Columnistas
Lo peor es que no pasa nada
Y la culpa es, en buena medida, del gobierno, que siembra incertidumbre con sus declaraciones y sus reformas, dinamitando la confianza indispensable para la economía.
Me explico: en pocos países ocurren tantas cosas como en el nuestro. Pero a pesar de los hechos, que en otro país incluso tumbarían al Presidente, acá no pasa nada.
Porque lo que entre nosotros ocurre no es normal, aunque ya sea ordinario. El secuestro crece un 77%, la extorsión 15%, el homicidio 5,4%, los atentados contra oleoductos 56% y las confrontaciones entre grupos violentos 85%, todo mientras que ya no se hace erradicación de cultivos ilícitos y cerraremos el año con cultivos de coca y producción de cocaína que serán mucho mayores que los del 2023.
En algo más de un año de gobierno, en seguridad, estamos retrocediendo más de veinte años. En paralelo, la Fuerza Pública está paralizada y con la moral por los suelos, mientras que el gobierno, con la excusa de la paz total, volvió corriente negociar con los mafiosos. Todo ello mientras que, para peor, hay indicios graves, confirmados por el hermano del Presidente, de que se ganó la presidencia por el apoyo, pactado en prisión, de los violentos.
Tampoco es usual la caída vertical de la economía, ni pasar de ser el país de la Ocde que más crecía después de la pandemia, a estar ahora al borde de la recesión, que tengamos la cuarta inflación más alta del Continente, que la inversión esté cayendo el 11% (III trimestre) y el desempleo esté aumentando 0,5% en lo que va del año.
Y la culpa es, en buena medida, del gobierno, que siembra incertidumbre con sus declaraciones y sus reformas, dinamitando la confianza indispensable para la economía. Todo ello mientras que decenas de billones de pesos pasan de manos privadas y productivas a las de un Estado derrochador y corrupto. El presupuesto del Estado, 502,6 billones para 2024, ha crecido 152,6 billones nominales, un 43,5%, en apenas dos años.
Y no es corriente vivir en medio de escándalos, uno detrás de otro, de la mano del primogénito, el hermano, la esposa, la mano derecha y el consejero político por excelencia del Presidente, que sepamos que se violaron todas las reglas de financiación de campañas y los topes de gastos, que no se reportaron aportes de narcotraficantes y de contratistas y que esos contratistas son privilegiados por el gobierno.
Ni que en lugar de apartar a los salpicados los proteja con nuevos nombramientos en el gobierno o los condecore, ni que ataque a la Fiscalía por hacer su trabajo y a los medios de comunicación por informar sobre ellos, ni que el jefe de Estado se desaparezca días enteros.
Nada de eso es normal. Todo es inusual, singular, extraño, insólito, excepcional. Y debería generar una enorme reacción ciudadana e institucional para ponerle freno, para corregir, para volver a los caminos del Estado de derecho, del imperio de la ley, de la institucionalidad democrática. Pero no, no pasa nada. Y de todo lo malo que nos ocurre, eso es, de lejos, lo peor.