Columnistas
Una ciudad de inmigrantes
Las personas que habitan en Cali provienen de otras regiones del país, generalmente del sur occidente y principalmente del campo, en búsqueda de mejor trabajo, vivienda, salud, educación...
La gran mayoría de los actuales habitantes de Cali no nacieron aquí o sus padres o abuelos, lo que hace que sea una ciudad de inmigrantes; y de ahí muchos de sus problemas como su inseguridad, corrupción, ignorancia, desorden, irrespeto a los otros y el incumplimiento de las normas. Aspectos que se manifiestan en lo social, económico, urbano arquitectónico, ambiental y político, conformando un todo cultural que demanda una mirada holística para poder identificar, concretar y jerarquizar dichos temas, en búsqueda de un propósito compartido para el futuro de la ciudad y sus ciudadanos, y de frente al cambio climático y demás amenazas globales.
Los anteriores son temas de los que algo se ha hablado, entre muchos otros, en varias de las muchas reuniones que la excandidata a la Alcaldía, Diana Rojas, ha sostenido, en tanto ahora líder de ‘Cali 500+’, con funcionarios, gremios, universidades y medios, y de los cuales urge que la comunidad opine para poderlos interrelacionar con el propósito de que puedan alimentar el objetivo de dicho ejercicio: el de lograr una gobernanza colaborativa en el sentido de una forma de gobernar, eficaz y adecuada a dichos fines; en otras palabras, hablar de Cali, en tanto la ciudad física, y de sus habitantes en tanto inmigrantes a ella y no sus llamados raizales.
Las personas que habitan en Cali provienen de otras regiones del país, generalmente del sur occidente y principalmente del campo, en búsqueda de mejor trabajo, vivienda, salud, educación y posibilidades de progresar, y se debe entender que es lo que les impide ser de verdad ciudadanos de una ciudad que aún no es la suya; y, por otra parte, se trata del urbanismo y la arquitectura de la ciudad. Pero sobre todo de lo que es pertinente hablar es de la necesidad de interrelacionar la ciudad y sus habitantes para que estos puedan ser verdaderos urbanitas de aquella, teniendo en cuenta que Cali, como todas las ciudades, es diferente.
Los visitantes del exterior que llegan a Cali suelen admirar su grato clima, entre cálido y medio, su variada y exuberante vegetación, y sus paisajes de montes, cordilleras y amplio y verde valle; pero a los inmigrantes locales, que provienen de regiones similares, pero menos diversas a su interior, lo que les llama la atención son otras cosas, entre las cuales sobresale la rumba ruidosa. Son inmigrantes a los que el patrimonio material inmueble de la ciudad muy poco puede decir algo, pero sí sus “rascacielos”; y además están acostumbrados a circular por amables calles de pueblo y no por las atestadas de carros y motos de la ciudad.
Si las opiniones sobre Cali y sus habitantes se hacen llegar a ‘Cali 500+’ donde se podrían integrar, se podría lograr un objetivo compartido a largo plazo, a partir de este unos apropiados planes generales a mediano plazo, los que incluirían pertinentes y diversos proyectos a corto plazo, e identificar ‘acupunturas’ urbanas inmediatas, poniendo fin a la improvisación que ha acompañado a la ciudad desde que se la designó como nueva capital del nuevo Departamento, de lo que se salvó Buga, y resolviendo el problema que significa para una ciudad su acelerado crecimiento solamente poblacional y a base de inmigrantes.
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