Política
La última legislatura, una prueba para la democracia; análisis
En marzo, los colombianos podrán premiar la coherencia o castigar la indiferencia de los congresistas que quieran reelegirse.
21 de jul de 2025, 04:28 p. m.
Actualizado el 21 de jul de 2025, 04:28 p. m.
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Por: María Alejandra Arboleda, docente y consultora en Comunicación Política
Ayer se instaló la cuarta y última legislatura del Congreso bajo el gobierno de Gustavo Petro. Se dio en medio de un ambiente cargado de tensión institucional, creciente violencia política, desconfianza ciudadana y crisis en múltiples sectores.
Esta no es una legislatura más: es la prueba definitiva para saber si el Congreso de la República estará a la altura de su mandato democrático, o si terminará claudicando frente a un presidente que ha intentado debilitarlo desde adentro.
La sesión dejó claro el contraste entre dos visiones de país. El senador Efraín Cepeda, en su discurso de despedida como presidente del Senado, ofreció una defensa valiente de la institucionalidad.

Recordó que la democracia no es solo el poder de las mayorías, sino también la existencia de contrapesos, verdad, deliberación y reglas claras.
Y advirtió sobre la cultura del desprecio como antesala de la autocracia y pidió a los ciudadanos no dejarse seducir por los discursos que estigmatizan, polarizan y eliminan al contradictor. Finalmente, hizo una defensa de la libertad de prensa, resaltando el papel fundamental en cualquier democracia.
En contraste, el presidente Petro habló por de más de dos horas de un país que no conocen quienes lo viven a diario.
Exaltó logros discutibles, especialmente en salud. Pidió aplausos para su ministro en medio de la mayor crisis del sistema y presentó cifras cuestionables para vender un relato triunfalista. No mencionó el atentado contra el senador Miguel Uribe, cuya silla vacía y rostro en una pancarta fueron un recordatorio doloroso de la violencia política que vivimos.

El presidente Petro aseguró que en Colombia hay democracia, porque “no se ha cerrado ningún periódico”, mientras atacaba a los medios y desacreditaba a la justicia. Aseguró que en la mayoría de los municipios del país hay paz, desconectado de una realidad en la que la violencia va en aumento en la mayor parte de municipios de Colombia.
Señaló enemigos, eludió responsabilidades y se volvió a proclamar como único interprete legítimo del pueblo.
Más que un balance, fue un torbellino de verdades a medias, omisiones y un monólogo extendido que retrasó la intervención de la oposición.
Aun así, las voces de la oposición se hicieron sentir: Paloma Valencia, Marelen Castillo, Lina Garrido y Daniel Caravalho hablaron con contundencia de un gobierno sin rumbo, sin cohesión y sin resultados.

Gustavo Petro ha hecho del desprestigio institucional una estrategia. Acusa al Congreso de la República de frenar el cambio, estigmatiza a quien piensa distinto y amenaza con gobernar por decreto.
Dice defender libertades, pero normaliza el ataque a los contrapesos democráticos. Su silencio frente a la violencia política dice más que cualquier declaración de principios.
Esta legislatura comienza con una agenda densa y desafiante, como el proyecto de Paz Total, pero nada será más importante que garantizar elecciones libres, pacíficas y con reglas claras. La democracia está en juego.
El Congreso de la República debe ser el primer escudo institucional. pero los ciudadanos también tienen un rol ineludible: exigir, participar y votar con conciencia.
En marzo del próximo año se podrá premiar la coherencia o castigar la indiferencia. Porque la democracia no es un discurso: es una defensa diaria. Está en nuestras manos.