Columnista
Colombia bipolar
El sector energético, con alzas tarifarias (para muchos superiores al 30 %) y escasez en gas, anticipan más inflación.

30 de may de 2025, 02:04 a. m.
Actualizado el 30 de may de 2025, 02:04 a. m.
Colombia parece hoy atrapada en una bipolaridad, un espejismo de indicadores coyunturales que celebran un débil auge, mientras ignora el abismo estructural que el Gobierno está forjando.
El PIB creció 2,7 % en el primer trimestre de 2025, con proyecciones cercanas al 3 % para el cierre y 3,5 % para 2026. La pobreza monetaria cayó a 33 % en 2023, sacando 1,6 millones de personas de la miseria. El desempleo, en 9,6 % en 2025, muestra mínimos históricos, impulsado por la informalidad y la burocracia pública, el consumo y sectores como comercio, agro y servicios.
Pero este brillo es un espejismo: no responde a la genialidad gubernamental, sino a ciclos expansivos globales postpandemia que Colombia no ha sabido capitalizar.
Mientras tanto, otros países de América Latina han exprimido el boom con pragmatismo. Argentina, con un crecimiento proyectado del 5 % en 2025, logró un superávit primario del 2 % del PIB y atrajo US$ 15.000 millones en inversión extranjera directa en 2024, duplicando los flujos de Colombia.
Chile, creciendo al 2,6 %, captó 11.760 millones de dólares en inversión externa (aumentando un 300 % respecto a 2023), impulsado por minería y energías renovables.
Perú, creciendo al 3,3 %, incrementó su inversión extranjera un 65 % mediante asociaciones público-privadas en infraestructura.
República Dominicana, con un 4,7% de crecimiento, se consolidó como hub de nearshoring, manteniendo una inflación del 3,5 % frente al 5,2 % colombiano.
En cambio, Colombia vio su inversión privada caer un 18 % en 2024, al 15 % del PIB, mientras el ahorro nacional se desploma al 14 % del PIB, frente al 21 % de 2019.
Esta ‘bipolaridad económica’ (o euforia coyuntural versus colapso estructural) parece más crónica de una muerte anunciada. El déficit fiscal alcanzó el 6,8 % del PIB en 2024, con un gasto público que crece al 22 % anual frente a un recaudo al 4 %.
Por ello, la deuda pública será este año la más alta en la historia de Colombia con relación al PIB, se encarecen los bonos soberanos en más de un 25 %, y se suspendió la línea de crédito del FMI.
La producción petrolera, que aporta el 5,6 % del PIB, cayó un 5 % por decisiones ideológicas de Gobierno, mientras el Brent a 60s agrava el déficit. La inseguridad, con cultivos ilícitos en 300.000 hectáreas, y tensiones con USA, ahuyentan capitales, con una caída del 22 % en inversión manufacturera.
El sector energético, con alzas tarifarias (para muchos superiores al 30 %) y escasez en gas, anticipan más inflación. La educación sufre por el marchitamiento del Icetex, y la vivienda, por la eliminación de subsidios VIS y no VIS, frena la construcción.
En tanto México y Brasil capturan el 60 % del nearshoring regional, Colombia depende de una burocracia inflada (empleo público creció 7 % en 2024) y juegos de azar, reduciendo su crecimiento potencial al 2,5 % frente al 3,5 % de Perú.
La retórica del “bla, bla, bla” del gobierno, cargada de odio y resentimiento, dispara la incertidumbre, alejando la confianza.
Cuando el ciclo expansivo termine, la inflación energética, el desempleo y la pobreza resurgirán, dejando un legado de 3500 dólares en deuda por colombiano. Petro confunde ciclos globales con méritos propios, pero esta quimera bipolar no engaña: el próximo gobierno heredará una economía al borde del abismo. ¡Pilas!
Economista, Magister de London School of Economics y Doctorado Universidad de Bath. Ex Rector de Universidad del Rosario, CESA Y Uniempresarial y hoy Rector Universidad EIA (Escuela Ingenieria de Antioquia). Ex Ministro de comercio, industria y turismo y Ex Ministro de Hacienda. Profesor e investigador universitario.