Cali
Cali, una ciudad embrujada. ¿Por qué los caleños buscan ‘amarrar’ a la persona amada y endulzar la suerte?
Esta semana, en el centro de Cali, incautaron 116 alacranes que iban a ser utilizados para ritos de brujería, ¿Qué está pasando?
Por Santiago Cruz Hoyos, editor de crónicas y reportajes
La llamada la hizo una ciudadana el martes 20 de junio de 2023. Ella le contó a la Policía que, mientras caminaba frente a la Plaza de Cayzedo, en el centro de Cali, vio cuando un hombre destapó una caja de plástico en la que había decenas de alacranes.
De inmediato llegaron al lugar dos agentes de la Policía Ambiental. Contaron 116 alacranes, 82 estaban con vida. El resto murió por el calor y la manera inapropiada en que eran transportados, apenas con algo de tierra y palos.
El hombre explicó que los comercializaba con fines medicinales, “preparar ungüentos”. Se sospecha, sin embargo, que también serían utilizados en hechizos de magia negra y entierros. Según las creencias populares, este tipo de rituales se usan para “dañar” a otra persona.
En la brujería, dice el sociólogo y docente de la Universidad del Rosario, Carlos Charry, el alacrán, un animal venenoso, simboliza el peligro, ataque, la posibilidad de hacer el mal.
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Aunque con las nuevas tecnologías, los brujos se han modernizado. Ofrecen sus servicios en el Marketplace de Facebook o en sus páginas web, redes sociales y canales de YouTube y TikTok en los que enseñan a hacer hechizos. Las cartas se echan a través de videollamadas y cada vez son más incluyentes: hay “amarres” para parejas del mismo sexo.
A través de WhatsApp, la ‘maestra’ Elina me llama ‘hijo’. Enseguida advierte que ella no ve el futuro, que el que me diga que lo hace me está estafando. Apenas puede ver una “proyección” de lo que puede pasar, si se vienen cosas buenas o no. Después me dice que va a “canalizar mis energías” para ver si me están haciendo algún mal. Para hacerlo necesita mi nombre completo, mi fecha de nacimiento y una foto “en la que se vea bien su cara”.
Dos horas después me envía un audio con música de Nueva Era de fondo en el que me dice:
“Hijo, lo que las cartas me muestran es que está pasando por un momento oscuro. Se están cerrando caminos, se está trocando su suerte, el dinero se va como agua en las manos. Por eso se siente desanimado. Esto se debe a que usted ha tenido alteraciones energéticas negativas. Detrás está una mujer de su pasado que quedó con rabia. Eso le va a afectar su salud, caída del cabello, dolor de cabeza, el insomnio que está presentando. Se puede solucionar con una limpia. Verá el florecimiento en su vida”.
No me siento como dice Elina, pero sigo atento a sus audios. Me garantiza que tres días después de haber hecho el “tratamiento” de baños y oraciones, veré el cambio.
El trabajo cuesta $270.000, “la mitad para iniciar”. En la brujería, recuerda el sociólogo Carlos Charry, siempre se busca un beneficio a cambio de otro, es una transacción entre el brujo y la persona que acude.
Lo que dice Elina me recuerda la crónica que escribí cuando apenas me había graduado de la universidad. Asistí donde cuatro brujos para que me leyeran el destino. En ese entonces era presencial. Los consultorios de los hechiceros olían a incienso y en las paredes colgaban fotos de José Gregorio Hernández.
En el Centro Espiritual Niño Jesús Fe y Esperanza, en Yumbo, Carmelina, una mujer menuda, decía leer el futuro en un vaso de agua. Bastaba poner mi mano sobre el vaso, tapándolo. Ella me dijo que estaba “medio bloqueado, por envidias”. Y que en el vaso, es decir en mi futuro, aparecían dos mujeres. “Una es blanca, pelinegra, lisa, alta, muy bonita. La otra es trigueña, pelo crespo, más trozuda, también muy linda”.
Al final dijo: “vamos a abrir caminos, a desbloquear, a sacar malas energías”. Me recetó un “descruce de frutas”, que lo escribió en un papel membretado, como una receta médica.
Osiris, por su parte, en una mesa con un mantel azul, una canasta con manzanas artificiales y estampillas de santos, me leyó la baraja española, el tarot. “Hay envidias de familiares y amigos que le están perjudicando los proyectos, energías negativas”, dijo. Y volvió a hablar de “una mujer trigueña, trozuda. Esta mujer lo quiere manipular”.
Mercedes Torres me leyó las cartas angelicales en un consultorio del barrio Las Ceibas. A la entrada tenía una venta de riegos. “Yo nunca le digo a nadie que va a tener dinero, pero vas a tener buena posición”, comentó y me mostró una carta en la que aparecía un rey sentado en un trono de oro y joyas. “Te acordarás toda la vida de lo que te estoy diciendo”. No me acordaba, hasta que releí la crónica. Mercedes también me recetó uno de sus baños.
Por último, fui donde Mimi, una guajira que se presentaba como una “parapsicóloga especialista en dar suerte para empleos, hogar, problemas sentimentales”. Roció sobre mis manos un extracto de rosas antes de “leerlas”.
“Los proyectos no le han salido, pero vienen cosas bastantes buenas. Usted es una persona que lo que quiere alcanzar lo logra”. Y repitió lo mismo de las anteriores: que sobre mí hay envidias.
Ahora, por WhatsApp, el ‘maestro’ Adán escribe que requiero una limpieza en mi casa. Dice que me va a soplar con tabaco para purificar mi energía. Los brujos modernos hacen domicilios. Adán también me receta baños con plantas “de poder”: ruda, laurel, romero. El instructivo en PDF cuesta $30.000 que debo transferir a su cuenta. Si deseo algo aún más fuerte, escribe, podría hacer rituales con animales, para “pactar” con ellos y “protegerme”. Por lo general, continúa, se usa una gallina negra.
El comisario Eliécer Zorrilla Arana, jefe de la Policía Ambiental de Cali, confirma que es común encontrarse con restos de animales que son usados para brujería en las zonas alejadas de la ciudad, como el río Pance (supuestamente el agua se lleva la mala suerte), el cerro de La Bandera, Las Tres Cruces (donde está encerrado el demonio Buziraco, según el mito) o el parque Bataclán.
En noviembre de 2020, habitantes del barrio Decepaz, en el oriente, agredieron a dos supuestas brujas que habrían sacrificado a dos gatos para preparar un hechizo, algo que la ley de maltrato animal prohíbe. Quien arriesgue la integridad física, la salud o la vida de un animal, sea silvestre o doméstico, va a la cárcel.
#MisterioOasis | COGIERON A LAS "BRUJAS".
— @OasisMagazineCOL (@OasisMagazineco) October 21, 2020
Pasó en #Cali, en el barrio Decepaz, la comunidad le dio garrote a dos mujeres que al parecer, mataba los gatos para hacer supuestamente #brujería. Juzguen ustedes.#OasisMagazineCol #Noticias #Información #Brujas pic.twitter.com/bXg0iT6nh1
Un estilo de vida
“En Colombia la brujería es un estilo de vida. Desde el estrato uno al estrato seis la gente llega a los consultorios a pedir que les vaya bien: buscan amor, protección, tener billete, adoptan esa vida y se la pasan de bruja en brujo, y no mueven un pie sin consultarlos”.
Aquello se lee en El libro negro de la brujería en Colombia, del docente de la Universidad del Rosario y antropólogo, Esteban Cruz Niño. Esteban, al teléfono, cuenta que se interesó en los asuntos esotéricos cuando estudiaba en la Universidad Nacional. Una alumna hizo una tesis sobre brujería y tuvo problemas mentales. A Esteban le llamó la atención y decidió investigar. Varios profesores le advirtieron:
– Cuando un antropólogo entra en estos mundos tiene que verlo como un objeto de estudio. Si llega a creer, porque la creencia es fuerte, puede afectarse.
Esteban pensó en los exorcismos: cuando se analizan desde un punto de vista científico es como una catarsis; para el que cree en el diablo, en cambio, es una realidad, un demonio en una persona.
El poder de la brujería, entonces, concluyó Esteban, se lo damos nosotros mismos, al creer, para lo bueno y para lo malo. Al que no cree, la brujería no lo influye. Pero, ¿por qué es tan común ir al brujo en un país religioso, católico?
– La creencia en la religión también es una creencia en lo sobrenatural, en los milagros, en la posibilidad de que exista una vida después de la muerte, en la intercesión de los ángeles. Entonces hay unos límites entre el mundo espiritual y el de la brujería, pero son límites que están en el mismo plano: el espiritual. En la Biblia se habla de brujería, la Iglesia católica creó la idea de que existe la brujería y persiguió en la Inquisición a quienes consideraba brujos. En ese sentido, brujería e Iglesia católica están de la mano, porque hacen parte de un mismo plano de creencias. Para resumir, la idea de la brujería es la idea de la magia, sobre todo la magia oscura, aunque también está la magia blanca. Y en todo sistema de creencias humano, está la idea de que podemos cambiar la realidad a partir del rito, de elementos mágicos, oraciones, pociones, hechizos. “Es la magia lo que mueve a la brujería: la idea de que yo puedo transformar el mundo real a partir de una acción sobrenatural. Por eso tanta gente va donde el brujo”, dice Esteban.
No es un asunto de educación tampoco. Hay médicos e ingenieros con doctorados que van donde el hechicero. En el fondo la brujería representa poder. Por eso desde el tendero hasta empresarios, narcos y presidentes consultan al adivino, con la fantasía de controlar lo que no podemos controlar, el futuro. Aquel es un anhelo natural del ser humano, no importa qué tanto se haya preparado.
En su libro, Esteban narra que la esposa del expresidente Ernesto Samper, Jackie, acudió donde una vidente por recomendación de Samuel Eduardo Salazar, en ese entonces –1996– embajador de Colombia en Chile. Según Samuel, la vidente le había dicho que había maleficios en el Palacio Presidencial.
Cuando la bruja recorrió esos aposentos, encontró un envoltorio con un billete de un dólar partido por la mitad dentro de un cojín. También, tras un cuadro del Sagrado Corazón ubicado a la salida del despacho de Samper, había unas garras. Y advirtió que en un reloj se encontraba algo más. El reloj de mano del presidente.
Ernesto Samper cree que la brujería la hizo –o la mandó a hacer– Elizabeth Montoya, conocida como la ‘Monita Retrechera’, intermediaria entre el Partido Liberal y los narcotraficantes que financiaron la campaña presidencial en 1994, cuyo escándalo se conoce como el Proceso 8000.
El uso de partes de animales en los hechizos –como las garras o los alacranes encontrados en el centro de Cali– es una práctica tan antigua como la humanidad. El sociólogo Carlos Charry explica que en el pensamiento místico, los animales tienen poderes y, por lo tanto, quien practica un ritual con ellos se inviste con esas habilidades. Además, se tiene la idea de que cuando se usa un animal, el rito es más efectivo, sobre todo si se quiere afectar a una persona.
A veces, recuerda el antropólogo Estaban Cruz Niño, los brujos introducen culebras vivas en botellas que entierran en cementerios junto a la foto de la víctima, o una prenda, que puede ser un calzoncillo. La culebra representa la ruina, deudas.
En México están acabando con los colibríes. Los cazan porque se cree que traen mensajes del más allá. Sus cuerpos los usan en rituales para amarrar el amor de una persona.
Los brujos también entierran muñecos a los que les ponen el nombre de la víctima, los atraviesan con alfileres o puntillas, y les rezan a determinadas horas del día. Pero, ¿funciona? Esteban Cruz insiste: lo que genera la brujería es un efecto placebo, creer que nos va a ir bien –o mal– si la practicamos.
– La magia y la brujería funcionan tanto en la parte positiva como negativa para aquel que cree. Si usted no es creyente de algo en un sistema de creencias, no va a asumir o tener los riesgos de enfrentarse a lo que supuestamente eso trae. Pero si usted cree, está completamente entregado a eso. Entonces le cambia su vida.
Esteban agrega:
– Por ejemplo, si yo tengo la creencia firme de que si llevo en el bolsillo un triángulo verde me va a ir bien, pues seguramente así será. Es como los viajeros: se encomiendan a la Virgen del Carmen y usan escapularios con su imagen para protegerse. Por eso la Virgen está en los buses, en los camiones, en los barcos. Seguramente un conductor que confía en la Virgen podrá viajar más tranquilo si tiene su imagen consigo que aquel que no cree en nada.
Lo mismo sucede con el que va al brujo para curar una supuesta impotencia sexual, “por culpa de un hechizo que le hizo un viejo amor”. El brujo le hace una “limpia”, la persona psicológicamente tiene la certeza de que está curado, y logra tener relaciones, luego concluye que fue gracias al hechicero.
– En el fondo lo que hizo el brujo fue dar un estímulo positivo, que acabó con la ansiedad y los miedos de la persona. Es una especie de terapia antigua, que no es profesional, pero ese es el quid de la brujería: si usted cree, le pasa. Es lo que sucede con los “amarres”. La persona que los practica lo que hace en el fondo es tener seguridad de que la persona que ama ya está enamorada por su hechizo y va y la aborda, se le acerca, algo que no podía hacer porque no tenía esa certeza a nivel psicológico que le da el brujo, esa seguridad –comenta Estaban–, quien, en todo caso, ha sentido el poder del ritual.
Para escribir su libro, asistió donde varios brujos. En una ocasión uno de ellos practicó un rito en el que le pasó un huevo por la espalda. Esteban sintió náuseas. Cuando salió de allí se sintió limpio, con la mente despejada. Él no cree en la brujería, pero sí en que los rituales no solo son poderosos, sino que son necesarios para la sociedad.
– El matrimonio es un ritual social muy poderoso. Si yo me caso, así no crea en el matrimonio, por haber hecho el ritual la mitad de mis bienes son de la otra persona. O la graduación: es un ritual donde te dan un diploma, pero esa noche te cambia el nivel de vida, las posibilidades. Por eso, volviendo a la brujería, hay tantos casos de gente que dice ‘yo no creía hasta que me pasó tal cosa’. En conclusión, el poder se lo da cada persona, si cree o no. Los seres humanos somos los únicos en la Tierra con la capacidad de imaginar y de creer en la posibilidad de cambiar el mundo a través de la magia. Y la magia puede cambiar a las personas, para bien y para mal, si creen en ella.
Esteban Cruz piensa que la mayoría de los brujos que están en un sistema de creencias tienen tres opciones: ser un estafador, estar loco, o creer, ser un chamán, un devoto. Y muchas veces son los tres al mismo tiempo: todo brujo tiene algo de estafador, de loco y de chamán.
Mientras escribí aquella crónica de mi destino visto por distintos brujos, lo más poderoso que sentí fue cuando leí una frase del escritor francés Gustave Flaubert. “El futuro nos tortura, y el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente”.
Religión y brujería, una relación estrecha
Aunque hay que advertirlo, no son pocos los que dicen ser brujos que en realidad son charlatanes. La figura del adivino de hoy en día, explica el sociólogo Carlos Charry, es una deformación que las poblaciones mestizas y campesinas hicieron de los chamanes y los hombres de conocimiento de las comunidades indígenas.
La brujería, explica el docente de la Universidad del Rosario, ha estado siempre presente en las sociedades judeocristianas. Con la brujería de hecho surgió la Inquisición. Sucedió cuando los emperadores romanos convirtieron al cristianismo en una religión tolerada en el siglo IV. Los considerados herejes, es decir, los que no compartían la religión, o la niegan, eran perseguidos e incluso asesinados. Los consideraban enemigos del Estado.
La brujería como figura, entonces, continúa el profesor Charry, fue un mecanismo de control social creado en la Inquisición para evitar que las personas se ‘desviaran’ de las normativas que imponía la Iglesia.
“Especialmente la brujería era una figura femenina que se asociaba como aliada del demonio y entidades negativas y que precisamente tenía la habilidad de moverse el mundo de esas entidades espirituales y el mundo terrenal”.
Ahora, en el contexto actual, agrega el profesor Charry, ir al brujo es una deformación que las poblaciones mestizas y campesinas hicieron de los chamanes y de los hombres de conocimiento de las comunidades indígenas. Además, es una práctica muy recurrente y tan ancestral o tan arraigada como la misma cultura nacional.
“Todos de alguna manera expresamos un deseo de saber qué va a pasar, o qué piensan o sienten las otras personas, e incluso lograr controlar a otras personas, y bajo ese deseo es que se instala la figura del brujo. Siempre hay una especie de conocimiento místico al cual queremos acceder, como una especie de ventaja para lograr nuestros objetivos, o anticiparnos a determinadas cosas y poder salir bien librados. Entonces desde esos temores y esos anhelos es que se toman estos personajes llamados popularmente brujos para prestarnos unos supuestos servicios a cambio de un dinero o retribuciones materiales”.
Desde los inicios de la brujería, además, se asocia a los animales y un supuesto poder que estos tienen y con el cual una persona se puede investir si hace un ritual. Esta creencia ha llevado a que decenas de especies sean perseguidas para sacrificio, lo que las ha puesto en riesgo.
En 2019 una noticia estremeció a Colombia: 1.400 animales silvestres fueron asesinados para realizar hechizos con sus partes y productos de brujería que la Policía encontró en locales del centro de Bogotá. Entre ellos 442 cascabeles de serpiente, 128 dientes de mamíferos, 23 patas de danta y un cráneo de tigrillo, 12 collares con extremidades de primates, cachos de venado, colas y caparazones de armadillo, plumas de loros y guacamayas, además, de pieles de ocelote, pumas, boas, anacondas y primates. También había tres cabezas de tucán, un ave del Amazonas.
Pero no solo se sacrifican animales. Esta semana se conoció la noticia de un hombre que mandó a matar a su exesposa para un ritual con el que supuestamente aseguraba el amor de su vida. Su nombre es Oner José Castillo Villota, y es conocido como alias El Brujo de Sandoná (Nariño). Fue condenado por el delito de presunto feminicidio agravado.