Columnista
Inteligencia y biología
¿Qué implicaciones tiene para la humanidad la ola tecnológica que viene?

29 de may de 2025, 03:08 a. m.
Actualizado el 29 de may de 2025, 03:08 a. m.
Leer el reciente libro de Mustafa Suleyman y Michael Bhaskar, La ola que viene, 2023, es la oportunidad de profundizar lo ya leído en Revoluciones, 2020, de Diana Uribe y Alejandra Espinoza Uribe, cuya última ‘revolución’ tratada en él es precisamente la ‘revolución digital’, y el que concluyen invitando a que: “La revolución por hacer será aquella que no esté basada en la destrucción de un orden, sino en la creación de un nuevo mundo, que rompa las reglas de lo que se considera el cambio, que no sea impositiva, sino propositiva, que esté inspirada por la empatía en vez de la violencia. Será esa que no termine en guerras, sino en el cultivo de un nuevo entendimiento”. (p. 419).
El libro de Suleyman y Bhaskar trata sobre la tecnología, poder y el gran dilema del Siglo XXI, y sus temas centrales son: la inteligencia artificial, IA, ciencia que enseña a las máquinas a aprender habilidades humanas, mientras que la inteligencia artificial general, IAG, es el punto en el que la IA puede llevar a cabo todas las habilidades cognoscitivas humanas mejor que los seres humanos más inteligentes; y la inteligencia artificial capaz, IAC, es un punto intermedio entre la IA y la IAG en el que estos sistemas pueden realizar una amplia gama de tareas. Y la biología sintética, BI, es la capacidad de diseñar, y construir nuevos organismos o de rediseñar sistemas biológicos existentes (Glosario).
Ante la pregunta: ¿Qué implicaciones tiene para la humanidad la ola tecnológica que viene? La opinión de una inteligencia artificial es que: “En los anales de la historia de la humanidad, hay momentos que destacan como puntos de inflexión, en los que el destino de la especie humana pende en equilibrio. El descubrimiento del fuego, la invención de la rueda o el control de la electricidad fueron, todos ellos, instantes que transformaron la civilización humana y alteraron el curso de la historia para siempre. Ahora nos encontramos al borde de otro suceso semejante, pues estamos ante el auge de una ola tecnológica inminente que incluye tanto la inteligencia artificial como la biotecnología avanzada” (Prólogo).
“La tecnología debería amplificar lo mejor de cada uno, abrir nuevas vías para la creatividad y la cooperación, trabajar con la aportación humana de nuestra vida y de las relaciones más preciadas. Debería hacernos felices y más sanos, y ser el complemento definitivo del esfuerzo humano y de la vida bien vivida. Con todo, siempre en nuestros términos, decidida mediante democracia, debatida en público y con beneficios ampliamente distribuidos. En medio de las turbulencias, no deberíamos perder esto de vista; debería ser una visión que hasta el más exaltado de los luditas pudiera aceptar”. (p. 325). Los luditas, un movimiento obrero del siglo XIX en Inglaterra, se oponía a la introducción de máquinas en la industria textil.
Mustafa Suleyman es un investigador y empresario británico dedicado a la inteligencia artificial; ex CEO de Microsoft AI, y fue cofundador y director de DeepMind, una empresa de IA aplicada, adquirida por Google y ahora propiedad de Alphabet; y Michael Bhaskar es un escritor, investigador y editor británico. (Wikipedia). Personalidades de la ciencia como Daniel Kahneman, premio Nobel, o de la historia, como Anne Applebaum, premio Pulitzer, recomiendan el libro y políticos como Bill Gates y Al Gore; y lectores como uno que pregunta si vamos a ser amos de la AI y la BI o si dejaremos que nos esclavicen con ellas los que las manejan para su propio beneficio. ¡Sálvese quien pueda! Ya dijo Andrés Oppenheimer.
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, y en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998.