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Ojo a las listas para el Congreso

Al concederle a un aspirante la oportunidad de llegar por primera vez o volver al Congreso, deberían examinarse cuestiones como su trayectoria, su talante ético, sus capacidades y formación.

Antonio de Roux
Antonio de Roux. | Foto: El País

Antonio de Roux

21 de abr de 2025, 01:11 a. m.

Actualizado el 21 de abr de 2025, 01:11 a. m.

El proyecto de Petro y su Pacto Histórico ha descuadernado a Colombia y cuenta con la posibilidad de perpetuarse. Para lograrlo, están valiéndose del manual de estrategias propio de los movimientos populistas latinoamericanos. Este contempla dos elementos centrales: crecimiento desbordado del Estado y corrupción galopante. Un modo de proceder infalible para apropiarse de las rentas públicas y aplicarlas a la prolongación indefinida del festín.

La corrupción permite al Gobernante dividir internamente y socavar la disciplina de los partidos que pudieran ser opositores. El resultado lo estamos viendo: congresistas untados de mermelada, contratos espurios y cuotas burocráticas. Tal es la forma de conseguir las mayorías requeridas para hacer nombrar en altos cargos a personajes afectos al régimen; tal es la manera de obtener la aprobación de las inconvenientes reformas oficiales, propuestas que no se apoyan en el rigor de los análisis, sino en narrativas fantasiosas, ajenas a la conveniencia general.

La situación se hace descorazonadora, al considerar que a la bien aceitada entrega individual practicada, por una parte, de los congresistas, se suma la proliferación de partidos sin principios ni organización interna; sin voluntad real de aplicar su propia disciplina. César Gaviria y Efraín Cepeda, cabezas de las dos grandes colectividades tradicionales, parecen viudas mendicantes tratando de aconductar su prole de parlamentarios díscolos, varios de los cuales parecieran tener como modelo la profesión bien pagada de las cortesanas finas. Al expresidente, sin embargo, se le abona que tiene clara la gravedad del momento y se ha empeñado en impulsar la creación de una convergencia democrática con potencial de reconstruir la esperanza.

Lo más llamativo es que, al considerar los riesgos crecientes de nuestra democracia, no se analice la responsabilidad que al Congreso actual y a los anteriores corresponde. Nuestras desgracias podrían terminar o haberse precavido si esa corporación actuara con rigor y honesto sentido patriótico. La inseguridad en las calles, por ejemplo, no es culpa exclusiva de la jurisdicción penal. El desastre se origina en la imprevisión de los legisladores que aprobaron laxas normas para combatir la criminalidad, procedimientos judiciales eternos, garantías extremas para el hampa e incluso dieron vida a esa la guerra sin condiciones que es la ‘paz total’.

Durante estos meses anteriores a las elecciones parlamentarias, los partidos han comenzado a trabajar en la elaboración de las listas de candidatos al Senado y la Cámara. Este ejercicio debe ser supervisado de manera cercana por la opinión pública y los medios de comunicación. Al concederle a un aspirante la oportunidad de llegar por primera vez o volver al Congreso, deberían examinarse cuestiones como su trayectoria, su talante ético, sus capacidades y formación.

Es mínimo el número de partidos que aplican sistemas de escrutinio al conformar sus nóminas de aspirantes. En general, las organizaciones políticas están dominadas por el bolígrafo y el amiguismo; indiferentes frente a los contenidos éticos, ideológicos y programáticos. Y es usual que privilegien a quienes aportan recursos sin preguntar por su origen.

Si permitimos que esto continúe así, pronto no tendremos democracia ni país.

Antonio de Roux

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