Colombia
Así son las terapias de conversión gay: ¿es posible dejar de ser homosexual?
El proyecto que prohibía estas prácticas se hundió en el Congreso.
Por Santiago Cruz Hoyos - Editor de Crónicas y Reportajes
Este miércoles se hundió uno de los proyectos de ley que tenía más división al interior del Congreso de Colombia, no sólo por posiciones políticas sino en particular por ideologías. Se trató del proyecto que prohibía las terapias de conversión gay o más conocido como “nada hay que cambiar”. ¿Es posible cambiar la orientación sexual en terapia?
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Óscar Emilio Marín es profesor en la Universidad de Antioquia. Mientras camina apurado hacia una reunión con uno de los grupos de investigación, cuenta que en su juventud tuvo dos intentos “de dejar de ser marica”.
— Para mí era muy tenaz eso, aunque soy de una familia de mente abierta. Nací en un barrio que se llama San Pedro, que en Medellín se conoce como Lovaina. La gente lo relaciona con prostitución, mujeres trans y plazas de vicio. Por eso hay que tener mente abierta para vivir allí. Mi mamá hacía aseo en casas de citas y yo a veces la acompañaba, veía a las mujeres que se levantaban con la resaca del trabajo nocturno. Pero a pesar de ese entorno, en mi casa eran conservadores. Mi mamá no aceptaba la homosexualidad como una posibilidad. Yo tampoco quise aceptarlo y tuve un acercamiento con una iglesia cristiana. Primero iba a orar, sin confesar la cosa. En 1999 acepto que soy gay, lo digo en la casa, y fue duro. Luego de una decepción amorosa regreso a la iglesia, y el pastor me hace la invitación para hacer terapias de conversión de la orientación sexual.
Óscar Emilio pasó por varios cursos en los que en teoría dejaría de ser homosexual. Uno se llama Contra la Corriente. Otro, Aguas Vivas. Ese curso lo hizo dos veces. Incluso asistió a la versión internacional, en Barquisimeto. Lo certificaron como ‘una persona sana’.
– No te certifican como exgay propiamente, pero el discurso al final es que ya no sos marica. Te dicen que ya te tienen que gustar las mujeres y que te tenés que casar para demostrarlo. Con la certificación me invitaron a acompañar personas para que dejaran de ser homosexuales, liderar cursos. Me volví una especie de experto en terapias de conversión, le decía a la gente que la homosexualidad era una conducta pecaminosa, un estilo de vida que había que abandonar.
Óscar Emilio permaneció casi cinco años en la iglesia, donde dictó cursos de conversión de orientación sexual en Antioquia. A veces lo llamaban pastores de iglesias de otras regiones para que hablara con jovencitos que “tenían acercamientos con la homosexualidad”.
Óscar les contaba su experiencia, su supuesta ‘sanación’, y repetía lo que decían los pastores: que la homosexualidad, además de ser pecado, se puede “corregir” con oración, con ayuno, siguiendo los manuales de las terapias de conversión.
— En esas terapias te piden que hagás una lista con los hombres con los que tuviste sexo, y tenés que pedirles perdón simbólicamente, delante de otras personas, para romper la ‘ligadura con el pecado’. En mi caso nunca me hicieron algo violento, no me pusieron electrochoques, ni me golpearon, ni me empelotaron, ni me amarraron para violarme, como se ha escuchado que sucede en fundaciones que hacen estas prácticas. Siempre se usó un discurso como haciéndome entender que todo dependía de mi decisión. Pero hoy soy consciente de la manipulación. Te hacen sentir culpable de lo que sos, gay, y eso significa llevar una carga muy pesada. Te dicen que vas a terminar en el infierno, eternamente en una paila. Te manipulan porque en la medida en que supuestamente demostrás que sos ‘exgay’, te dan la posibilidad de liderar procesos en la iglesia, y el poder llama la atención. La posibilidad de ir a predicar en un púlpito, y que por predicar te den una ofrenda; la posibilidad de que reconozcan tu liderazgo. Terminé siendo el líder de otros lideres de iglesias en Antioquia. Yo era como una vitrina para mostrar por supuestamente haber dejado de ser homosexual.
Óscar Emilio tuvo una novia, cristiana, y hablaron de casarse. Era una relación de besos, de salir a comer, a cine, pero por la religión que compartían jamás hubo la posibilidad de una relación sexual que, en la fe cristiana, es pecado antes del matrimonio. Con la novia, Óscar pretendía confirmarle a la sociedad y a su iglesia que estaba ‘curado’ de la homosexualidad. Hasta que entendió que no era así. Sucedió mientras trabajaba en la Alcaldía de Medellín (el alcalde era Alonso Salazar) y debió acompañar, como funcionario, una marcha de la comunidad LGTBIQ+. En la iglesia lo consideraron un acto indebido después de que Óscar lo confesara (le sugerían que confesara todos sus ‘pecados’, si se masturbaba, o si había sentido atracción por un hombre).
Después de la marcha, en la iglesia le quitaron los puestos. A Óscar Emilio le dolió. Sintió que lo estaban utilizando para comprobar que las terapias de conversión sí eran efectivas, pero que en la medida en que no podía demostrarlo, no les servía.
— Me fui de esa iglesia, y en la búsqueda de una congregación termino en mi casa, hablando con mis amigos, dándome cuenta de que no había sanado de nada. Tenía un sentimiento reprimido, pero los hombres nunca me dejaron de gustar. Estaba como un caballo con eso que le ponen para que no mire a los lados, solo para el frente. Entendí que nunca dejé de ser homosexual por más que había orado, ayunado, confesado, pasado por terapias, tenido novia. La homosexualidad no se quitó porque no es una enfermedad. Sentí que les había dicho mentiras a las personas a las que les di los cursos. La mayoría se dio cuenta de que intentar cambiar la orientación sexual es eso, una mentira. Yo salí de esa mentira.
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Mauricio Toro hizo parte de la Cámara de Representantes en el periodo 2018 – 2022. Allí presentó un proyecto de ley que propone prohibir cualquier tipo de esfuerzo, por cualquier tipo de medio, para que se intente cambiar la orientación sexual de una persona. En otras palabras, de aprobarse, el proyecto prohibirá las terapias de conversión de orientación sexual. Mauricio, miembro de la comunidad LGTBIQ+, suponía que eran prácticas que quedaron en el pasado, en la Inquisición, o en los 70, cuando las terapias de conversión estaban en auge. Hasta que se enteró que son una realidad en Colombia en pleno 2022.
Todo comenzó por una investigación de la revista Volcánicas y el Movimiento All Out en la que se denuncia que iglesias cristianas, católicas y fundaciones para el tratamiento de adicciones, practican terapias de conversión de orientación sexual, cuyo nombre preciso es Ecosieg: Esfuerzos de Cambio de Orientación Sexual, Identidad y Expresión de Género.
— La investigación me pareció escalofriante y me contacté con los autores para determinar qué tan profundo es el fenómeno. Nos dimos cuenta de que estas mal llamadas terapias son una práctica subterránea, opaca, oculta detrás de nombres de cursos en los que hacen juegos de palabras. Pusimos a disposición un correo electrónico para conocer más casos y nos compartieron una gran cantidad de testimonios con los que entendimos que los Ecosieg están arraigados en Colombia – dice Mauricio.
Se calcula que una de cada cinco personas de la comunidad LGTBIQ+ ha pasado por una terapia de conversión de su orientación sexual, no siempre por voluntad propia. En la mayoría de los casos, son las familias de los menores de edad las que los llevan a este tipo de procedimientos. Los métodos son variados. Así como hay iglesias que aseguran ofrecer un acompañamiento religioso, espiritual, “basado en lo que dice la palabra de Dios frente a la homosexualidad”, (en el discurso de fondo aparece la culpa y la certeza de que la homosexualidad o la diversidad sexual es un pecado que condena al infierno, una sentencia que a muchos lleva a la depresión) se han conocido también fundaciones que apelan a la violencia física, golpes, aislamientos, para “corregir” la orientación sexual.
En febrero de 2022, la Fiscalía allanó una casa de la IPS Resurgir a la Vida, en Bogotá, donde torturaban jóvenes adictos a las drogas, obesos u homosexuales. Una de las víctimas contó que lo desnudaron, lo amarraron a una cama y le lanzaban baldes de agua helada. Tanto el director como cuatro de los funcionarios de la IPS fueron acusados de tortura, secuestro, amenazas y concierto para delinquir.
En 2021, las fundaciones Bethel y Casa del Alfarero, en Bucaramanga, fueron acusadas de presuntamente hacer terapias de conversión de orientación sexual. La Secretaria del Interior, Melissa Franco, le dijo a los medios que le sorprendió que hubiera fundaciones que ofrecieran cambiar la orientación de homosexuales. En 1973, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría retiró la homosexualidad de su manual de trastornos mentales. La Organización Mundial de la Salud hizo lo mismo en 1990.
El proyecto de ley que presentó Mauricio Toro busca dejar claro que la diversidad sexual no se debe considerar una patología, luego no debe abordarse con ‘terapias’. Además, busca imponer un agravante a delitos como la tortura o el secuestro, cuando se cometan contra personas LGTBIQ+ en estos ‘tratamientos’.
El proyecto propone crear una ruta de atención a las víctimas y elevar a delito los Ecosieg. Porque parte del problema, explica el excongresista, es que las autoridades no tienen cómo catalogar estas prácticas. Si una persona de la comunidad LGTBIQ+ se acerca a la Fiscalía a denunciar que le hicieron ritos y exorcismos para que dejara de ser homosexual, ningún funcionario le pondrá atención. Los exorcismos, es lo más probable que le respondan, no son delito.
— El proyecto de ley ordena a las EPS acompañar a las familias y a las personas diversas en el proceso de entendimiento, encuentro y aceptación de la diversidad sexual, porque muchas personas se suicidan por sentir la discriminación y haber sido sometidas a Ecosieg. Se debe entender que la diversidad sexual hace parte de la vida, que así como hay hombres y mujeres heterosexuales, también los hay quienes tienen una opción distinta y eso no está mal, no es pecado, no es un error, no es una enfermedad que necesite tratamiento– insiste Mauricio Toro.
Cuando presentó el proyecto en el Congreso, fue recusado. El argumento se escuchaba absurdo: tendría “conflicto de intereses” al presentar una iniciativa para la comunidad LGTBIQ+, siendo homosexual. La Comisión de Ética negó la recusación, y sentó un precedente: nadie en el Congreso podrá ser recusado por su orientación sexual.
La recusación, sin embargo, tuvo como consecuencia que el proyecto no contara con el tiempo necesario para ser debatido, por lo que terminó archivado.
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Danne Belmont es la directora ejecutiva de la Fundación GAAT, en Bogotá, un grupo de apoyo para personas con experiencias de vida trans. A través de Zoom, Danne cuenta que es una “sobreviviente de los Ecosieg”. Todo comenzó cuando tenía 16 años. Después de contarle a su familia que era gay, una psicóloga recomendó que llevaran a Danne a una iglesia, donde les dijeron que a través de ritos y acompañamiento espiritual lograría “reencontrarse con la heterosexualidad”.
En una ocasión condujeron a Danne al púlpito, le tomaron la cabeza, mientras el pastor decía que ser gay estaba mal. Al final le preguntaron si ya no era homosexual. Danne, para evitar la presión, dijo que claro, ya no lo era. Pero, desde luego, seguía siéndolo.
Como no funcionó, su familia acudió a una iglesia católica. En un puente festivo llevaron a Danne a un retiro espiritual, donde rezaban cada mañana y en la noche hacían una especie de exorcismo. Rociaban su cuerpo con agua bendita, prendían cirios alrededor, y le preguntaban si ya estaba ‘curado’. Danne esta vez dijo “no”, y el ritual se prolongó horas.
En el retiro estaba con su hermana, a la que la señalaban como la familiar del gay que no se quería convertir. Parte del problema de los Ecosieg, dice Danne, es que ponen a la familia en una situación de ‘hipervigilancia’ de las acciones de quien en teoría está dejando de ser homosexual, o lesbiana, lo que fractura la confianza familiar.
— Pasar por esas supuestas ‘terapias’ de conversión te hace sentir muy mal. Porque, primero, por lo regular te llevan a partir de mentiras. Nunca te dicen que te van a hacer un exorcismo, por ejemplo. Hemos conocido casos de personas que han violado, golpeado, en fundaciones. Es como una ruleta de la suerte sobre cuál violencia te va a tocar. Un sentimiento muy común en las víctimas de Ecosieg es el miedo, porque claro, si te dicen ‘tú tienes algo que está mal, algo que puedes y tienes que cambiar’, tú lo intentas con todas las fuerzas. Yo intentaba dejar de ser gay, no quería alejarme de mi familia, no quería caer en los mismos estereotipos con los que te bombardean en estas terapias, donde muestran a la comunidad LGTBIQ+ como pervertida. Tenía miedo de lo que iba a ser mi vida, pues se suele entrar en depresión, la persona se castiga a sí misma. Hasta que me acerqué al activismo LGTBIQ+. Eso me salvó, me planteó una nueva posibilidad de ser y habitar mi cuerpo, mi identidad, libre, lejos de los juzgamientos y de estos procesos violentos hacia quien yo era.
Pese a los cálculos - uno de cada cinco- hay un subregistro de las personas LGTBIQ+ que han pasado por terapias de conversión de la orientación sexual. Son procedimientos que se ven como algo natural, al punto que, explica Danne, no solo no se habla de las violencias que hay detrás, sino que no se reconocen.
Danne hacía chistes: como que una vez su familia lo llevó a un exorcismo y nunca les funcionó, “antes salí más marica y ahora travesti”. Cuando leyó sobre los Ecosieg, entendió que no era tan gracioso lo que había vivido.
— Muchas de las personas que hemos pasado por estos procesos hemos pensado en suicidarnos. Y no es porque seamos gays, lesbianas, transexuales, es porque la sociedad nos pinta que ser así está mal. Y es ese rechazo social lo que nos arrincona. Por eso es importante que podamos hablar de la salud mental de las víctimas. Y educar a las familias sobre la diversidad sexual. Mi familia tomó las peores decisiones conmigo, con las mejores intenciones. Porque la sociedad ha enseñado que no puedes tener una vida feliz, un trabajo estable, una familia, si eres gay. Se trata de estereotipos sociales errados. Cuando empecé a mostrarles la otra cara del asunto, mi relación con mi familia cambió. Me acompañan a las marchas LGTBIQ+ y generaron acciones de reparación y reconocimiento de mi identidad, lo que nos unió. La sociedad tiene una deuda histórica: permitir hablar de diversidad sexual en las casas, reconocerla en las familias, sin que eso implique que nos echen, o que nos sometan a torturas como los Ecosieg.
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Milton Murillo es psiquiatra, docente de la Universidad del Rosario. En su concepto, pensar que se puede cambiar la orientación sexual a través de una terapia “es un disparate”. El problema, explica, es que en Colombia aún no se regula las terapias que se realizan sin tener evidencia científica, y por ello está de acuerdo en que exista una ley que prohíba los ‘tratamientos’ de conversión.
El doctor Murillo afirma incluso que estos procedimientos pueden ser muy lesivos para quien se someta a ellos. Su colega, el psiquiatra Jairo Mario González Díaz, piensa lo mismo.
— Las personas con orientación sexual diversa en muchos casos tienen mayor riesgo de tener síntomas depresivos, de ansiedad, tendencia a consumir sustancias como alcohol y mayor riesgo al suicidio debido a la discriminación a la que son sometidas. Exponerlas a este tipo de terapias, entre comillas, que no tienen sustento científico sólido, aumenta el riesgo de afectar su salud mental. Lo que está detrás de las terapias de conversión es la idea religiosa de que la orientación sexual puede ser modificada, en la medida que se entiende como algo malo, una enfermedad, un pecado, una mala conducta, y por ende necesita un tratamiento. Son terapias que parten de una raíz falaz, porque la homosexualidad no es una enfermedad.
Las fundaciones que sustentan las terapias con violencias como inducciones al vómito o exposición de la persona a escenas homosexuales mientras la someten a electrochoques (a veces en los genitales), lo que buscan es lograr que lo que era excitante en un principio para el homosexual, se vuelva desagradable, algo que tampoco tiene sustento científico e implica delitos como la tortura.
En las terapias que ofrecen las iglesias, en cambio, explica el doctor González Díaz, lo que se hace en el fondo es aprovechar que las personas no se sienten cómodas con su orientación sexual debido a la presión social, o porque tienen una homofobia ‘internalizada’, y lo que terminan haciendo esas terapias es profundizar la homofobia.
Tal vez por eso en el mundo se le presta más atención al control de estos procedimientos. En EE.UU, el presidente Joe Biden firmó una orden ejecutiva para ponerle fin a las terapias de conversión de la orientación sexual. Desde la Casa Blanca, dijo: “Mi Administración debe salvaguardar a los jóvenes LGTBIQ+ de prácticas peligrosas como las terapias de conversión, desacreditadas por la ciencia, que según investigaciones pueden causar un daño significativo, incluso mayores tasas de pensamientos y comportamientos relacionados con el suicidio por parte de los jóvenes”.
“La decisión es de cada persona, no de una terapia”
La iglesia del pastor y excandidato presidencial, John Milton Rodríguez, fue mencionanda en la investigación de la revista Volcánicas como una de las congregaciones religiosas que ofrecen terapias de conversión de la orientación sexual. Rodríguez asegura que no es cierto que su iglesia realice estas ‘terapias’. “Somos respetuosos del derecho constitucional de la libertad religiosa de cada persona”.
Y agrega: “lo que se ofrece es el culto, un acompañamiento de consejería, pero no una terapia de conversión de la orientación sexual que garantice éxito, no conozco la primera. Yo ofrezco es una orientación bíblica conforme a los temas en los que se tengan inquietud. Ofrezco la Biblia, la Palabra de Dios, y ya cada persona toma la decisión que desee. Ahora, sí conozco casos de personas homosexuales que cambiaron su orientación, pero obedeció a una decisión personal, repito, no por ninguna terapia. Además, a mí nunca me gustó que me impusieran nada, yo tampoco lo hago. La imposición no deja nada bueno. Repito: es la persona la que toma la decisión de dejar o no su orientación sexual”.
John Milton Rodríguez, sin embargo, no está de acuerdo con el proyecto de ley que prohíbe las terapias de conversión de la orientación sexual, “pues, de alguna manera, es una iniciativa que estaría en contravía de la libertad de culto en Colombia”.
“Con o sin ley, seguiremos ayudando”
Esteban Ramírez es ministro cristiano, representante del movimiento Familias Por la Verdad, excandidato al Senado y uno de los opositores del proyecto que prohíbe las terapias de conversión de orientación sexual. Según Esteban, desde la perspectiva cristiana, “toda persona debe tener la posibilidad de acceder a los medios necesarios para modificar una conducta que llega a considerarse perjudicial como la homosexualidad, y para alcanzar esa modificación se requiere la ayuda de un terapeuta, que le brinde diferentes posibilidades”.
Esteban considera el homosexualismo como nocivo y adictivo, una práctica que afecta la salud mental, espiritual y física de las personas.
—Por eso creemos en la necesidad del reconocimiento de las terapias reparativas o de reversión de la homosexualidad, con el fin de que de estas personas que lo desean puedan reconciliarse con su heterosexualidad. Hay que recordar que la práctica homosexual se ha asociado a traumas de la infancia, incluyendo abuso sexual de miembros de la familia o amigos o desconocidos, por carencias de afecto del padre o la madre, entre otros motivos. La homosexualidad no es una orientación que se asume o un gusto que aflora, es una conducta que se aprende y muchas veces tiene una causa que se puede tratar.
Esteban asegura que las terapias ‘reparativas’ de la orientación sexual que ofrecen las iglesias cristianas son, primero, voluntarias. “A nadie se le obliga a tomarlas, ninguna terapia tendrá éxito si la persona no desea cambiar”. Tampoco, dice, implican violencia. Es un acompañamiento con pastores, sacerdotes, psicólogos, un equipo multidisciplinarios porque, insiste Esteban, la homosexualidad es multicausal.
—Hablo por mi comunidad, la Iglesia Familiar Internacional: de ninguna manera, con o sin decretos, dejaremos de tender la mano y de ayudar a las personas que estén en prostitución, o inmersas en estilos de vida autodestructivos como la homosexualidad. Siempre estaremos ahí para ayudar y para tender una mano y ninguna ley nos lo va a impedir. El proyecto que presentó Mauricio Toro lo que busca es frenar en Colombia la libertad terapéutica y, con argumentos falaces, pretende satanizar y criminalizar una terapia que busca ofrecer ayuda a personas que voluntariamente la solicitan para reconciliarse con su heterosexualidad. En el homosexual, la heterosexualidad siempre estará latente.