Columnista
Un presidente insolente
La responsabilidad de los gobernantes va mucho más allá de los aplausos circunstanciales y los votos para la próxima elección.
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17 de oct de 2025, 01:29 a. m.
Actualizado el 17 de oct de 2025, 01:29 a. m.
Con el país descertificado por los malos resultados de su gobierno en la erradicación de cultivos ilícitos, Petro viajó a Nueva York a su última Asamblea General de las Naciones Unidas. Allí, en su discurso, el presidente centró su intervención en atacar a Trump, a quien incluso pidió investigar en instancias internacionales.
Cuando se creía que el duro tono del discurso en la ONU marcaría el momento más tenso de la visita a Nueva York, Petro escaló de nuevo la situación con su intervención en una marcha pro Palestina en la que se le vio con un megáfono en mano.
Petro, quien estaba en calidad de invitado oficial a la mencionada Asamblea, en una acción imprudente e incendiaria, llamó al ejército del país anfitrión, los Estados Unidos, a desobedecer las órdenes de su comandante en jefe, Donald Trump. Este irrespetuoso acto, que es un evidente quebrantamiento a las normas de la diplomacia internacional, fue respondido por el gobierno Trump con la cancelación de la visa al Presidente de Colombia.
El Presidente busca capitalizar en la política interna, lo que equivocadamente muestra como intervenciones determinantes en la problemática mundial. Por el contrario, las consecuencias de sus acciones aíslan a Colombia. Lo que está buscando es motivos que le den un aura de mártir, cuando su comportamiento es el de una persona insolente e irresponsable.
Es que el Primer Mandatario está dedicado a la campaña para instalar un sucesor en la Casa de Nariño que pertenezca al pacto histórico. Cuenta para ello con innumerables ventajas frente a los competidores, pues el gobierno cuenta con poderosas herramientas, pues dispone de cientos de miles de millones de pesos.
Petro gasta una partida importante del presupuesto nacional en influenciadores y bodegas que inundan las redes sociales con verdades a medias, con mentiras y con calumnias. Por eso, a pesar del descomunal fracaso de su gobierno, sigue con un más o menos 30 % de aprobación en las encuestas.
La responsabilidad de los gobernantes va mucho más allá de los aplausos circunstanciales y los votos para la próxima elección. Hay una tarea superior, como es articular una verdadera opción de cambio en el 2026. El cambio aplazado, el que no fue. Se trata ahora de un cambio que mire al futuro y no al pasado para evitar que el país se acabe de descuadernar de manera irreparable. El cambio que ha implementado el gobierno no es el del cambio social, sino el de tratar de cambiar la institucionalidad.
Para no perder de nuevo las elecciones presidenciales debemos, para empezar, no subestimar a Petro quien tiene el poder del gobierno y tiene una base popular muy sólida. Adicionalmente, la oposición a Petro no se puede dividir; de lo contrario, el gran beneficiario es Petro. Divididos estamos perdidos. Unidos podemos ganar. Otras consideraciones a tener en la cuenta son no contestar con ofensas las ofensas presidenciales y dejar de creer que solo con dar gritos contra Petro se ganan las elecciones.
Si no se construye un programa con arraigo entre los colombianos, el petrismo vuelve a ganar. Ni el camino puede reducirse a insultar a Petro, ni la promesa puede ser la de volver al pasado. Si el pueblo no sueña con un futuro mejor con un candidato, nunca votará por ese proyecto.
Columnista El País