Columnista
Tuluá y su Cámara de Comercio
Las Cámaras de Comercio prestan eficientes servicios a las comunidades, pues participan en casi todos los emprendimientos que surgen en sus sedes.

26 de jun de 2025, 03:13 a. m.
Actualizado el 26 de jun de 2025, 03:13 a. m.
Con autorización de la revista Región Activa, reproduzco el texto que escribí con motivo de los 80 años de la Cámara de Comercio de Tuluá.
El 27 de abril alcancé la cima de los 90 años, que es de por sí una hazaña en un país en el que el promedio de vida de los hombres es de 73. Dios ha permitido que conserve el buen estado de mis facultades físicas y mentales, siguiendo el ejemplo del genial actor y director de cine Clint Eastwood, quien cuando un periodista le preguntó cómo podía estar tan vigente a sus 95, respondió: “Porque no dejo entrar al viejo”.
A pesar de tan avanzada edad, no he podido cortar el cordón umbilical que me ata sentimentalmente a Tuluá, porque si alguien indaga cuál es mi idea del Paraíso, diría que fue el que viví en los años de infancia y adolescencia en mi pueblo natal, en donde todo era ‘luz y aromas y armonía’, como en el poema de Ismael Enrique Arciniegas.
Tuluá entonces no tenía más de 30 mil habitantes, y juzgo que todos nos conocíamos. Muy rara vez las campanas de San Bartolomé doblaban a muerto, pues pocos transitaban de esta vida mortal a la otra.
Yo moraba en ‘La María’, la casa de los abuelos Benjamín Restrepo y Alicia White, que marcaba el lindero occidental del poblado, y a dos cuadras estaba la escuelita ‘María Auxiliadora’ de Ester Roldán, quien me enseñó a juntar letras, de donde nace mi vocación por los libros.
Mi papá, Federico Restrepo White, era líder liberal y disputaba ese liderazgo con Roberto Quintero Tascón, pero jamás se rompió la amistad de ‘don Fico’ con don Roberto, hermano de Elvia, uno de mis personajes inolvidables de aquella época y cuyo recuerdo perdurará para siempre.
Estudié primaria en la Escuela Anexa al Gimnasio del Pacífico, en la margen izquierda del río tutelar, y luego fui a Bogotá a cursar el bachillerato y luego al Externado de Colombia a seguir la carrera de Derecho.
Tenía 27 años cuando el gobernador Gustavo Balcázar Monzón me nombró alcalde de Tuluá, en una época bastante agitada porque la violencia de entonces daba sus últimos coletazos. Ahí empezó mi actividad política, que me llevó al Concejo Municipal y después a la Cámara de Representantes y al Senado de la República.
Ejercí la profesión en Tuluá en una oficina que me alquiló don Augusto Marmolejo y me trasladé a Cali por razones familiares, pero mi corazón sigue anclado en mi pueblo.
Fui designado asesor jurídico de la Cámara de Comercio local, cuyo presidente era entonces Alonso Lozano Guerrero, y Alicia Gardeazábal de Mercado se desempeñaba como secretaria ejecutiva. Ambos excelentes amigos míos.
La Cámara de Comercio tulueña cumple ahora 80 años de existencia y merece el reconocimiento de todos los que tenemos el privilegio de haber nacido en su solar, y también de los foráneos, todos muy bien acogidos.
Las Cámaras de Comercio prestan eficientes servicios a las comunidades, pues participan en casi todos los emprendimientos que surgen en sus sedes. La nuestra, en esas ocho décadas, ha intervenido en todos los proyectos de desarrollo del municipio, y todos sus directores han sido solidarios en las iniciativas, oficiales y privadas, que tiendan a elevar la posición del amado terruño en el concierto de las ciudades vallecaucanas.
Aprovecho este espacio que gentilmente me brinda la revista ‘Región Activa’ en su edición especial con motivo de esta efeméride, para desearle a la Cámara larga vida, y que siga con su vocación de servicio a su amplia zona de influencia.
Abogado con 45 años de ejercicio profesional. Cargos: Alcalde de Tuluá, Senador y representante a la Cámara, Secretario de Gobierno y Secretario de Justicia del Valle. Director SAG del Valle. Columnista de El Pais desde 1977 hasta la fecha.