Peregrino transparente
Price se va sin saber quién es y cuando Cárdenas intenta saberlo la novela abandona el realismo mágico y se adentra en los terrenos de la metafísica y la poesía hermética.
Vengo de leer dos novelas dedicadas a pintores. La primera - Madame Gauguin - es de la escritora peruana Fietta Jarque; la segunda, del colombiano Juan Cárdenas, se titula Peregrino transparente. Y aunque el tema las une, lo cierto es que no pueden ser más distintas, como lo anticipa la diferencia entre los dos títulos. Sobriamente descriptivo el de Jarque, alegórico hasta la medula el de Cárdenas. El contenido de ambos lo corrobora.
La novela de la peruana está dedicada a Alina María Chazal, la hija de Flora Tristán – intransigente defensora de la unidad de la clase obrera – y madre de Paul Gauguin, el impetuoso pintor que huyó de la civilización y buscó refugio en la remota Tahití. Que sin embargo apenas ocupa lugar en las páginas de El paraíso en la otra esquina, la novela de Mario Vargas Llosa centrada en el pintor y su indomable abuela.
La novela de Fietta es una biografía novelada de Alina, que reconstruye con la meticulosidad de un historiador y la competencia de un buen sicólogo tanto la vida desdichada de esta mujer, como el contexto familiar y social de las dos ciudades que marcaron su existencia: Lima y París.
En la que ocupan lugar destacado las calas en los ambientes culturales de la época, que adquiere especial virtuosismo cuando se ocupa de Gauguin y del entorno de pintores en los que desplegó su talento. Entre ellos obviamente Vincent Van Gogh. La novela de Cárdenas en principio parece centrada en un pintor poco conocido, el acuarelista inglés Henry Price, quien estuvo al servicio de la Comisión Coreográfica encabezada por Agustín Codazzi y promovida por Tomas Cipriano Mosquera con el fin de inventariar los recursos naturales y humanos del país y ofrecerlos a los inversores extranjeros.
En Gorgona, la primera de las tres partes de la novela, la guía para la reconstrucción de las peripecias de Price en la Comisión es Peregrinación del Alba, la olvidada crónica de viajes de Manuel Ancizar, un integrante de la misma. El lector pronto descubre sin embargo que el pintor que realmente interesa es José Rufino Pandiguando, un páez cuyas pinturas salen una y otra vez al encuentro de Price a lo largo del tortuoso itinerario de sus viajes. Price se va sin saber quién es y cuando Cárdenas intenta saberlo la novela abandona el realismo mágico y se adentra en los terrenos de la metafísica y la poesía hermética. Los transitados por el peregrino transparente.