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Memorias de abril

Yo pertenezco a una generación que en su momento tomó las armas con la pretensión de luchar por un país y un mundo mejor.

Diego Arias, columnista
Diego Arias, columnista. | Foto: El País

Diego Arias

22 de abr de 2025, 02:40 a. m.

Actualizado el 22 de abr de 2025, 02:41 a. m.

¿Qué hace que, en su momento, un joven como yo haya ido voluntariamente a una guerra? En algún momento de nuestras vidas todos tomamos decisiones que definen el curso de la existencia. Yo la tomé ingresando al M19 cuando apenas tenía 14 años. Era 1979, justo en el contexto del robo de las armas del Cantón Norte, en Bogotá.

Me vinculé a esa guerrilla seducido por su ‘cercanía al pueblo’ y su forma de hacer oposición armada, llena de simbolismo, espectacularidad, ‘bacanería’ y no pocas veces heroísmo; pero, sobre todo, lo hice por su proyecto político alrededor de la idea de democracia (ancha y profunda, construida de bajo hacia arriba y de adentro hacia afuera), algo que nos distinguió profunda y radicalmente de los proyectos revolucionarios socialistas y comunistas (armados), con sustento en la ideología marxista-leninista y que bebió también, en algunos casos, de las fuentes del maoísmo.

Yo pertenezco a una generación que en su momento tomó las armas con la pretensión de luchar por un país y un mundo mejor. En aquel entonces nuestra decisión podía ser leída en una atmósfera de cierto ‘romanticismo’ y justificación, pero haber sostenido por mucho tiempo esa perspectiva no era aceptable. Esa posibilidad murió para siempre, una vez se agotó el siglo pasado y sobrevinieron transformaciones dramáticas. El mundo ha cambiado -y de qué manera- y, no obstante la persistencia de numerosos conflictos y varias guerras, ya nadie le atribuye a esas opciones ni legitimidad ni heroísmo.

En marzo de 1990, el M19 llegó a la paz de forma decidida (fue la primera en América Latina) y con tanta audacia como la que en otros momentos desplegó para la guerra; y mantuvo y honró su compromiso, pese a la muerte de Carlos Pizarro.

Difícilmente un joven de ahora puede entender la ‘locura’ que me llevó a mí y a otros de mi tiempo a meterme de guerrillero y a andar medio mundo (Libia, Nicaragua, El Salvador) dispuesto a cualquier aventura revolucionaria a costa de mi propia vida y la de otros.

Soy de los que cree que hay que escribir con honestidad, humildad y espíritu crítico sobre lo que fuimos y sobre lo que no es bueno que sea olvidado, menos aún, imitado; enalteciendo siempre el repudio por la violencia y la desmesura que esta conlleva, algo que resulta absolutamente inaceptable para cualquier espíritu que sueñe con un mundo mejor.

Hace muchos años, en 1997 para ser exactos, Otty Patiño (dirigente/fundador del M19) y hoy alto comisionado para la Paz, tuvo el noble gesto de dirigirme una comunicación, tan bella como inteligente, humana y profunda, que no obstante ser de otra ‘época’, tiene una extraordinaria vigencia a propósito de las encrucijadas actuales en que estamos como nación.

Su carta comienza así: “No es fácil darle término a una guerra. Esta no es solo una situación de confrontación entre enemigos, sino un estado del espíritu. En Colombia estamos en un período de transición entre la guerra y la paz, entre una cultura de la violencia que ha alcanzado sus niveles más altos y una cultura de la convivencia que debemos comenzar”.

Y cierra, y hago propias sus palabras en estos tiempos intensos de abril… “El dramatismo de este período en donde se navega hacia la paz, en medio de las tempestades múltiples que nos sacuden, sin la costa de la solución única o definitiva a la vista, hace necesariamente que también tengamos que volver nuestra mirada hacia nuestro interior como clave de salvación o desastre… porque para merecer la paz, tenemos que vencernos a nosotros mismos”.

Diego Arias

Especialista en Cultura de Paz y Derecho Internacional Humanitario y Ciencia Política y Resolución de conflictos. Ha trabajado con instalacias del gobierno nacional, departamental y local así como entidades internacionales en temas de Convivencia, Reconciliación y Memoria Histórica. A estado en las transiciones de la guerra en varias naciones como Nicaragua y El Salvador y acompañó el proceso de reintegracion a la vida civil del M19 en Colombia

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