Columnistas
Diplomacia a gritos
La diplomacia no se improvisa (y mucho menos se trina)…

10 de jul de 2025, 01:38 a. m.
Actualizado el 10 de jul de 2025, 01:38 a. m.
Hay cosas que uno no se atrevería a escribir ni en una novela de sátira política… porque parecerían demasiado absurdas. Pero eso que no haría un guionista de Netflix lo hace, sin sonrojarse, el Gobierno de Gustavo Petro con la relación más estratégica que tiene Colombia: la de Estados Unidos.
¿Diplomacia? No. Lo nuestro en 2025 fue puro drama tropical. Una mezcla entre Twitter, audios filtrados, amenazas con acento de Florida y retractaciones que dan más pena que alivio.
Trino va, arancel viene
Todo empezó con un berrinche presidencial. Petro decidió rechazar vuelos militares con deportados colombianos por ‘dignidad’. Suena bonito, hasta heroico. Pero esa dignidad duró menos que un trending topic. En menos de 48 horas, Trump sacó el garrote: aranceles del 25 %, amenaza del 50 %, suspensión de visas, inspecciones a productos y advertencias de sanciones. ¿Y Colombia? Reculó. Aceptó los vuelos, los deportados, los aviones y hasta las condiciones. La dignidad se fue de paseo y volvió disfrazada de pragmatismo.
¿Y la estrategia? Bien, gracias
El segundo capítulo fue aún más surrealista. En abril, Estados Unidos impuso un arancel general del 10 % a todas las importaciones, incluyendo las colombianas. Colombia, en lugar de liderar una defensa seria, mandó comunicados genéricos hablando de ‘internacionalización’ y hasta vio en el castigo una oportunidad. Mientras tanto, los exportadores calculaban pérdidas, los empleos pendían de un hilo y el Gobierno seguía improvisando discursos en lugar de hacer política exterior.
El show de los audios y la culpa siempre es de otro
Y cuando uno creía que ya habíamos tocado fondo, llegó la tercera temporada de esta serie. Filtraron audios del excanciller Álvaro Leyva —sí, el mismo que no salía de misa— donde hablaba de tumbar a Petro con apoyo del Clan del Golfo, el Eln y congresistas republicanos. ¿Qué hizo el Presidente? Acusó públicamente a Marco Rubio de estar organizando un golpe de Estado en Colombia. No en un foro privado. No con pruebas. En un evento público, a micrófono abierto. Ni Maduro se atrevía a tanto.
Embajadores de ida y vuelta, como en un reality
La respuesta fue inmediata. Washington llamó a consultas a su diplomático en Bogotá. Colombia respondió igual. Embajadores de un lado para otro, como concursantes eliminados en un reality diplomático. Y en medio del despelote, Petro terminó enviando una carta a Trump. No para exigir respeto. Para disculparse. Para aclarar que “no era personal”. Para pedir que lo entendieran. De dignidad ofensiva pasamos a sumisión afectiva. Y el embajador regresó, con sonrisas, pero sin acuerdos.
La diplomacia no se improvisa (y mucho menos se trina)
Colombia no puede seguir manejando su política exterior como si fuera una pelea de plaza pública. Lo que está en juego no es solo comercio, son empleos, cooperación en seguridad, migración, justicia. Petro convirtió una relación clave en una tragicomedia continental. Y mientras tanto, los ciudadanos pagan los platos rotos.
La diplomacia no se hace con arengas revolucionarias, sino con cabeza fría, visión estratégica y respeto institucional. No se gobierna tuiteando de madrugada ni acusando sin pruebas. Si el Presidente no sabe cómo se hace diplomacia, al menos que no la destruya.