Salud
Estos son los daños que los vapeadores causan a la salud física y mental
A pesar de la publicidad engañosa que gira en torno a ellos, los vapeadores o cigarrillos electrónicos implican graves riesgos para la salud
Edwin Vélez Santamaría, estudiante de décimo semestre de Comunicación Social, de 23 años, podía fumarse al día cuatro cigarrillos. En el 2018 quiso probar una alternativa que no lo dejara impregnado del fuerte olor a tabaco. Pensó entonces que “vapeando podía dejar de fumar y de estar oliendo a cigarrillo”.
Al vapear experimentaba que mermaba su ansiedad, con una ventaja adicional: no sentía mareo, como cuando dejaba de fumar. Pero, a largo plazo, cuenta el joven caleño, “vapear se me fue convirtiendo en un vicio, quería andar con el vaporizador en la mano y estar vapeando y vapeando”.
La historia de Edwin se repite con frecuencia en muchos adolescentes y jóvenes colombianos. Incluso, se ha conocido casos de niños de 10, 12 años, que están usando cigarrillos electrónicos, o como le aseguraron a El País varios expertos en este tema, ya utilizan “los mal llamados vapeadores”.
Uno de ellos fue Carolina Piñeros, directora de la Red Papaz. “El término vapeadores lo ha posicionado la industria para asociar el consumo de estos dispositivos con marcas específicas y relacionar sus emisiones con un vapor de agua inofensivo. Por esta razón, se debe preferir el uso del término técnico para designar lo que realmente son: cigarrillos electrónicos”.
Ya sea que sean llamados cigarrillos electrónicos o vapeadores, lo cierto es que el uso de estos dispositivos entre la población joven ha ido en aumento.
En 2016, el ‘III estudio epidemiológico andino sobre consumo de drogras en la población universitaria de Colombia’ reveló que el 16,6 % de los universitarios había usado cigarrillos electrónicos una vez en la vida; más los hombres que las mujeres; y que los mayores fumadores de estos dispositivos eran los más jóvenes: la prevalencia era de 19,6 % entre aquellos de 18 años y menos; seguida por 19 % en el grupo de 19-20 años.
En 2019 la Universidad de los Andes indagó sobre este tema a través de una encuesta y halló que la edad promedio del uso de vapeadores es de 20 años; que el consumo de estos productos en el último mes fue de 23,6 %; y que los hombres continuan siendo los que más vapean. Además, se estableció que el 99,3 % de la población conoce el cigarrillo electrónico; el 50 % lo ha probado alguna vez y el 19,6 % son consumidores diarios u ocasionales. El 8,9 % consume de forma dual el convencional y el electrónico.
“Con publicidad engañosa como en la que argumentan que estos productos ayudan a dejar de fumar; que no contienen sustancias adictivas ni tóxicas; que protegen la salud y el medio ambiente; con variados saborizantes (con fragancias a fresa, vainilla, chicle, mora, etc); con diseños modernos (con formas llamativas como el de una USB); con nueva tecnología y empaques coloridos para despertar la curiosidad; con venta libre en licoreras, tiendas de barrio, centros comerciales (incluso, expuestos en máquinas automáticas al alcance de niños y adolescentes) los comercializadores de estos productos buscan atraer y engañar especialmente, a niños, niñas, adolescentes y jóvenes”, explica Blanca Llorente, economista y salubrista pública, asesora en temas de tabaco para la Liga Colombiana contra el Cáncer.
“Lo que pretenden los comercializadores es precisamente engañar. Yo he visto publicidad engañosa: que protegen los pulmones. Falso. No pueden hacer este tipo de afirmaciones. Que ayudan a dejar de fumar. Falso. La mayoría de casos de este tipo de productos como los que encontramos en el mercado colombiano no han demostrado que ayuden a dejar de fumar. Que protegen la salud y el medio ambiente. Mentira. Ya tenemos casos de que saborizantes que usan varios de estos productos contienen sustancias que producen cáncer, que predisponen a desarrollar enfermedades cardiovasculares”, argumenta la salubrista pública.
Esos son productos que padres de familia y los adultos en general ven como inofensivos: no huelen mal, no dejan olores fuertes, no producen reacciones físicas o mentales inmediatas, los perciben solo como un instrumento para inhalar un vapor natural.
De acuerdo con Blanca Llorente, estos son productos que tienen una solución líquida que se calienta por medio de un dispositivo electrónico, “de tal manera que se genera aerosol, no vapor”. El aerosol hace posible inhalar nicotina u otras sustancias tóxicas, así la persona se expone al producto a través de las vías respiratorias, entra a los pulmones y a todo el cuerpo, dice.
Valentina Marín Velasco, de 21 años, también estudiante universitaria, era de las que usaba cigarrillo electrónico, le encantaba el de esencia con sabor a mora, pero decidió alejarlo de su vida, porque como deportista, sintió que esta práctica le empezó a afectar su rendimiento deportivo.
“Juego voleibol y me empezó a doler la parte alta de la espalda cada vez que respiraba profundo. Y no estaba rindiendo como normalmente lo hacía, me costaba mucho hacer los ejercicios”, cuenta la joven, quien asegura que tiene conocidos que “el vape les ha afectado la salud”.
Similar apreciación tiene Edwin Vélez, quien se propuso ir disminuyendo poco a poco su consumo de cigarrillos electrónicos no solo para salir de ese vicio bobo y costoso (“un vapeador de $40.000 o $50.000 me duraba tres o cuatro días”), sino porque ha visto sus efectos dañinos entre sus conocidos.
A personas cercanas a mí le han pasado cosas por los vapeadores, agrega Edwin: “Si caminan o corren se asfixian, o tienen dificultades para respirar, o les da dolor de cabeza, les produce mucha tos o sienten que el vape les está produciendo asma. O el vapeo se les ha convertido en un gasto muy excesivo”.
Actualmente los que yo utilizo son desechables y me cuestan $45.000, agrega Edwin, “uno me puede demorar una semana o más de ocho días porque lo dejo por ahí y cuando medio me acuerdo es que vapeo”.
Hay que ilustrarse sobre el tema
El uso de los cigarrillos electrónicos entre los más jóvenes se ha incrementado de manera exorbitante, opina la docente del programa de Terapia Respiratoria de Areandina, Gleydiz Arboleda, por eso, desde nuestro programa, dice, hemos realizado actividades de intervención en colegios, universidades y barrios de la ciudad de Pereira. “Lo vimos como una necesidad, porque después de la pandemia vimos el incremento de este hábito”.
De acuerdo con la terapeuta respiratoria, entre las razones que esgrimen los adolescentes y universitarios para vapear es que lo hacen por moda, por hacer parte de un grupo, por volverse popular o porque el vapeo es un elemento enmascarado como un instrumento agradable, con aromas, sabores y colores que les gustan, “pero ellos no dimensionan que hay un peligro mayor a acercarlos a las sustancias psicoactivas y lo consumen de manera libre creyendo que es algo natural”.
Por eso, como señala Piñeros, es fundamental que madres, padres y cuidadores les informen a niñas, niños y adolescentes que los cigarrillos electrónicos son productos nocivos para la salud que generan adicción y se relacionan con la aparición de diferentes enfermedades.
“Red Papaz los invita a que sumen su voz a la de otros colombianos que exigimos que los cigarrillos electrónicos sean regulados con medidas de control similares al cigarrillo tradicional”, exhorta.
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