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Este imbécil
Como afirmaba un columnista de El País Madrid, la Urbanidad de Carreño ya se olvidó o pasó de moda.

20 de may de 2025, 03:01 a. m.
Actualizado el 20 de may de 2025, 03:01 a. m.
No me refiero a ningún gobernante, Ministro del Interior, Ministro de Salud ni a ningún congresista. Pensándolo bien, también podría referirme a ellos; es una ofensa menor de la que usan ahora.
Como afirmaba un columnista de El País Madrid, la Urbanidad de Carreño ya se olvidó o pasó de moda. Porque ya sus reglas o manuales los volvieron trizas, tanto en política como en familia, como en la mesa.
Los HHPP son nuestro mejor ejemplo. Y nuestro presidente, si no está divagando en sus polvos cósmicos, está insultando a quien se atreve a contradecirlo. Mejor dicho: “A la mierda los pastores, se acabó la Navidad”. El que no insulta no existe.
Y si empieza a agredir físicamente, pues mejor, hay que ver la cara de Benedetti en una fotografía hace unos días. Parecía un perro con peste de rabia, los ojos desorbitados, echando babaza por la boca y conteniéndose para no golpear o masacrar a alguien..
Me refiero a la última joya literaria que se acaba de publicar. ‘Este imbécil va a escribir una novela’, de Juan José Millas, de quien afirma Sergi Pamies: “Para no hacerlo sentir incómodo, finjamos que Millas no es uno de nuestros mejores escritores”.
Juan José escribe una novela sobre un personaje llamado Juan José Millas. Le encargan un reportaje para el periódico donde trabaja. Imperdible. Se describe a sí mismo, como él se ve.
Desde pequeño, con dos cabezas, dos cerebros independientes. Uno visible y otro invisible. De ahí su tic de torcer el cuello, frecuentemente.
“Pero ahí sigo, con mi segunda cabeza secreta, a cuestas, a temporadas confundidas con la real, digamos, y a temporada exenta, viviendo sus propios pensamientos”.
“Años más tarde, en la Facultad de Filosofía, cuando traduciendo La Eneida apareció Cerbero, el guardián del infierno, aquel perro de tres cabezas que produjo cierto asombro entre mis compañeros, me dieron ganas de levantar la mano y decir en voz alta que yo tenía dos”.
Me lo leo sin parar. Como un sediento en el desierto. Cuando encuentra agua, me río sola. Uno de mis hijos, sentado a mi lado, también leyendo, me mira aterrado como si estuviera loca. Bueno, loca, sí estoy a ratos... Pero leyendo ‘Este imbécil’.
Me doy cuenta, entre risas y pensamientos, que a veces tengo el presentimiento de que, desde que nací, yo también tengo como dos cabezas. La de Antoñita la fantástica, y la otra, la racional. Y nunca sé el momento donde actúa una o la otra.
Tal vez por eso me llevaron a Palmira de pequeña, para que me exorcizaran, porque de repente “tenía el diablo adentro”.
Esta columna la escribo desde Madrid el lunes. Mañana martes, o sea hoy, estaré metida en un Avianca diez horas. En posición cuasi fetal. Porque Avianca es de todos y todos cabemos enlatados.
Mientras aterrizo y me repongo, recuerden no perderse de este Libro, que “juega con el lector como un ilusionista, un mago de la palabra, un deslumbrante prestidigitador”.
Periodista. Directora de Colcultura y autora de dos libros. Escribe para El País desde 1964 no sólo como columnista, también es colaboradora esporádica con reportajes, crónicas.