judicial
Yeny Lara, la comandante de las disidencias asesinada por sus propios compañeros, todo por un tema de celos
La mujer era señalada de ser una de las mujeres de confianza de alias Iván Mordisco. La compañera sentimental de este último ordenó su ejecución.
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27 de oct de 2025, 03:16 p. m.
Actualizado el 28 de oct de 2025, 04:07 p. m.
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Integrantes del área de inteligencia del Ejército salieron a desmentir la versión entregada por los integrantes de las disidencias de las Farc Iván Mordisco al mando de alias Iván Mordisco sobre la muerte de alias Yeny Lara, una de las combatientes de mayor confianza de ese cabecilla.
Por eso, lejos del hecho de perder la vida en un operativo militar, su final habría sido planeado por los mismos disidentes de las Farc, a raíz de situaciones de celos, traición y rivalidades por el poder.

Es que alias Yeny Lara era ampliamente reconocida por relación de confianza con alias Iván Mordisco y por su papel clave en el negocio de la cocaína.
La disidente, según inteligencia militar, fue delegada para coordinar el tráfico internacional de ese narcótico hacia Brasil y mantener la movilidad de armas y droga a través de los ríos Apaporis, Caquetá y Cahuinarí.
Además, su influencia en esa zona del sur del país, su capacidad para mover combatientes y su papel como enlace estratégico al interior de las disidencias de las Farc la convirtieron en una figura molesta para algunos comandantes de ese grupo armado al margen de la ley, especialmente para alias Lorena, compañera sentimental de alias Mordisco.
De ahí que los informes militares apuntan que los celos detonaron la guerra al interior de esa organización guerrillera.
Alias Lorena consideraba a alias Yeny como una verdadera amenaza, de ahí que la valoraba con un profundo resentimiento todo por los obsequios de alto valor que recibía, como joyas de oro, una camioneta de doble tracción y vivienda para su familia en San Vicente del Caguán, y sospechaba de una relación sentimental con alias Iván Mordisco. Además, descubrió que Yeny tenía en su poder propiedades, incluidas una finca de 30 hectáreas y varios locales comerciales, bienes que consideraba suyos por derecho del poder que compartía.

Con alias Mordisco desplazado hacia el occidente de Colombia. Lorena se encontró con la oportunidad de sacarla del camino. Le ordenó a Yeny que se moviera hacia Tres Islas, bajo el supuesto de coordinar operaciones urgentes, y le envió ocho guerrilleros armados como escolta. Era la comitiva que la llevaría hacia su final.
Tras tres días de recorrido en lo profundo de la selva, alias Yeny instaló su hamaca y se preparó para descansar. Los sicarios informaron a Lorena que la víctima ya dormía y que era la oportunidad de ejecutar la orden. Pero la respuesta fue distinta a la esperada: “No la asesinen dormida”, ya que antes quería escucharla, oirla suplicar por su vida.
La despertaron a la fuerza y uno de los disidentes le pasó un teléfono satelital. Del otro lado estaba Lorena. La conversación duró dos minutos, el tiempo suficiente para que Yeny comprendiera que ya no había margen para la lealtad, el perdón, menos para el olvido. Llorando y temblando, rogó por su vida y ofreció dinero, vehículos y propiedades. Eso no sirvió de nada. La amarraron y le dispararon dos veces en la cabeza con un fusil automático, de ahí que su muerte fue inmediata.
Para evitar sospechas, los sicarios le enviaron fotografías del cadáver a la compañera sentimental de alias Mordisco. De inmediato, los mandos de las disidencias difundieron públicamente la versión falsa de un bombardeo, mientras los restos fueron enterrados.
Y es que la víctima era investigada por las autoridades por reclutamiento de menores indígenas y por coordinar ataques contra la Fuerza Pública mediante la activación de artefactos explosivos y homicidios selectivos en los departamentos de Caquetá, Amazonas y Putumayo. Por su conocimiento de las rutas ilegales y su reconocimiento dentro de la estructura armada ilegales, su eliminación constituye un golpe interno que debilita el equilibrio criminal al interior de las disidencias de las Farc.
Por eso, lo ocurrido pone en evidencia que, además de la confrontación con el Estado, las disidencias libran una guerra interna por el control del territorio, los recursos y los privilegios otorgados por el negocio del narcotráfico. En esa lucha, la muerte de Yeny Lara no fue un accidente ni un efecto de la ofensiva militar del actual gobierno de Gustavo Petro, sino un crimen calculado y silencioso de una de sus cabecillas.

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