Columnista
Irán y sus aliados incómodos en Latinoamérica
En este tablero, América Latina no es un espectador. Washington mantiene un escrutinio intenso sobre Venezuela...

22 de jun de 2025, 06:13 p. m.
Actualizado el 22 de jun de 2025, 06:13 p. m.
Por Willy A. Valdivia Granda
Hacia las 5:00 p.m. de este sábado 21 de junio, bombarderos furtivos B-2 Spirit de la Fuerza Aérea de EE. UU. destruyeron el complejo subterráneo de Fordow cerca de Qom, utilizando seis bombas GBU-57A/B Massive Ordnance Penetrator, cada una de 13.600 kg (30.000 libras) y diseñada para perforar búnkeres fortificados. Simultáneamente, según The New York Times, submarinos lanzaron 30 misiles de crucero Tomahawk, con ojivas convencionales de precisión, contra instalaciones nucleares en Natanz e Isfahán.
La respuesta de Estados Unidos ocurre en el punto más álgido del actual enfrentamiento entre Israel e Irán. Tel Aviv había advertido que Teherán acumulaba más de 400 kilogramos de uranio enriquecido al 60 %, a solo un paso técnico de alcanzar pureza militar.
Inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica confirmaron que Irán opera centrifugadoras avanzadas IR-6 en sus instalaciones de Natanz, Fordow y un complejo adicional en Isfahán.
Algunas fuentes no oficiales han señalado la posible existencia de un cuarto sitio en la provincia de Semnán, presuntamente dedicado a la extracción de tritio -un isótopo radiactivo utilizado para potenciar armas nucleares.

Con esta operación, Washington no solo responde: traza de nuevo el mapa del disuasivo global. La línea roja ha sido cruzada, y la represalia no es solo táctica, sino simbólica y estratégica.
El mensaje excede a Teherán: si Irán cruza el umbral nuclear, podría encender una reacción en cadena en Medio Oriente, donde potencias como Arabia Saudita, Egipto o Turquía contemplan su propia vía atómica. La arquitectura de no proliferación, vigente desde 1968, enfrenta hoy su prueba más crítica en medio siglo.
El bombardeo elevó la probabilidad de un cierre del Estrecho de Ormuz a entre el 40 % y el 47 %, según proyecciones del PredictIt Market y modelos de riesgo que monitorean en tiempo real la percepción de amenaza y su impacto económico.

Un bloqueo sostenido podría llevar el precio del Brent a US$ 120 por barril, con efectos inflacionarios globales. Aunque el presidente Donald Trump no se ha pronunciado sobre este episodio, ha reiterado que EE. UU. puede destruir múltiples objetivos iraníes en cuestión de minutos si Teherán opta por escalar el conflicto.

En este tablero, América Latina no es un espectador. Washington mantiene un escrutinio intenso sobre Venezuela, donde la inteligencia sigue los pasos de técnicos y tecnología militar iraní.
Desde el punto de vista geoeconómico, exportadores de petróleo como México, Brasil y Venezuela podrían ver un maná fiscal; importadores como Chile y Perú podrían experimentar presiones inflacionarias.
Una intervención cinética fulminante en Irán -por delicada que sea- abre una ventana única para reordenar el tablero mundial. La diáspora iraní clama, con renovada ferocidad, por el derribo del régimen.
Si la presión actual consigue hacer caer a la teocracia, la onda expansiva será sísmica: desde 1979, Teherán ha tejido la red que nutre milicias y proyectos insurgentes de Líbano a Yemen. Su colapso pulverizaría ese andamiaje, reconfigurando de raíz el equilibrio regional y reescribiendo las reglas del orden internacional.
Willy Valdivia Granda es director ejecutivo de Orion Integrated Biosciences y especialista en inteligencia artificial aplicada a la defensa, la salud pública y la seguridad nacional. Con más de 20 años de experiencia, ha colaborado con organismos internacionales, asesorado a la Unión Europea y liderado proyectos en América Latina, Europa, Asia, Medio Oriente y África. Actualmente, también se desempeña como profesor adjunto en una universidad de Estados Unidos.