Cultura
Viaje al interior de la Filarmónica de Cali; conozca cómo es un día de ensayos
Esta agrupación de músicos es un hito para la cultura de Cali y el Valle del Cauca. Aquí detalles de lo que ocurre antes de cada presentación, en la que deleitan al público. Crónica con melodía.

1 de jul de 2025, 10:19 a. m.
Actualizado el 1 de jul de 2025, 10:19 a. m.
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Es martes en la tarde. La Orquesta Filarmónica de Cali ensaya en un salón de cerca de 5 metros de alto, con paneles negros suspendidos en lo alto y seis lámparas de piso dispuestas a lo largo del sitio.
Aunque sus ensayos son usualmente en horas de la mañana, en esta ocasión se preparan para una presentación especial, que incluirá al Coro Juvenil de la Escuela de Música de Desepaz, muchos de quienes están afuera esperando su hora para ingresar.
A pocos minutos de empezar el ensayo, se escucha el sonido unánime de todos los instrumentos. Algunos músicos tienen que acercarse entre sí cuando se hablan, otros cambian partituras, las acomodan en los atriles.
El ruido de instrumentos afinándose parece abarcarlo todo, una densa capa de sonido que adormece los sentidos, hasta que una mano en lo alto silencia todo. Es Martín Buitrago Echeverri, de 25 años de edad y desde hace dos años asistente de director en la Filarmónica, quien empieza a hablar.

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Desde el 2002, la Orquesta Filarmónica de Cali empezó a consolidarse como el referente cultural que es hoy en día para la ciudad. Nacida luego de la disolución de la Orquesta Sinfónica del Valle, gracias al apoyo mancomunado del sector privado y el público y bajo la dirección de ProArtes, acogió a músicos que venían de la ciudad y otras partes del país, y con ellos conformó un grupo inicial de siete primeros (concertinos), seis segundos, cinco violas, cuatro chelos y dos bajos, convirtiéndose en una de las seis orquestas profesionales de Colombia.
Dirigida por el clarinetista italiano Francesco Belli, la Filarmónica organiza su programación con base en sus propuestas, que son presentadas a consideración de la junta artística y que incluye apuestas locales, nacionales e internacionales. “Se le apuesta mucho al talento local, al talento que vive en Colombia”, comenta Laura Sandoval, quien empezó como música de la Orquesta y ahora dirige la producción de las presentaciones.
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Alguien a un costado del asistente de director explica el programa a ensayar, ofrece recomendaciones frente a las partituras que se usarán. En el recinto hay 27 hombres y 9 mujeres, a cuyos costados se encuentran estuches de todas las formas y tamaños, en los que se guardan desde tubas hasta flautas.
Entonces Martín Buitrago da comienzo al ensayo: el sonido de los aires aumenta, los violines se erizan, un sonido agudo se abre paso, un golpe seco estremece con el retumbar del tambor. El ritmo acompaña el movimiento del director, quien con la mano extendida hace una venia, luego un barrido, se detiene y comienza un movimiento dubitativo, como de mano que dudara, un gesto que es acompañado por el suspenso de los violines.
Los músicos están pendientes de ejecutar sus movimientos al mismo instante en que Buitrago Echeverri los fija con su batuta. En el instante en que este aclara un aspecto, un músico aprovecha para hacer una anotación en la partitura y fijar de nuevo su mirada al frente.

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“El momento más importante para mí fue cuando me gané el concurso de principal, porque me dediqué a un instrumento como nunca antes lo había hecho”, cuenta Diego Andrés Villacís, de 56 años y principal de los segundos violines.
Él hace parte de la Filarmónica desde su creación, cuando ingresó como becario, y desde ese momento ha ido presentando pruebas hasta aquella que le confirmó su cargo actual en la orquesta. “Uno se gana el concurso y es apenas el comienzo. Es ahí donde empieza a entender muchas cosas de lo que es la dinámica de una orquesta”, cuenta, y explica que liderar una fila de músicos, como le corresponde en la actualidad, es una responsabilidad aún mayor: “La fila depende de tus decisiones. Y no solo eso: tienes que estar pendiente de otras cosas que van funcionando de la orquesta”.
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Para Carlos Andrés Olarte, músico de 49 años y contrabajista de fila de la Orquesta Filarmónica de Cali desde su creación, la dinámica de los ensayos previos a sus presentaciones es crucial:
“Depende de la disciplina que cada músico se autoimponga. Los trabajos son muy fuertes, mentalmente hablando, debido a la presión que tenemos. Hacer música orquestal no es fácil. Siempre hay que estar con el hacha afilada, en un buen nivel. Es la lucha por la excelencia lo que hace que surja entre todos lo que el maestro llama una armonía que está por encima de nosotros”.
Luego de una carrera artística de cerca de 25 años, Olarte es consciente de que habrá un momento en el que su cuerpo le dará a entender que es momento de cerrar este ciclo en su vida. Pero, mientras tanto, seguirá entregando todo de su talento para asegurar que su rol dentro de la Filarmónica siga representando un gran apoyo.
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En ausencia de Belli, quien debe cumplir ocasionalmente compromisos por fuera del país, Buitrago Echeverri asume las funciones -y la responsabilidad- del italiano, convirtiéndose en el líder de la Filarmónica de Cali. “Desde que ingresé al cargo, he tratado de mantenerme en el mayor nivel posible para darle la talla a los maestros”, dice.
Fue por invitación del mismo Belli que ingresó a la Filarmónica. El director le hizo una pequeña entrevista, y luego de eso le dio su visto bueno para el cargo. Desde un principio hubo confianza en sus capacidades.
“Para mí una parte fundamental es poder plasmar la idea del director titular. Tengo que estar muy pendiente del maestro Belli para copiar sus intenciones musicales y que parezca que él está, incluso cuando no es así. La idea es honrar ese trabajo”. Para él, aprender tanto como le sea posible del maestro italiano debe ser una de sus principales tareas en la Filarmónica.
Otra de sus tareas, esta vez a la hora de pensar en un repertorio, está en considerar su duración, que sea adecuado para el público al que va dirigido, que no exceda la planta orquestal ni las capacidades de la misma.
Frente a su relación en el día a día con los músicos de la Orquesta, tiene un principio: “ser un apoyo para los maestros en el sentido de que encuentren a alguien en quien confiar. Con ellos siempre me muestro muy a disposición de escucharlos, porque sé que a veces los aspectos externos y personales pueden afectar su música. Me interesa mucho ser un puente en la convivencia”.

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Se podría decir que la música pasa primero por la sensibilidad de Martín Buitrago Echeverri, como si se tratara del último filtro, para que la correcta interpretación de cada acorde sea confirmada. Es él quien muestra el efecto que se busca sobre el espíritu de quienes escucharán la presentación: la personificación de cada uno de los instrumentos en el sentir de los asistentes.
Comparado con el ruido inicial, una vez se ensamblan los acordes dentro de una pieza toda sensación de extravío musical se pierde: el oído comienza a habituarse al ritmo acompasado, la entrada de los violines genera un deleite melancólico y la emoción aumenta conforme avanza ‘in crescendo’ hacia su clímax.
Comunicador Social y Periodista con sensibilidad por las artes, las humanidades y la cultura. Con larga experiencia en la cobertura de la realidad social, tanto regional como nacional. Interesado en cubrir fenómenos de medioambiente, posconflicto y DD.HH.