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‘Mitu’
La interacción entre los sexos sigue siendo un aspecto central de la vida social.

Es inaceptable que un hombre invada verbal o físicamente el espacio personal de una mujer sin ser invitado. En muchos mamíferos, la hembra atrae y el macho avanza, impulsado por el deseo de transmitir sus genes. Pero habría que recordarle a algunos que ya no saltamos de rama en rama. Miles de años de civilización deberían bastar para controlar los primitivos instintos de reproducción.
Sin embargo, la interacción entre los sexos sigue siendo un aspecto central de la vida social, y la línea entre una atracción mutua y un avance no deseado puede ser difusa.
La percepción es subjetiva y está determinada por el contexto cultural y las experiencias personales. En Arabia, un tobillo desnudo puede desatar pasiones; en Cali, la anatomía al descubierto es parte del paisaje.
Las mujeres podrían reflexionar sobre el impacto de sus propios instintos. La obsesión por los halagos y las miradas puede llevarlas a la esclavitud de las influencias externas.
La belleza se convierte en una máscara impuesta por estereotipos diseminados en medios de difusión y redes sociales: maquillajes, modas efímeras y cirugías que derivan en deformaciones corporales difíciles de entender en cualquier marco estético. Gastan fortunas en ‘sentirse bien’, lo que a menudo significa seducir al ‘macho alfa’ de turno.
Ignorar los riesgos de ciertos contextos es, al mismo tiempo, ingenuidad y terquedad. En Colombia, dejar un portátil costoso en un parque garantiza su desaparición. El ladrón es culpable, sí, pero también hubo imprudencia.
Del mismo modo, una mujer que decide exhibir sus atributos en un lugar solitario se expone a un peligro real. Eso no justifica jamás la agresión, pero mientras el machismo primitivo siga vivo, la mezcla de provocación y vulnerabilidad puede ser explosiva.
Para los árabes, la mujer siempre es responsable de la violación y siempre que un hombre y una mujer están juntos, el demonio está en la mitad.
El movimiento Me Too (Yo también fui víctima del acoso sexual) ha sido esencial para visibilizar el acoso, pero podría también promover una pedagogía más profunda: liberarse no solo del acosador, sino también de la obsesión por gustarle.
El respeto propio, y no solo el ajeno, es parte clave de la verdadera emancipación.
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