CULTURA
La historia de resiliencia de una de las invitadas a la Feria Virtual #UnidosPorLasVíctimas
Claudia Patricia Saa huyó de la Costa Pacífica caucana cuando la guerra convirtió el paraíso donde vivía, en un infierno. Hizo de su tradición un método de sustento en Cali. Ella es una de las invitadas a la Feria Virtual #UnidosPorLasVíctimas.
Para el descanso, el amor, como banco casero y mesa de planchar. A los múltiples usos que puede tener un colchón, Claudia Saa sumó uno, muy a su pesar. Una noche de terror en Timbiquí lo empleó como escudo antibalas, no habiendo otro camino para blindar a sus hijas de las ráfagas de la guerrilla, que se metió a su casa para disparar desde allí al Ejército, que se encontraba al otro lado del río.
Amparadas en esa pared de tela comprimida ahogaron gritos, llanto y pánico. Y lo que siguió de allí fue una sucesión de hechos de miedo que convirtieron en infierno su paraíso bañado por las aguas del Timbiquí, incluida la desaparición de un primo muy amado.
Al tiempo, esposo, hijas y Claudia se desplazaron a Cali, con lo que podían llevar en sus manos. Las gallinas, los cerdos y la casa en palafitos, donde eran tan felices, quedaron abandonados en esa tierra a la que no ha vuelto a ver.
Llegaron a donde familiares en un barrio del oriente de la Sultana de Valle y allí creyeron que estarían a salvo hasta que se dieron cuenta de que en las esquinas aparecían muertos por riñas entre pandillas o que herían gente por robarle unos tenis.
"Entre lo que traje venían unos rollos de material para trabajar, de paja tetera, con la que siempre he hecho mis artesanías para vivir. Traje los sombreros que pude. Me dije, de pronto me sirvan de algo, es que de algo tengo que vivir...", relata.
Fueron años tremendos, admite. De "hacer rendir la comida", "vivir arrimados" y pedir ayudas. En una de esas alguien le dijo que fuera a Prosperidad Social, donde les dieron algún apoyo y la llamaron a una capacitación de formación para emprendimientos, porque ella dijo en el formulario que era artesana.
"Fueron como ocho meses de clases y al final me dieron esta máquina plana –la señala y sonríe– y $400.000 para materiales”.
Entonces le encargó más paja tetera a una señora que la traía de Timbiquí, de donde es típico el árbol del que se extrae. De haber estado en su territorio ella misma hubiera hecho todo el proceso, desde sembrar y cosechar el palo, raspar cada hebra, ponerla al sol, sobarla y trabajarla como se lo enseñaron los abuelos Manuel y Alba cuando ella era chiquita.
Sin modestia –y con mucha razón–, Claudia dice que ella siempre ha sido muy buena para su arte, que le quedan muy lindos los sombreros, carteras y canastos, que hace inspirada en el Pacífico, evocando el movimiento del agua.
Eso hizo que la invitaran al Festival Petronio Álvarez que se realiza cada año en Cali y que trae consigo lo mejor de la comida, la música y la artesanía del Pacífico. Ahí se abrió para ella una puerta que con trabajo y talento se ha encargado de mantener abierta.
Con apoyo de sus hijas, quienes aprovecharon cuanto curso y formación se les atravesó, fue montando sus fotos, redes sociales, construyó su marca Art Timbiquí y ha participado en todas las ferias que ha podido, aunque para ello haya sido necesario buscar dinero prestado o hacer "vaca" entre gente que la quiere.
Hoy cuenta con orgullo que ha viajado a ferias en Medellín y Cartagena, a donde ha sido convocada por Artesanías de Colombia y donde su producto es admirado por los clientes y por los demás artesanos que se aproximan a su mesa.
Y que sus dos hijas y su hijo –que se encontraba en Cali cuando el desplazamiento– son muchachos valientes, profesionales, que han aprovechado cupos en universidades públicas y que hablan con pasión de su tierra y de su historia.
Claudia y su Art Timbiquí estarán en la Feria Virtual #UnidosPorLasVíctimas, del 4 al 8 de diciembre. Su estand virtual se compartirá desde su casa en el barrio Los Lagos, de Cali, desde donde mostrará cosas como sus sombreros playeros de ala ancha y elegante, su producto estrella.
Su añoranza de la Costa Pacífica caucana, de los mariscos, del hablar cantado y particular y las noches plenamente estrelladas la aliviana sobando paja tetera "a todo plan" –sentada en el suelo– en la sala de su casa. Allí nacen sus creaciones, herencia de los abuelos, conexión con sus raíces y alimento de su presente.
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