Columnistas
Caña de azúcar y modernización sostenible
En lo corrido del presente siglo, son muchos los cambios que se han introducido para hacer sostenible el cultivo y muchos los cambios que aún se pueden hacer...
Especialmente, desde inicios de los 90, se vienen presentando en la opinión pública dos versiones muy distintas sobre el papel de la caña de azúcar en la modernización del Valle del río Cauca. Por un lado, quienes le atribuyen un papel central en el desarrollo y prosperidad de la sociedad regional, desde inicios del Siglo XX, y por otro lado, quienes consideran que es un monocultivo, un enclave extractivista, que ha desplazado población y ha deteriorado las condiciones de vida de los habitantes. Este debate está ideologizado al punto que lleva, hoy en día, a odios y estigmas entre distintos sectores sociales.
Aunque hay mucho por investigar, algunos trabajos reflejan bien la evolución del cultivo de la caña de azúcar. Comenzando por el libro del olvidado abogado, historiador y profesor Phanor Eder quien publicó en 1958 un texto sobre su padre: “El Fundador: Santiago M. Eder”. Abunda la precisión factual e histórica contextual sobre el empresario extranjero que fundó Manuelita, desde finales del Siglo XIX, en medio de guerras civiles. Fue una historia llena de conflictos, con otros propietarios y con ciudadanos que lo estigmatizaban por ser extranjero y liberal. 25 años más tarde, el también olvidado sociólogo José María Rojas escribió el libro ‘Empresarios y Tecnología en la Formación del Sector Azucarero en Colombia: 1860-1980′ (Biblioteca Banco Popular, 1983). Es un libro nodal para entender la evolución del sector. Siendo un pensador marxista, destaca positivamente el papel de los empresarios en el surgimiento de la industria azucarera que él llama ‘capitanes de industria’ que consolidan una red de ingenios desde el norte del Cauca hasta Risaralda.
Al lado de esta red prosperan ciudades intermedias, haciendo del Valle del Cauca un departamento urbano, en su parte plana. Todo esto se dio ciertamente en medio de conflictos y de violencia, pero el efecto de la industria sobre la región fue de modernización, como lo argumentaran posteriormente trabajos de Fedesarrollo.
Recientemente, se presenta el libro ‘Producción Agroecológica de Caña de Azúcar en Colombia: historia, teoría y práctica’ (Álvaro Zapata Cadavid et al. Editorial CIPAV, 2024), con especial referencia a los casos de las haciendas El Hatico y Lucerna. Libro muy importante que muestra la trayectoria empresarial y familiar de varias generaciones con información de sus empresas particulares. Se destaca como han reconducido el cultivo de la caña, para producir caña orgánica, como han mejorado los suelos, los sistemas de fertilización y de control de malezas, entre otros. Han combinado el cultivo de la caña con la producción de leche y los sistemas de silvo pastoreo del ganado. En suma, es una respuesta práctica y pedagógica a muchos de los problemas que se han presentado con el cultivo. Demuestran que el demonio no es la caña, sino la forma de cultivarla.
En lo corrido del presente siglo, son muchos los cambios que se han introducido para hacer sostenible el cultivo y muchos los cambios que aún se pueden hacer, ya sea por las grandes empresas y los ingenios, o bien por los empresarios medianos y pequeños. Es fundamental el papel de los jóvenes que están haciendo el relevo en sus familias, a quienes la agroecología no les es extraña. El efecto de este nuevo rumbo, ciertamente lleno también de dificultades, puede ser el de seguir contribuyendo al bienestar regional. En otra oportunidad, me gustaría referirme al polo opuesto que critica el monocultivo. Sobre la base de defender la tierra, la propiedad y el trabajo, todo se puede conciliar.
N.B. Aclaro que soy miembro de Procaña y que tengo un cultivo de 30 Has.