Educación
Óscar Amaya Montoya, el vallecaucano que fue elegido entre los mejores docentes de Iberoamérica
Hace 21 años, Óscar Amaya Montoya y su esposa vendieron su vivienda y su carro para fundar la Casa de la Ciencia de Buga. Hoy, ese sueño lo llevó a ser reconocido entre los tres mejores docentes de Iberoamérica por la Fundación FIDAL de Ecuador.
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21 de oct de 2025, 12:50 a. m.
Actualizado el 21 de oct de 2025, 12:50 a. m.
Una noche de hace 21 años, el profesor Óscar Amaya Montoya llegó a su casa con una idea que parecía una locura. Le propuso a su esposa, Marta Cecilia Gómez Bermúdez, dejar el trabajo estable que tenían, vender la casa y el carro y con el dinero crear un espacio donde los niños y jóvenes de colegios públicos de Buga, en el Valle del Cauca, pudieran tocar la ciencia con las manos.
Marta, administradora de empresas, lo miró con asombro. Pero lo conocía bien: cuando Óscar se le mete algo en la cabeza, lo convierte en realidad.Y así, con la plata de su hogar y su vehículo familiar, nació la Casa de la Ciencia de Buga, una pequeña institución que hoy inspira a toda Iberoamérica.
Dos décadas después, ese sacrificio acaba de ser reconocido. El profe Amaya fue elegido entre los tres mejores docentes de Iberoamérica en el Premio Iberoamericano de Excelencia Educativa 2025, otorgado por la Fundación para la Integración de América Latina (FIDAL), con sede en Ecuador. En la convocatoria participaron 108 educadores de América Latina, España y Portugal.

Su proyecto, titulado “Potencialización de las capacidades individuales a partir de la práctica científica”, se basa en algo tan simple como poderoso: aprender ciencia haciendo ciencia. En los laboratorios de la Casa de la Ciencia de Buga, los estudiantes experimentan con reacciones químicas, miden la gravedad, observan el cielo con telescopios o descubren cómo una planta convierte la luz en vida.
“Por cada 100 estudiantes en Colombia, apenas entre 3 y 5 han hecho una práctica científica antes de graduarse. Eso es gravísimo. Con nuestras experiencias queremos que los jóvenes entiendan el mundo desde la ciencia y aprendan a pensar de manera lógica y crítica”, dice el profesor.
El reconocimiento fue entregado en Quito durante el evento EduComunidad, en el que FIDAL distingue las mejores prácticas pedagógicas de la región. Amaya recibió una beca para cursar una maestría en Educación de las Ciencias Naturales, un computador y el acceso a plataformas académicas internacionales.

Pero más allá de los premios, su logro resume una vida dedicada a la docencia y a la fe en el conocimiento. En la Casa de la Ciencia, ubicada en una vivienda de 10 metros de ancho por 33 de largo —donde también vive con su esposa—, más de 400 estudiantes de colegios públicos y rurales participan cada año en prácticas de laboratorio gratuitas.
Allí aprenden física, química, biología, astronomía y climatología; descubren vocaciones, pierden el miedo a preguntar, y algunos se convierten en científicos.

“Queríamos equilibrar las oportunidades. Hay jóvenes muy inteligentes en colegios oficiales que no tienen recursos. Con la Casa de la Ciencia les damos una opción para entender el universo y para creer en sí mismos”, dice Amaya, quien también es finalista del concurso Titanes Caracol.
Hoy, mientras recuerda aquella noche en que vendieron su casa para abrir otra mucho más grande —una casa para la ciencia y para los sueños—, el profesor Amaya reafirma su convicción: enseñar a veces es un acto de fe.
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