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La iraní Narges Mohammadi, premio Nobel de Paz, inicia huelga de hambre en prisión
Narges Mohammadi lleva 22 años luchando por los derechos humanos en su país.
La premio Nobel de la Paz 2023, la activista iraní Narges Mohammadi, inició una huelga de hambre en prisión para protestar contra la falta de atención médica para los presos y el velo obligatorio para las mujeres.
“Narges Mohammadi informó a su familia que inició una huelga de hambre hace varias horas. Nos preocupa su estado y su salud”, dijeron sus allegados en una declaración conocida este lunes 6 de noviembre.
Mohammadi, de 51 años, se encuentra detenida desde 2021 en la prisión de Evin en Teherán. La activista que defiende los derechos de las mujeres y se opone a la pena de muerte ha sido detenida y condenada en varias ocasiones.
El pasado jueves 2 de noviembre, su familia ya denunció que las autoridades penitenciaras rechazaban trasladar al hospital a la también periodista, cuyo estado de salud es frágil. Sus familiares alertaron que, según un electrocardiograma realizado en prisión, necesitaba una hospitalización urgente. “La república islámica es responsable de todo lo que le pueda ocurrir a nuestra querida Narges”, indica la declaración.
A Mohammadi se le concedió en octubre el Nobel de la Paz “por su lucha contra la opresión de las mujeres en Irán”. El premio se le otorgó tras un movimiento de protesta en Irán por la muerte bajo custodia policial, hace un año, de Mahsa Amini, detenida por supuestamente vulnerar el estricto código de vestimenta que rige en el país para las mujeres.
¿Quién es Mohammadi?
Esta periodista de 51 años, condenada por última vez en enero de 2022 a ocho años de prisión y 70 latigazos, lleva pagando muy caro su posicionamiento público desde hace 22 años, cuando fue detenida por primera vez.
Según Reporteros Sin Fronteras, Mohammadi, encarcelada actualmente en la prisión de Evin en Teherán, es objeto de “un hostigamiento judicial y policial para silenciarla”. Pero su determinación no flaquea pese a las torturas que asegura haber sufrido.
El 16 de septiembre, ella y otras tres prisioneras quemaron sus velos en el patio de la cárcel, conmemorando el aniversario de la muerte de Mahsa Amini, según su cuenta de Instagram, gestionada por su familia.
Amini, una kurda iraní de 22 años, murió tras ser detenida por vulnerar presuntamente el estricto código de vestimenta para las mujeres, desatando un amplio movimiento de protesta en la República Islámica.
Dos meses antes, Mohammadi publicaba en Instagram un texto contra el velo obligatorio: “En este régimen autoritario, la voz de las mujeres está prohibida, el cabello de las mujeres está prohibido. (...) No aceptaré el hiyab obligatorio”.
Tortura y aislamiento
Nacida en 1972 en Zanyán, en el noroeste de Irán, Narges Mohammadi estudió Física antes de volverse ingeniera y se inició paralelamente en el periodismo, trabajando para diarios reformistas.
En los años 2000 se unió al Centro de Defensores de los Derechos Humanos, fundado por la también Premio Nobel de la Paz iraní Shirin Ebadi y del cual es hoy vicepresidenta, luchando entre otras causas por la abolición de la pena de muerte.
“Narges podría haber salido del país pero siempre se negó, (...) se convirtió en la voz de los sin voz. Incluso en prisión, no olvida su deber e informa sobre la situación de los prisioneros”, afirma Reza Moini, activista iraní basado en París que la conoce bien.
En su libro “White Torture” (“Tortura blanca”), Mohammadi denuncia las condiciones de vida de las prisioneras, especialmente en aislamiento, abusos que ella misma afirma haber sufrido.
Entre mayo de 2015 y octubre de 2020, fue encarcelada por haber “formado y dirigido un grupo ilegal”, instando a abolir la pena capital, y fue condenada de nuevo en mayo de 2021 a 80 latigazos y 30 meses de detención por “propaganda contra el sistema” y “rebelión” contra la autoridad penitenciaria.
En noviembre de 2021 fue detenida cerca de Teherán, donde asistía a una ceremonia en memoria de un hombre muerto en 2019 durante una manifestación contra el aumento del precio del combustible.
Sin embargo, “el precio de la lucha no es solamente la tortura y la cárcel, es un corazón que se desgarra con cada privación, un sufrimiento que penetra hasta la médula”, escribió Mohammadi a la AFP en septiembre.
“Hace más de ocho años que no veo a Kiana y Ali, y hace más de un año y medio que no he escuchado siquiera su voz. Es un dolor insoportable e indescriptible”, lamentó. Sus hijos gemelos, de 17 años, y su esposo, Taghi Rahmani, viven en Francia.
“En 24 años de matrimonio, hemos tenido solo cinco o seis de vida común”, indicó Rahmani recientemente a AFP.
Este último se preocupa por la salud de Mohammadi, quien tiene una dolencia cardíaca. Pero “es la persona más decidida que conozco. Nunca se ha rendido, no pueden romperla”, asegura.
Por su parte, Mohammadi admitió no tener “prácticamente ninguna perspectiva de libertad”. No obstante, “el pabellón de mujeres de Evin es uno de los pabellones de presas políticas más activos, resistentes y alegres de Irán”, agregó la activista.
“La prisión siempre ha sido el corazón de la oposición y de la resistencia en Irán, y para mí también encarna la esencia de la vida en toda su belleza”, sentenció la nueva Premio Nobel de la Paz.
*AFP.