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El libro iluminado de los Duques
Verdaderas joyas trabajadas por miniaturistas que empleaban la vida entera en hacer un libro...

5 de jul de 2025, 03:01 a. m.
Actualizado el 5 de jul de 2025, 03:01 a. m.
El museo Chantilly en las afueras de París, que acoge la Colección Condé, donada al Instituto de Francia por el Duque de Aumale, hijo del rey Luis Felipe de Orleans, el gran coleccionista del Siglo XIX, pues siendo niño heredó de su padrino sin herederos la fortuna más grande de Francia, acaba de inaugurar la exhibición Las Ricas Horas del Duque de Berry (Très Riches Heures du Duc de Berry) con el nombre del libro de horas más famoso del mundo, comprado por el Duque en 1885 luego de estar tres siglos pasando de mano en mano.
El Duque de Berry, tercer hijo de Juan el Bueno, rey de Francia, fue el coleccionista de manuscritos iluminados más grande de su época, que es la Baja Edad Media. Desde el Siglo XV, su colección se dispersó en diferentes casas reales, donde los manuscritos ricamente ilustrados con imágenes sagradas y exuberantes decoraciones de hojas, flores y animales, eran verdaderas joyas trabajadas por miniaturistas que empleaban la vida entera en hacer un libro. Los manuscritos iluminados se escribían en latín y se pintaban sobre vitelas, un pergamino muy fino proveniente de terneros nonatos. Se llamaban Libro de Horas, pues servían para rezar las oraciones que la Iglesia Católica ordenaba a los laicos a lo largo del día.
El más valioso de esos manuscritos y el más espectacular es el llamado Las Ricas Horas del Duque de Berry (Très Riches Heures du Duc de Berry) ordenado alrededor de 1411 por el duque a los hermanos Limbourg, Paul, Jean y Herman, quienes trabajaron junto a los copistas e iluminadores más talentosos. El Duque y los pintores fallecieron de peste en 1416, dejando el manuscrito inacabado. Posteriormente, varios iluminadores trabajaron en él, entre ellos Barthélemy d’Eyck, alrededor de 1440, para la Familia Real, y Jean Colombe, alrededor de 1485, para Carlos I de Saboya, quien lo heredó. Al final fusionó influencias flamencas, francesas, italianas, orientales y clásicas. Fue un libro que tardó cien años en ser acabado.
El libro es algo muy precioso que desborda el tema religioso, pues las oraciones están precedidas por un calendario con doce páginas que recogen no solo el paso de las estaciones, sino que son el testimonio más preciso de la arquitectura medieval, pues al fondo de cada una de esas páginas están los grandes castillos reales de la Edad Media, en un primer plano las figuras de la más alta nobleza con sus mejores galas y escenas de la vida campesina.
Esas páginas fueron restauradas y están siendo exhibidas en vitrinas climatizadas durante la duración de la exposición que va hasta octubre. Los historiadores creen que la visión galante del mundo medieval que ilustra el libro ha sido un factor determinante en crear una imagen ideal de la Edad Media, un mundo de señores feudales donde reinaba la miseria, la ignorancia, el fanatismo religioso y el despotismo, que no sin motivo ha sido llamada la Edad Oscura. Esos pequeños oasis de vida cortesana alrededor de los castillos y del trabajo intelectual alrededor de los conventos, reflejos luminosos en medio de la oscuridad.
Desde el Siglo XIX solo dos veces ha sido mostrado el libro en público, hoy acompañado por primera vez en centurias por sus compañeros originarios. Resplandece de nuevo el testimonio magnífico de un mundo que en realidad existió solo en el pincel de los artistas.
Abogado especializado en Ciencias Socioeconómicas. Ha sido embajador de Colombia ante la Asamblea General de la ONU, Cónsul General de Colombia en el Reino Unido, Gerente Regional de la Caja Agraria y Secretario General de Anif y de la Universidad del Valle.