Cali al garete
Cali, una ciudad cada vez más a la deriva, sin rumbo o propósito previo, a merced de las eventualidades o circunstancias, precisa entonces un alcalde de verdad
Sin un adecuado Plan de Ordenamiento Territorial, POT, es claro indicio de que esta ciudad continúa extraviada, perdida, sin rumbo, sin plan definido, fracasada o malograda, que son los usuales significados de estar al garete -que en rigor es una embarcación sin gobierno, llevada por el viento o la corriente- o sea una ciudad sin gobierno y a merced de la corrupción y el clientelismo. Y sin control, como que sigue aconteciendo en varios sitios, con su inseguridad, ruido, atropello y vandalismo.
El Centro de la ciudad cada vez tiene menos viviendas; hay muchos edificios abandonados; se siguen demoliendo sin permiso casas para poner parqueaderos, o simplemente las dejan caer; y lo del (mal llamado) Bulevar del Río es un fracaso debido a la equivocada idea de suprimir totalmente el tránsito vehicular a lo largo de cerca de 800 Ms. de un malecón (al lado del río) que es como se lo debe llamar, convirtiéndolo por las noches en un rumbiadero, perjudicando a los que ya vivían a su lado.
San Fernando ha visto cómo el agradable Parque del Perro ahora lo es apenas durante el día, ya que por las noches se transforma en el ‘parque del porro’, generando ruido, desorden y basuras, que molestan a los que habitan en su entorno; y es otra improvisación el haber permitido la apropiación total de una de las calzadas de la Cr. 34 por parte de los restaurantes aledaños, en lugar de sólo ampliar los andenes y obligar al uso de los estacionamientos existentes en el sector y no hacerlo en las calles.
San Antonio sigue, sobre todo en su parte alta, víctima del ruido y de los carros invadiendo las calles y trepándose en sus estrechos andenes; se insiste en hacer terceros pisos no permitidos y se pintan fachadas de colores, incluso de negro, ignorando la norma que especifica blanco o colores claros, a lo que se suman las pintadas, inclusive sobre las mismas fachadas. La norma vigente que indica no disponer de más de una cuarta parte de una casa para usos diferentes, no se cumple.
El Peñón, cuyo parque es uno de los más agradables de la ciudad, pese a los tendidos eléctricos y los carros estacionados a su alrededor, lleva años esperando que se desmonte la estructura metálica que se armó a su lado en el icónico Colegio de La Sagrada Familia, varios pisos más alta que lo permitido y demoliendo parte del mismo; demora que preocupa pues sin duda demuestra que las autoridades municipales no están interesadas en hacer cumplir las normas vigentes en la ciudad.
El Km 18 de la Salida al Mar no solo afecta con sus ‘piques’ de fin de semana la vía a Buenaventura y, aunque no está dentro del casco urbano, a la ciudad toda ya que es un ejemplo del mal comportamiento de muchos de sus habitantes, como también de la total falta de control por parte de las autoridades municipales; y de la lamentable desidia de buena parte de los caleños respecto a su ciudad, principiando por los que no votan: más de la mitad de los habilitados para hacerlo.
Cali, una ciudad cada vez más a la deriva, sin rumbo o propósito previo, a merced de las eventualidades o circunstancias, precisa entonces un alcalde de verdad. Como el patrón (capitán) de una embarcación, que debe evitar ante todo que se hunda, como está pasando con el MÍO, y que debe estar atento a la cabal ejecución de las maniobras que ha dispuesto el Plan de Ordenamiento Territorial, POT, a largo plazo, aprobado por un Concejo de verdad, y no ‘maniobrar’ en su beneficio.
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