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Cuidado con el mago maligno

No hay comparación positiva en el pasado a todos los desmanes de este gobierno. La salud está reventada en su administración, como el trabajo y la paz.

28 de marzo de 2025 Por: Armando Barona Mesa
Armando Barona Mesa.
Armando Barona Mesa. | Foto: El País.

Es notorio que el señor Gustavo Petro necesita siempre, cuando va a decir un discurso que es a toda hora, un lápiz de color amarillo con el que hace movimientos en el aire y adquiere una tranquilidad que le faltaría sin tal objeto. Ese lápiz se lo llevan a todas partes y esa conducta no es propiamente una trivialidad. Tiene un nombre en el campo de la psicología y psiquiatría: ‘Trastorno Obsesivo Compulsivo, TOC’. Y podría agregarse que sin ese lápiz el discurso petrino, cargado de odios seculares y verdades a medias e irrealidades, se malograría.

Hay, por supuesto, muchas cosas que acusan comportamientos irregulares en esta persona que, lamentablemente, es el presidente de la República. Últimamente, se apropia en horas pico de todos los medios televisivos, para que solo lo vean a él por horas, comandando un consejo de ministros. Pero es de recordar que su hermano Juan Fernando ha declarado que los psiquiatras diagnosticaron -cuando era niño-, que Gustavo padecía de Asperger; y que se sentía un genio, dueño siempre de la razón y predestinado a la grandeza.

Ah, y por supuesto no es normal eso de andar en las madrugadas escribiendo cosas para la red X a las 3:00 a.m., como frecuentemente ocurre. Tampoco son normales sus desvaríos, que tal vez, como lo sostiene Benedetti en aquella diatriba a Sarabia, funcionan bajo los efectos de licor y drogas, similar a lo que acontecía con el mismo personaje, hoy ministro de Gobierno.

Sí, todo es un desvarío de locura, como el infame tratamiento insultante que prodiga a quien no esté de acuerdo con él, reviviendo un esclavismo que en Colombia dejó de existir a raíz de la Ley 2ª de 1851, bajo el gobierno de José Hilario López.

Maltrata, indispone, ofende y hace sonar sus cornetas apocalípticas contra la clase media y profesional y contra los industriales que generan empleo, pero que él, Petro, hace sentir como si fueran esclavistas y miembros de una oligarquía que no ha existido. Aquí hubo un presidente de familia muy pobre como Marco Fidel Suárez, otro como Belisario Betancur y lo fueron muchos más que se levantaron con inteligencia y entrega a las bondades republicanas, como Alfonso López Pumarejo, nieto de un sastre. A todos ellos denigra e insulta, con el lápiz amarillo alborotado, rompiendo los equilibrios, profeta él como Mahoma de una guerra santa cuyo objetivo es rendir tributo a su condición de ser superior.

No hay comparación positiva en el pasado a todos los desmanes de este gobierno. La salud está reventada en su administración, como el trabajo y la paz. Pero se lo vio pasear en Panamá en amores non sanctos. Su esposa, de la que parece se ha separado, gastaba a rodos el billete público y se la vio suspirar en un masaje erótico, por un taquito de marihuana. Escándalo tras escándalo, figurándose que él es el privilegiado de los dioses y está incontaminado. Pero son los suyos los que se roban la Ungrd y los que malogran los deseos de paz de los colombianos. La producción de coca crece y aumenta el narcotráfico, que el señor Petro quiere legalizar. ¡¿Hasta dónde, hasta cuándo?!

Las reformas propuestas han sido un desastre; pero empecinado se ha negado a admitirlo, porque para eso es asperger. La gran mayoría de los compatriotas así lo hemos entendido, salvo algunos que han disfrutado de los beneficios y aprovechan que, como en un tango titulado El Cambalache, “hoy... cualquiera es un señor... cualquiera es un ladrón...”.

Por Dios que es hora de despertar y evaluar, más allá del discurso mussoliniano de este illuminati, cuál es la insoportable realidad a que nos ha conducido, cuando cree que el futuro le pertenece y es solo suyo y de su odio. Miremos a Venezuela y a Cuba y luchemos por nuestra fe republicana, sin dejarnos contagiar del odio creado por este mago maligno que anda suelto.

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