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Los pasos necesitados de la Iglesia Católica

La lista es corta frente al compromiso abnegado del cuerpo sacerdotal atendiendo la violencia, la pobreza, el hambre y las injusticias.

Eduardo José Victoria Ruiz.
Eduardo José Victoria Ruiz. | Foto: El País.

11 de may de 2025, 01:19 a. m.

Actualizado el 11 de may de 2025, 04:01 p. m.

¿Por qué fue tan bien recibido el nombramiento del Cardenal Prevost como sucesor del Papa Francisco? Creo que su compromiso con los humildes de Perú, sin perder su sencillez a pesar de los ascensos en su comunidad y en el Vaticano, han conmovido al mundo. A tal punto que su niñez en Chicago ha tenido poco despliegue en contraste con las fotos, videos y recuerdos de su paso por Chiclayo o su vocación de misionero en Suramérica. Todo aquel que lo ha conocido coincide en la coherencia entre su pensamiento, su labor y su mensaje: escucha, actúa con serena diligencia, es compasivo, equilibrado.

Resalto este reconocimiento a esas calidades del hoy León XIV, para recordar que, como Robert Prevost, entre nosotros hay miles de sacerdotes y obispos con vidas ejemplares, pero que conviven en medio de la crítica y la ingratitud de su comunidad. Les dan madera, unas veces, por los casos de pederastia en tantas partes del mundo, que sin duda deben ser juzgados y sancionados con las mas duras penas. Otras veces por la actitud arcaica de algunos sacerdotes frente a las parejas no casadas por el rito católico o por su rechazo a la población LGTBQ. Esa lista es corta frente al compromiso abnegado del cuerpo sacerdotal atendiendo la violencia, la pobreza, el hambre y las injusticias.

Cuánta admiración siento, por ejemplo, por Monseñor Ruben Darío Jaramillo, obispo de Buenaventura, comprometido día y noche en lograr la pacificación de la ciudad puerto, convertida en objetivo del narcotráfico y las disidencias, labor que le ha generado amenazas de muerte. O los obispos de Tibú y Ocaña en el drama de violencia y desplazamiento del Catatumbo. ¿Qué sentirá un sacerdote cuando lo nombran Obispo de Quibdó? Para un ciudadano normal es un castigo, para un buen cristiano que tomó los hábitos es una manera de servirle a Dios y amar a sus semejantes en condiciones dramáticas. El espejo de Monseñor Isaías Duarte Cancino no deja de ser un referente de la capacidad asesina de quienes se sienten señalados desde el púlpito, en defensa de tantos feligreses indefensos. O el crimen del padre Tiberio Fernández Mafla, en la masacre de Trujillo, con una crueldad exacerbada a manos de narcoparamilitares.

¿Cómo olvidar lo que hace el Banco de Alimentos? No conozco otra religión que lo haga con tanta eficacia y acierto logístico, llevando diariamente altos volúmenes de comida a quienes no pueden comprar ni un pedazo de pan. Frente al compromiso con la educación en barrios y veredas donde el Estado no cumple con su papel, allí están monjas y curas acompañando las comunidades.

Estoy convencido que a nuestra iglesia le hace falta marketing y comunicación. Otras religiones más nuevas se aprovechan de estos vacíos y ellos sí logran los diezmos que los católicos no damos.

Recuerdo que hace muchos años, siendo gerente de la oficina principal del Banco de Bogotá en Cali, le propuse al Obispo de entonces que hiciéramos una campaña para que los católicos pudiéramos contribuir con los diezmos a través de tarjeta de crédito y la respuesta fue negativa. Treinta años después nuestra iglesia no ha dado ese paso mientras que los templos ‘competidores’ llevan transportadora de valores para recoger sus limosnas. Estoy seguro de que la ruta de este dinero es muy diferente de la que daría nuestra curia. Tenemos una iglesia tímida, temerosa, lenta, que requiere mayor dinamismo y comunicación eficaz. Tenemos que trabajar en cambiar ese comportamiento de nuestra feligresía, duros con nuestra iglesia, avaros para aportarle y tacaños para hacerle los reconocimientos que esta merece.

Cuánto quisiera que la llegada de León XIV, con sus características y trayectoria y alumno de Francisco, nos ayude a dar pasos más incluyentes y modernos. Dios quiera así sea.

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