se convirtiera en una masacre. Son heridas que el país no ha logrado cerrar”.
A cuatro décadas de la toma, el eco de las explosiones aún resuena en la memoria colectiva. El fuego del Palacio no solo consumió un edificio: arrasó también con parte de la confianza nacional en sus instituciones.

“Fue un golpe que se convirtió en tragedia —reflexiona Perea—. Una historia que rompió al país y que nos recordó, con crudeza, lo frágil que puede ser la justicia cuando se enfrenta a la violencia. Cuarenta años después, seguimos buscando respuestas, seguimos buscando verdad”.
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