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“Después de todo lo que he visto, no puedo ser neutral”: Caleña, voluntaria en Ucrania, habla de esta guerra
La caleña Diana Pantoja explica por qué dejó de ser imparcial en su labor humanitaria y apoya hoy al gobierno ucraniano en su guerra contra Rusia. Duras experiencias.
Por: Samuel Montealegre Toro, del Semillero de Periodismo UAO - El País
A sus 37 años, ha dedicado su vida a asistir en desafíos humanitarios como la crisis de refugiados en Europa o la lucha contra el matrimonio infantil en las comunidades más retiradas en Bangladesh.
Su compromiso se intensificó en 2016 con Siria, donde desde su hogar en Reino Unido, colaboró en documentar violaciones de derechos humanos que involucraban a Estados Unidos y, sobre todo, a Rusia.
Cuando las noticias de la invasión de Rusia a Ucrania llegaron a Diana Pantoja, fue como revivir un doloroso trauma. A las 3:00 a.m., las lágrimas brotaron y no se detuvieron durante ocho largas horas. El peso del trastorno de estrés postraumático y las imágenes inolvidables de Siria regresaron con fuerza. Recordó todo el sufrimiento, las violaciones de derechos humanos, los refugiados, la destrucción y la pérdida que había presenciado. Sin embargo, a las 8:00 p.m., reunió fuerzas y, decidida, creó un grupo de Facebook para empezar a trabajar con otros voluntarios.
Para ella, Rusia repetía un patrón que había visto en Siria: un ciclo de destrucción que solo variaba en la identidad de las víctimas.
Su compromiso radica en la creencia budista de reducir el sufrimiento, una convicción arraigada en su ser. Para Diana, el apoyo a los desplazados es esencial para su recuperación y éxito en una nueva vida, ya que entiende el desplazamiento y la necesidad de apoyar a quienes lo padecen, pues su padre fue desplazado por el paramilitarismo y su madre por el narcotráfico.
“A mí no se me olvida esta persona que le dio ocho mil pesitos a mi mamá cuando ella estaba en su desplazamiento, hizo una diferencia gigantesca, porque a raíz de eso mi mamá consiguió su trabajo”, comenta sobre el apoyo que recibió su madre de un desconocido cuando no tenía suficiente dinero para pagar un peaje a otra ciudad para realizar una entrevista de trabajo.
Mientras estudiaba diseño industrial en la Universidad del Valle en Cali, se involucró en el activismo estudiantil y desempeñó un papel crucial en la recolección de pruebas relacionadas con el asesinato del estudiante universitario Jhonny Silva Araguren. Sin embargo, en 2007, se desilusionó con la situación en Colombia y decidió emigrar a Holanda.
Fundó una empresa que se especializa en la creación de animaciones para el sector humanitario y empresas comerciales. Además, se convirtió en una consultora de negocios y empresas, brindando asesoramiento en áreas como el manejo, la implementación de cambios, la diversidad, la inclusión, y el coaching ejecutivo.
Actualmente, su trabajo le toma cerca de diez horas semanales, y cuenta con un equipo capaz que asume la mayoría de las tareas. Cuando ella tiene que intervenir, les pide espera porque son conscientes de la labor humanitaria que ejerce.
La experiencia de Diana en el mundo del voluntariado comenzó a tomar forma en 2015, cuando visitó Rusia como mochilera y se conmovió al conocer la tragedia de Aylan Kurdi, un niño sirio de 3 años que apareció ahogado en una playa de Turquía mientras intentaba junto a sus padres y hermano llegar a Grecia.
“Siendo yo de Colombia y entendiendo por qué la gente quiere venir a Europa, y viendo cómo estas personas están muriendo en el mar, sentí que debía hacer algo. Yo ya viví Colombia, ya sé cómo es la jugada, sé que si no hago algo, esta tragedia no va a llegar a los oídos de nadie, y nadie va a hacer nada”, asevera.
Decidió ir a Grecia y se involucró en la asistencia a refugiados y recepción de barcos, extendiendo luego su participación a Italia. Al regresar a Suiza, donde residía, organizó un grupo de ayuda y se convirtió en coordinadora de donaciones en un lugar crítico en Serbia.
Estas experiencias le proporcionaron una comprensión profunda de las necesidades y desafíos en el terreno y la impulsaron a trabajar con organizaciones pequeñas y en desarrollo, brindando herramientas para mejorar su eficacia. Además, su empresa se convirtió en fuente de financiación para su labor humanitaria, destacándose por su compromiso con el trabajo social, dado que todos los ingresos de la empresa se reinvierten en proyectos sociales.
Su labor en Ucrania
Cuando la crisis en Ucrania surgió, Diana ya tenía una red de activistas en Europa que habían estado trabajando con la situación en Siria durante años. Ella desempeñó un papel crucial en reactivar esta red nuevamente y coordinar esfuerzos. Fue entonces cuando recibieron una llamada de ayuda, proveniente de la ciudad de Kharkiv, de una organización que asistía a aproximadamente 400 ciegos y sus familias.
En un dramático diálogo, personas le explicaron a Diana que los rusos habían llegado a la ciudad, luego retrocedieron y esperaban. Ella comprendió la gravedad del asunto y les advirtió sobre el bloqueo que se avecinaba. Rusia tenía rodeada gran parte de la ciudad, así que les instó a evacuarala mayor cantidad posible de personas antes de que las vías de comunicación y el acceso a alimentos fueran bloqueados.
“Teníamos gente todo el día pidiéndonos ayuda para comer, para tomar agua. No les llegaba nada. Los doctores mandaban notas de los niños malnutridos. Teníamos muchas organizaciones que intentaban entrar comida, y el ejército ruso y sirio, así como el Grupo Wagner no los dejaban pasar, y luego cuando por fin entramos algo, bombardearon el punto de distribución, era una cosa tan, pero tan traumática”, recuerda.
A pesar de las lágrimas y la angustia, Diana luchó por guiarlos a través de esta crisis. Finalmente, cuando las tropas rusas retrocedieron, su corazón se llenó de esperanza. Fue un momento de quiebre en el que se dio cuenta de que podía ser una voz activa en la lucha por proteger a la gente. Abandonando su neutralidad como humanitaria, se unió al gobierno ucraniano, convencida de que debía hacer todo lo posible para prevenir más muertes.
“En el sistema humanitario, tienes que ser neutral si quieres ayudar. Pero después de todo lo que he visto, no puedo ser neutral”, acepta.
Su compromiso quedó patente cuando lideró la evacuación de 700 personas, incluyendo a los miembros de la organización de ciegos en Kharkiv, una tarea que requirió coordinación con el gobierno ucraniano. En un giro sorprendente, las autoridades gubernamentales le solicitaron drones para apoyar sus esfuerzos humanitarios. A pesar de que nunca había estado involucrada en conflictos armados ni había ayudado a un ejército en su vida, asumió la misión. A través de foros públicos y colaborando con embajadas, solicitó drones públicamente para Ucrania.
Pronto se enteraron de la difícil situación en los orfanatos del país. Decidieron unirse a una red internacional que incluía personas activas en Afganistán e Irak, y que tenía la capacidad de evacuar a niños de los orfanatos. A medida que la situación se volvía más crítica, Diana, con su conocimiento en psicología social y su experiencia en Siria, comprendió la gravedad de la situación: “Yo sabía que se los estaban robando por razones comerciales, pero también para limpieza cultural y social”.
Comenzaron una carrera contra reloj para evacuar a los niños, y con la ayuda de su red, el grupo Aerial Recovery y autoridades ucranianas, lograron evacuar a más de dos mil niños.
Sin embargo, la voluntad de poder ayudar viene acompañada de una serie de peligros. Desde su experiencia en Siria, ha lidiado con infiltración de trolls rusos, tanto físicos como virtuales, que intentan sabotear sus esfuerzos humanitarios.
Los riesgos se extienden a la posibilidad de ser víctima de estafas y accidentes de tránsito, comunes en zonas afectadas por la guerraola constante amenaza de bombardeos.
Sus primeros cuatro meses en la guerra estuvieron marcados por la falta de sueño, llanto constante y una dedicación abrumadora a coordinar y organizar la ayuda humanitaria. Aunque ha aprendido a normalizar su involucramiento en situaciones de conflicto, ha tenido que tomar precauciones debido a las amenazas de personas que la persiguen, luego de hacer una denuncia ante el FBI por robo a organizaciones sin fines de lucro, lo que la ha llevado a trabajar de manera más selectiva y en un entorno más cerrado para resguardar su seguridad.
Diana no busca el reconocimiento ni la fama por su labor humanitaria. Prefiere trabajar en las sombras, donde solo la ven quienes realmente necesitan su ayuda. No le interesan las reuniones sociales ni los contactos superficiales. Solo asiste a los lugares en los que su presencia tiene un propósito claro y contribuye a su causa.
Es por eso que la mayoría de su labor la realiza de manera remota, pero cuando visita algunas de las ciudades ucranianas, experimenta la cotidianidad causada por la guerra, una experiencia que en ciertos aspectos le recuerda a Colombia.
A pesar de la violencia, la vida en ciudades como Cali continuaba su curso, con amenazas esporádicas que no alteraban drásticamente la rutina. Sin embargo, en Ucrania, la diferencia crucial radica en la presencia de sirenas antiaéreas como en el centro de Kiev, que avisan a la población sobre la inminencia de un bombardeo.
Además, las notificaciones de aplicaciones como Air Alert generan alertas de ataques aéreos en el país para que los ciudadanos puedan ponerse a salvo.
Las rutinas se adaptan en consecuencia; se come temprano, se descansa en el búnker, se espera el sonido ominoso de la alarma bien sea a las 11:00 a.m. oalas 3:00 a.m. Durante ese tiempo, están atrapados bajo tierra durante horas, esperando el momento en que la amenaza pase.
El impacto en el sueño y la funcionalidad diaria es masivo, llevando a jornadas laborales interrumpidas y una constante sensación de desorden en la vida cotidiana.
En cuanto a las posibilidades de que la guerra en Ucrania termine, Diana argumenta que la única manera en que esto suceda es si Rusia enfrenta un colapso interno: “La guerra en Ucrania no se va a ganar y no se va a perder. La única manera de que esta guerra termine es cuando Rusia se caiga en pedacitos. Cuando Rusia deje de existir”.
Compromiso social
- En Ucrania, de la mano de Help People, Diana Pantoja coordina evacuaciones desde la línea de guerra y supervisa la distribución de donaciones a quienes más lo necesitan.
- En España, colabora con una red que brinda apoyo a mujeres víctimas de explotación sexual y abuso.
- En el Reino Unido, se involucra en organizaciones que luchan por los derechos de los inquilinos y combaten la pobreza y el hambre.
- En Colombia continúa apoyando iniciativas desde el exterior. Trabajó con una organización que se dedica a apoyar a quienes denuncian casos de falsos positivos, además de respaldar a manifestantes y activistas en medio de las protestas.
- Colabora activamente en la movilización internacional para presionar al gobierno colombiano a implementar políticas de apoyo a los migrantes, especialmente en lo que respecta al tráfico sexual de mujeres.