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La historia de Veraneras, el barrio de Cali que pocos conocen y que resurgió de los escombros

En esta zona de ladera de la ciudad que pocos conocen, sus habitantes, con la ayuda de la Iglesia, buscan salir adelante.

Este mural da la bienvenida al barrio, como una forma de mostrar que el colorido y la vida están por encima de las dificultades que sus habitantes han vivido en años anteriores y que han aprendido a superar con el acompañamiento y el apoyo de la Iglesia Católica.
Este mural da la bienvenida al barrio, como una forma de mostrar que el colorido y la vida están por encima de las dificultades que sus habitantes han vivido en años anteriores y que han aprendido a superar con el acompañamiento y el apoyo de la Iglesia Católica. | Foto: Mario Andrés Lozada Tezna, Reportero de El País

Redacción El País

28 de abr de 2025, 02:07 a. m.

Actualizado el 28 de abr de 2025, 02:07 a. m.

“Por acá solo venían a tirar de todo, basura, escombros. Así nos tocaba para poder cuidar el ranchito”, recuerda Aracelly, quien habita en el sector de Veraneras, en Cali, hace más de 20 años.

Ubicado en la Comuna 18, este lugar es parte de la ladera y colinda con el barrio Los Chorros; es la Cali que pocos conocen, un sector que ha sido visto con intermitencias y ausencias por parte de las administraciones municipales y donde la Iglesia Católica ha suplido no solo la necesidad pastoral de llevar el mensaje del Evangelio, sino también promover y dignificar a la comunidad con procesos sociales.

El sector fue bautizado como ‘Escombros’, un adjetivo poco humano y degradante, al que tuvieron que acostumbrarse sus habitantes.

“Muchas veces nos tocaba ver cosas horribles, hasta llegamos a sentir muy malos olores, como si fueran restos humanos”, cuenta una mujer llamada María, quien al relatar este hecho no puede ocultar su rostro de tristeza cuando recuerda esos difíciles momentos que le tocó vivir junto a su familia.

Las eucaristías se han convertido en un punto de encuentro en el que los habitantes de este barrio han recuperado la moral y la esperanza, pues buscan que sus condiciones de vida mejoren en un futuro.
Las eucaristías se han convertido en un punto de encuentro en el que los habitantes de este barrio han recuperado la moral y la esperanza, pues buscan que sus condiciones de vida mejoren en un futuro. | Foto: Mario Andrés Lozada Tezna, reportero de EL País

Sin embargo, como la expresión coloquial se suele decir: “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”.

Finalizando los años 90, un valeroso grupo de religiosos salvatorianos comenzó a misionar en el lugar y detectó muchas necesidades físicas, espirituales y sociales.

Fue en ese momento donde un poco de luz apareció en medio de la tiniebla. Con alfabetización, catequesis, roperos y una humilde ramada para congregarse a celebrar la eucaristía, el panorama fue distinto.

“Nuestro trabajo como iglesia es evangelizar, debemos ser profetas que anunciamos la esperanza pero también denunciamos las injusticias”. Con estas palabras el padre Diego Ospina, quien fue párroco del sector, recuerda su paso por la comunidad y guarda en la memoria el día que Monseñor Juan Francisco Sarasti, Arzobispo de Cali para ese entonces, caminó por el lugar y quedó perplejo cuando preguntó el nombre del sector y le respondieron que se llamaba Escombros.

Las Veraneras está ubicado en la Comuna 18 de Cali, en zona de ladera.
Las Veraneras está ubicado en la Comuna 18 de Cali, en zona de ladera. | Foto: Mario Andrés Lozada Tezna, Reportero de El País

Monseñor Sarasti guardó silencio, miró las personas y dijo: “Este lugar no puede llevar ese nombre. De ahora en adelante se va a llamar Veraneras, porque miren todas esas veraneras que nos rodean”. Desde ese día pareciera que hubiera llegado la resurrección de Jesús, los rostros cambiaron y el sentimiento fue de alegría entre la comunidad fue palpable.

Desde ese día este sector no ha dejado de florecer a pesar de la poca atención que le han prestado alcaldías en años anteriores, la presencia de grupos violentos, los pocos proyectos de inversión para arreglar la malla vial, el acueducto y mejorar la cancha de fútbol, entre otras obras que son necesarias para la comunidad.

 Estas circunstancias no apagan la calidez de su gente, que siguen adelante, con la fe de un granito de mostaza, como dice el clásico coro de las iglesias.

La fe sigue sosteniendo la presencia desinteresada de la Iglesia, con misioneros y religiosos a quienes no les importa ensuciar su sotana de tierra para estar entre la gente.

 Es el caso del Diácono Santiago Vidal Roldán, un joven que rema contra la corriente del descarte y el individualismo y, por el contrario, entrega su vida al servicio de los más necesitados.

“La periferia siempre será la prioridad para la Iglesia, yo me siento feliz de poder aportar a esta comunidad, visitar los enfermos, compartir la palabra de Dios con la gente y ahora poder seguir el ejemplo de San Francisco de Asís, al edificar esta capilla que es el centro de la fe para las personas”, admitió.

 Con una sonrisa y al frente de la capilla, el diácono Santiago combina el rezo con la acción concreta y viene adelantando un trabajo para mejorar la edificación con el repello del piso, el arreglo de las paredes y la fachada de la iglesia, con el fin de que luzca mucho mejor y sirva de punto de encuentro para los fieles.

Como buen representante de la Iglesia Católica, el diácono Santiago Vidal no lo duda a la hora de coger una pala para levantar lo que será la iglesia del barrio.
Como buen representante de la Iglesia Católica, el diácono Santiago Vidal no lo duda a la hora de coger una pala para levantar lo que será la iglesia del barrio. | Foto: Mario Andrés Lozada Tezna, Reportero de El País

“Yo invito a quienes se quieran sumar a esta labor misionera con su aporte, bien sea material o presencial, todo suma para seguir acompañando esta comunidad que reconforta con la sonrisa cada vez que llego”, es la invitación que hace el diácono Santiago a toda la comunidad caleña, católica o que quiera servir y muchas veces no encuentra el lugar o no sabe cómo hacerlo.

Los escombros ya son parte del pasado. Ahora la comunidad, pese a que sigue teniendo dificultades, mira con esperanza la capilla que poco a poco va tomando forma para ser el centro comunitario de la fe, una capilla que no tendrá nada que envidiarle a las iglesias del centro histórico o las que son populares en redes sociales o se pueden ver por internet.

Veraneras, una comunidad que atesora la calidad humana de su gente, en la actualidad respira otro aire gracias a un acompañamiento constante de la Iglesia que desinteresadamente y sin color político alguno, entre ave Marías y padres nuestros, enciende una luz de esperanza a pesar de muchas oscuridades que dejaron los viejos escombros, en los cuales hoy florecen hermosas veraneras.

Redacción El País

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