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Cuando el amor se vuelve música
“La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido”...
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24 de sept de 2025, 02:29 a. m.
Actualizado el 24 de sept de 2025, 02:29 a. m.
La gran música académica, a lo largo de su historia, ha sido un lenguaje universal maravilloso para expresar las emociones más profundas del alma humana. Entre ellas, el amor y la amistad se destacan como fuentes infinitas de inspiración para compositores que, con sus melodías y armonías, han logrado transmitir sentimientos que trascienden el tiempo y las palabras.
Bien lo decía el célebre director estadounidense Leonard Bernstein (1918-1990): “La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido”.
Un ejemplo representativo son los Madrigales amorosos de Claudio Monteverdi: composiciones vocales polifónicas escritas durante el Renacimiento tardío e inicios del Barroco, en las que se exploran textos poéticos de autores como Petrarca, Torquato Tasso y Giovanni Battista Guarini. Centrados principalmente en el tema del amor en todas sus formas —idealizado, pasional, doloroso, espiritual y también erótico— abordan el deseo amoroso, el sufrimiento por la indiferencia de la persona amada, la muerte simbólica del amor no correspondido, la relación entre amor y dolor, y la idealización de la belleza.
Quien haya escuchado a Frédéric Chopin, llamado el poeta del piano —o, por qué no, el poeta de la música— con sus Nocturnos, habrá sentido la invitación a la intimidad y la ternura. Sus melodías suaves y delicadas parecen susurrar confesiones de amor en la quietud de la noche, como si fueran cartas musicales a la bienamada. Franz Liszt, con su apasionado Sueño de amor, captura la ardiente emoción del enamoramiento.
Johann Sebastian Bach, en su extraordinaria música, expresó el afecto hacia su esposa: una muestra pura del amor cotidiano y próximo en su Pequeño libro, dedicado a Anna Magdalena. En otra dimensión, la espiritual, sus obras religiosas tienen un contenido de elevada belleza: nos ofrecen una visión del amor como fuerza divina y redentora. En la Pasión según San Mateo, como en el aria Erbarme dich, mein Gott (¡Ten piedad de mí, oh Dios!), combina texto y música para expresar una plegaria profunda que conmueve y eleva el espíritu, revelando el amor misericordioso y la fe que sostienen toda la vida humana.
Beethoven compuso varios lieder consagrados al amor que revelan su sensibilidad íntima y romántica. El Ich liebe dich (‘Te amo’), WoO 123, es un poema musical que nos habla de la dulzura y la sinceridad de un amor puro y sencillo. Su bien conocido lied Adelaide, con texto poético de Matthisson, narra la historia de un hombre que, inspirado por la luz de las estrellas, se enamora profundamente de una joven llamada Adelaida, personificando la idealización y el hechizo propio del amor romántico.
Chaikovski, en su ballet El lago de los cisnes, describe un amor puro y eterno que desafía al destino, dramatizando en cada nota la fragilidad y el impulso amoroso del corazón humano.
El cuarto movimiento de la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler nos conmueve y es uno de los ejemplos más sublimes de declaración amorosa en la música: se trata del Adagietto, un regalo de amor a su esposa Alma. Es una de las piezas más famosas y apasionantes de Mahler, una expresión pura y delicada del amor.
Beethoven elevó su mensaje a un amor universal. En su Novena Sinfonía, en el cuarto movimiento con la Oda a la alegría de Friedrich Schiller, expresa un himno a la fraternidad y a la unión entre los pueblos. La extraordinaria frase ‘un beso al mundo entero’ significa su anhelo de un amor que abrace a toda la humanidad sin distinción.
El amor y la amistad es una vivencia única, maravillosa que tiene el ser humano para amar, cuidar, proteger y compartir, para ser compasivo con el otro. La música se convierte en un vehículo poderoso para expresar, inspirar y fortalecer estos sentimientos tan esenciales. Más que simples notas o melodías, estas obras son reflejos del alma humana que trascienden y nos conducen a la fraternidad, la ternura y la esperanza.