Colombia
Impacto ambiental de la inteligencia artificial en Colombia: consumo de energía, agua y huella de carbono
El auge de herramientas como ChatGPT plantea desafíos por su alto consumo de energía y agua. Expertos advierten que Colombia aún no está preparada para enfrentar su impacto.
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27 de oct de 2025, 10:34 a. m.
Actualizado el 27 de oct de 2025, 10:34 a. m.
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La inteligencia artificial (IA) dejó de ser un concepto futurista para convertirse en parte de la vida cotidiana de millones de personas.
Plataformas como Gemini y ChatGPT no solo responden preguntas o redactan textos, sino que ahora permiten crear imágenes a partir de descripciones: retratos de seres queridos que ya no están, fotos con celebridades e incluso montajes de estudio.

Pero aunque estas herramientas impulsan la creatividad digital, también ocultan un costo ambiental y social que comienza a inquietar a expertos en Colombia.
De acuerdo con reportes internacionales, entrenar un modelo como ChatGPT puede consumir millones de litros de agua y enormes cantidades de energía eléctrica.
En Perú, un estudio reveló que solo la generación de imágenes con IA habría gastado 216 millones de litros de líquido en 2023.
En Colombia, donde los recursos hídricos y energéticos ya enfrentan desafíos, la pregunta es inevitable: ¿estamos preparados para asumir los costos de la digitalización acelerada?
Ricardo Lozano, exministro de Ambiente, advierte que la carrera por la digitalización trae consigo una “demanda muy alta de energía” que no puede desligarse de la vulnerabilidad climática del país. Recuerda que un fenómeno como El Niño puso en riesgo el abastecimiento eléctrico, lo que demuestra la fragilidad de depender de una matriz donde el 70 % proviene de fuentes hídricas.
La situación se complejiza con los centros de datos, donde se procesan los algoritmos de IA. Estos requieren no solo electricidad, sino también grandes cantidades de agua para refrigeración. “Un evento pequeño de escasez hídrica puede convertirse en una amenaza mayor si seguimos incrementando la demanda energética sin una planificación sostenible”, advirtió Lozano.

Ferney Beltrán, director del centro de investigación de la Universidad ECCI, aporta cifras que dimensionan el problema: entrenar un modelo de imágenes como Stable Diffusion habría consumido alrededor de 150 kilovatios, equivalente al gasto mensual de cien hogares colombianos. Y ChatGPT, aún más grande, llegó a requerir 1200 megavatios solo en su fase de entrenamiento.
El problema no termina allí. Cada imagen generada por IA, que en promedio consume 0,15 kilovatios, parece insignificante de manera aislada. Pero, cuando se multiplica por millones de usuarios y peticiones diarias, se convierte en una huella de carbono masiva.
“Comparado con una búsqueda en Google, el consumo energético de la IA puede ser hasta 500 veces mayor”, afirma Beltrán.
Agua y residuos electrónicos
El impacto de la inteligencia artificial no se limita a la electricidad. Para fabricar los chips de silicio que sostienen sus sistemas se requieren grandes cantidades de agua.
La producción de estos componentes ha crecido en un 70 % en los últimos años, lo que presiona la sostenibilidad hídrica de los países productores.
Además, la vida útil del hardware se ha reducido drásticamente: si antes un procesador podía durar entre tres y cinco años, hoy queda obsoleto en apenas 12 a 18 meses. Esto disparó en Colombia las toneladas de residuos electrónicos, que superaron las 2600 solo en 2024.

Ricardo Moreno, director de Ingeniería en Energía Inteligente, considera que es urgente que el país adopte métricas claras sobre el uso de agua en centros de datos:“Internacionalmente, se habla de un estándar de 0,30 litros por kilovatio hora. Necesitamos regulaciones que garanticen eficiencia en el consumo y que los centros de datos funcionen con energías renovables distribuidas, como solar o eólica, para reducir la huella ambiental”.
El costo ambiental se combina con otro riesgo: el de la desigualdad. Lozano advierte que, sin una política inclusiva, la digitalización puede convertirse en “un nuevo motor de inequidad” que deje por fuera a los sectores más vulnerables sin acceso a internet o dispositivos.
Desde otra orilla, Julián González, profesor de la Universidad del Valle, reflexiona sobre el impacto social de herramientas como Gemini, que permiten recrear imágenes de seres queridos fallecidos. Según él, estas prácticas están todavía en una “fase de copia”, similar al uso tradicional de fotos funerarias para mantener viva la memoria. Aunque no generan de por sí riesgos emocionales, podrían amplificar desequilibrios preexistentes en personas con fragilidad psicológica.
También advierte sobre el riesgo de vivir en una “sociedad más ficticia”, donde los vínculos con pantallas sustituyan los vínculos humanos: “El sacrificio de la complejidad de relacionarse con personas reales es un riesgo mayor que el de interactuar con inteligencias artificiales, serviles y condescendientes”.
¿Qué hacer en Colombia?
La mayoría de expertos coincide en que el país no está completamente preparado para enfrentar el costo ambiental de la inteligencia artificial, pero también ven oportunidades.
Para Moreno, la clave está en integrar la IA con la transición energética: “Los data centers pueden operar con energías renovables y almacenamiento en baterías, generando incluso valor positivo a la red eléctrica”.
Beltrán sugiere adoptar un enfoque de “IA verde” que priorice la optimización de modelos en lugar de su gigantismo y que fomente la recolección responsable de residuos electrónicos.

Lozano, por su parte, hace un llamado a la educación: “Necesitamos que congresistas, jueces y ciudadanos entiendan qué significa la inteligencia artificial y cuáles son sus impactos, para evitar que se convierta en un problema de desigualdad y mayor contaminación”.
Mientras tanto, las corporaciones tecnológicas continúan ampliando sus capacidades.
Se rumora que gigantes como Amazon planean instalar centros de datos de gran escala en Colombia, lo que podría incrementar aún más la presión sobre la red eléctrica y los recursos hídricos.
La disyuntiva está planteada: aprovechar la IA para mejorar la eficiencia energética, prevenir desastres y cerrar brechas sociales, o correr el riesgo de que su uso indiscriminado acelere la crisis climática y la desigualdad en el país.
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