Afuera de casa
Se trata de descubrir y disfrutar esa parte de un territorio, natural, rural o urbano, que puede ser observada desde la casa y, saliendo de ella, desde la ciudad
Se trata de descubrir y disfrutar esa parte de un territorio, natural, rural o urbano, que puede ser observada desde la casa y, saliendo de ella, desde la ciudad. Concepto que lleva implícita la existencia de un sujeto observador, el urbanita, y de un objeto observado, el paisaje, del que se destacan básicamente sus cualidades visuales y espaciales. Cualidades muy relacionadas con la vista y el oído, y que en las ciudades están directamente vinculadas con la espacialidad de sus calles, avenidas, plazas, parques y zonas verdes, y la arquitectura del entorno de cada una, desde las que se observan a lo lejos y parcialmente los diversos paisajes rurales y naturales que las rodean.
En los paisajes naturales sus cualidades visuales y espaciales son muy variadas; desde mares, lagos y ríos, llanuras, sabanas y valles, a cerros, montes y montañas; acompañados por diversos sonidos naturales, y cambian a lo largo del día y a lo largo del año, mucho en las regiones con estaciones y muy poco en las tropicales, salvo cuando llueve o hace sol o llega la brisa o el viento. Son todos producidos por naturaleza sin la intervención de los seres humanos, que estos admiran aunque muchos poco protegen, o prefieren ‘verlos’ en fotografías o películas; pero por fortuna también se pueden ‘leer’ en muchas buenas novelas, como en La isla del árbol perdido, 2022, de Elif Shafak.
En los paisajes rurales sus cualidades visuales y espaciales ya no son tan variadas, salvo cuando cambian las estaciones, y se deben principalmente a los cultivos o tierras de pastoreo en cada caso, y más ahora que predominan los monocultivos, que varían lentamente, o de un momento a otro cuando se cosechan, y en los que, por ignorancia, el paisajismo está ausente. Y por supuesto una cosa es admirarlos a lo largo de una carretera (no tanto desde una autopista) o desde un tren o un avión al despegar o aterrizar, pero otra cosa muy distinta es vivir en ellos o cerca a ellos, y cada vez son muchísimos más los que no los pueden vivir y disfrutar pues han migrado a las ciudades.
En los paisajes urbanos sus cualidades visuales y espaciales varían mucho de una ciudad a otra, y en cada una los hay muy diversos: calles, avenidas, plazas, parques y zonas verdes, a los que se suma el paisaje rural y natural que rodea a todas las ciudades, pero no siempre a la vista por estar cada vez más retirados, al punto de que “desaparecen” cada vez más. Y la ciudad es un paisaje construido principalmente por su arquitectura, lo que la banalización de la arquitectura moderna ignoró en muchas de ellas al dejar de lado su relieve y clima, como ha sido el caso de Cali, los que definen su biodiversidad y vegetación, olvidando la relación de sus habitantes con sus panoramas urbanos.
Vivir sabroso implica, además de lo que respecta a la crianza, educación, salud, trabajo y recreación, todo lo que tiene que ver con el ambiente en que se vive: la casa y la ciudad, y estas muy ligadas con el paisaje que las rodea. Ya sea natural, rural o urbano, siempre están presentes, y en la casa y la ciudad casi siempre los tres al mismo tiempo, o por lo menos el natural, a lo lejos junto con el rural, y el urbano, que ineludiblemente espera afuera, y que comienza justo al salir de la casa a la calle. Toda vivienda está, infaliblemente, en un paisaje natural, rural o urbano, que la complementa, bien o mal, afectando, mal o bien, a sus habitantes, que los perciben, consciente o inconscientemente.
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