Columnistas

Liturgias del mango

Acabo de enterarme de que existen otras dos variedades de este fruto...

Medardo Arias Satizábal
Medardo Arias Satizábal. | Foto: El País

10 de jul de 2025, 01:41 a. m.

Actualizado el 10 de jul de 2025, 01:41 a. m.

Mientras escribo esta columna, degusto un manguito de azúcar y me pregunto en qué gozos estaba Dios hace más de 4000 años cuando puso estos farolitos dulces en los bosques de India y Birmania.

La complacencia era mayor porque el dulzor de esta fruta, unida a su delicada pulpa, nos habla de una alegría parecida al éxtasis. Así, el mango es fruto sagrado en el sur de Asia y sus hojas y flores decoran bodas y fiestas de fertilidad.

El mango que rueda loma abajo cerca de mi casa no sabe de estos linajes; tampoco el que despierta a los amantes y hace su música nocturna sobre los techos de zinc, pero son de la misma estirpe. Llámense Hilacha, Tommy, Yulima, Manzano, Criollo o Chancleta. El mango común tiene un cabello de fuego y repleta los mercados no solo con su color, sino con un perfume que es socio del barrio, de la obreríada. El encopetado Tommy, Atkins es su apellido, permite unas tajadas dulces que hacen pensar se trata de un fruto irreal, hecho sí para deleite de los dioses.

Los he visto, bajitos, cerca del mar, en Puerto Rico, entre rojos y morados, y también en casa de Gustavo Montoya, al alcance de la mano. Los he vislumbrado en platones a orilla de carretera en Pinar del Río; ahí los llaman Capuchinos y tienen una semilla diminuta entre la apetitosa pulpa.

Pero también los he probado transformados en salsa, en esas preparaciones rituales que hacen en los restaurantes indios para poner sobre pollo o cordero. Ahí, en esos templos perdidos en Nueva York, donde el aroma de especias se confunde con la fragancia del Dahl, la sopa de lentejas amarillas, el yogurt, el naan, el pan que encierra en su vientre el viaje inédito desde Mumbay hasta América, el camino del curry, el picante del guiso Vindaloo o el arroz Biryani. A este mango vibrante que va con todo, lo llaman ‘chutney’. Daría cualquier cosa por volver a un restaurante de Manhattan, donde la cocina de India me convenció de que uno puede ser brevemente feliz. No recuerdo su nombre.

Acabo de enterarme de que existen otras dos variedades de este fruto; el Vallenato y el Mango de Chucha, este último, variedad que se cultiva en el Caribe colombiano, y se distingue por su ‘olor, color y sabor…’.

Aunque Colombia puede presumir hoy de tener variedades propias, todas descienden de esas semillas que trajeron los portugueses al Brasil en el siglo XVI; desde ahí, estos mangos traídos por navegantes lusos se extendieron por toda la zona tropical y subtropical de América.

En los Estados Unidos están en la categoría de las denominadas ‘tropical fruits’ y su precio unitario puede alcanzar los cuatro o cinco dólares. Pero el mango más costoso se encuentra en Japón con el nombre de Taiyo no Tamago o ‘Huevo del sol’. Se cultiva en la prefectura de Miyazaki y es costoso porque en el árbol, agrónomos especializados exponen cada mango a la mayor luz del sol, para que su corteza alcance un color rojo vibrante. Así, suspendidos individualmente, esos mangos alcanzan también una cremosidad y dulzura que permite a los comerciantes exhibirlos como joyas, en cajas especiales, como un regalo fuera de serie. Japón dispone de una subasta especial para estos frutos. Un solo mango Huevo del Sol puede costar entre 50 y 400 dólares. Al cosecharlos, no se cortan; el agricultor espera que caigan al suelo.

Por lo pronto, reto a los japoneses a probar el mango de azúcar del Caribe colombiano. Trae en sí mismo todo el sol, el color y la miel que me permitió escribir esta columna a dos metros del piso, mientras acudían en bandada fragantes memorias.

Medardo Arias Satizábal, periodista, novelista, poeta. En 1982 recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría Mejor Investigación. En tres ocasiones fue honrado con el Premio Alfonso Bonilla Aragón de la Alcaldía de Cali. Es Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, 1987, y en 2017 recibió el Premio Internacional de Literaturas Africanas en Madrid, España.

Regístrate gratis al boletín de noticias El País

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

AHORA EN Columnistas

Gonzalo Gallo

Columnista

Oasis

Ricardo Villaveces Pardo.

Columnista

Irritantes

Fernando Cepeda Ulloa

Columnista

Ocde