Colombia
Maurice Armitage confirma su aspiración a la presidencia de Colombia: “A los 80 años, quiero cambiar este berraco país”
El empresario y exalcalde de Cali dice que quiere ser el mandatario de los colombianos “para promover un capitalismo que distribuya utilidades y mejore los ingresos de todos”.

11 de may de 2025, 01:55 a. m.
Actualizado el 11 de may de 2025, 06:54 p. m.
A sus 80 años, el empresario y exalcalde de Cali, Maurice Armitage, camina con la agilidad de alguien de 40. Lo compruebo mientras recorremos su fábrica de acero, Sidoc, en busca del mejor ángulo para las fotos. Esa vitalidad, que no corresponde a su edad, se evidencia también en su tono: un vozarrón que llena su oficina, al punto que no es necesario un micrófono para entrevistarlo.
Como si intuyera que uno se pregunta por esa energía desbordada, Armitage comenta que su mamá vivió hasta los 103 años, así que la genética quizá lo explique todo. Él no aspira a vivir tanto, pero sí llegar a los 90, “bien vividos”, y aprovechar lo que considera la última estación de su vida: ser presidente de Colombia “para ver si en este último intento somos capaces de cambiar este berraco país”, dice, ahora junto a su escritorio, donde hay dos calculadoras.

Atrás suyo, en la pared, está el cuadro que compró en el parque El Peñón, uno de sus favoritos: una canoa con campesinos afro atravesando un río en el Pacífico. Al frente, la pintura de dos botas que hizo un empleado de Sidoc, que habla de la importancia de ponerse en los zapatos del otro.

¿Es cierto que usted va a ser candidato a la presidencia de Colombia?
Todo monaguillo quiere ser Papa. ¿Y por qué quiero ser presidente? Acabo de cumplir 80 años y, en los primeros años de mi vida, no hice sino trabajar para sostener a mi familia a un nivel de vida que es difícil mantener cuando uno no tiene plata ni ingresos, y no es hijo de rico. Pero lo logramos.
Después me dediqué a trabajar por la gente que trabaja conmigo. Hoy contamos con 1.670 empleados en tres organizaciones, y mi preocupación han sido ellos. Creo que hemos logrado algo bueno. Luego, a los 70 años, me lancé como alcalde. Me decían que estaba loco, pero quería trabajar por Cali y traté de hacerlo lo mejor posible.
Y ahora, el otro paso importante es trabajar por el país. Me di cuenta de que, para hacer cambios fundamentales, uno no puede ser solo alcalde: tiene que ser presidente. Si querés transformar a Colombia, tenés que tener el poder absoluto. Y no es el poder político: es el poder de la gente que lo respalde a uno y crea en uno. Estoy trabajando por eso.

¿La venta de sus acciones en la revista Cambio tiene que ver con esa decisión?
Sí. Yo quiero un periodismo libre y sano. Pero si, en un momento dado, mis aspiraciones a la presidencia perjudican a la revista, no me queda más remedio que retirarme.
¿Es cierto que, si no llega a la presidencia, le apostaría a la Alcaldía de Cali con el Pacto Histórico?
No me ha pasado por la cabeza repetir la Alcaldía. Escucho muchos rumores sobre mí, pero ese no lo había oído. Cali necesita tener nueva sangre en la Alcaldía, así que no voy a pelear por la Alcaldía, voy a pelear por la presidencia de la República.
¿Pero usted es cercano a Gustavo Petro? ¿O a sus ideas?
Soy cercano al cambio. Yo no sé si eso se llama Petro. Para mí, se llama Maurice. Quiero un cambio para el país, y en ese cambio me identifico con cosas que dice Petro, pero en absoluto soy petrista. Soy un empresario que se ha dado el lujo de decirle a Petro: “Señor Presidente, usted no puede acabar con el aparato productivo. Tiene que defenderlo, porque la única forma de salir adelante en Colombia es producir riqueza para poderla repartir”.
Lo que tenemos que hacer es un capitalismo distributivo, que no sea solo para los dueños de las empresas. El capitalismo debe generar riqueza para todos los que trabajan, no solo para el dueño. Ese es mi programa de gobierno.

¿Cómo ve a Colombia?
Colombia tiene la capacidad de resurgir de todos los problemas y angustias. Hoy, más que nunca, necesitamos unirnos todos. Y no es unirnos para derrotar a Petro, es unirnos con Petro y con todos los colombianos, en una obligación moral por sacar el país adelante.
¿Qué piensa de Cali y de la Alcaldía de Alejandro Eder?
He decidido no opinar sobre ninguna alcaldía porque fui víctima, en la mía, de ataques desde el día que me posesioné. Por eso el pobre ‘Chontico’ (Roberto Ortiz) se ganó un contradictor tenaz conmigo. No voté por Eder, sino contra el ‘Chontico’, para que no fuera alcalde. Cuando vi que todo el aparato político estaba con él, le dije a Diana Rojas: “Por favor, bájate de esta pretensión y apoyemos a Eder”.
Pero, a lo mejor, no he sido justo con el ‘Chontico’, lo digo públicamente. Creo que ningún ser humano se hace elegir alcalde para hacer una mala alcaldía. Uno quiere hacerlo bien.
Y cuando alguien se refiere mal al alcalde, eso perjudica a la ciudad. Cuando Eder se levanta en la mañana y ve que baja en las encuestas, eso afecta a Cali y al ánimo del alcalde. A los alcaldes hay que rodearlos para que a la ciudad le vaya bien. Podemos ser críticos, pero hay que apoyarlos. Si, además de estar mal, le caemos encima al que manda, peor.

Usted tiene una teoría: redistribuir el ingreso es la forma de mejorar el país. ¿Cómo lo ha hecho en Sidoc y cómo lo expandiría si fuera presidente?
Esa pregunta es mi programa de gobierno. Lo que estoy tratando de venderle a Colombia entera es la experiencia que hemos tenido en Sidoc: una relación sana entre empresario y trabajador. Hay que acabar con el concepto de que quien consigue empleo entra solo a recibir un salario, y el empresario solo a sacarle jugo a ese empleado. Lo hemos superado en Sidoc.
Aquí todos entran emocionados a decir: “¿Cómo logramos que Sidoc gane más?”. Eso sucede porque hay confianza entre empleados y dueños. No nos decimos mentiras. Esa confianza nos ha llevado a pagar salarios razonablemente buenos, y además les damos una parte de las utilidades.
Puedo decir con orgullo que cada empleado recibe dinero de las utilidades. El año pasado, que fue difícil, más de 800 empleados recibieron cada uno $8.500.000 en utilidades, el 14 % de lo que ganamos.
¿Y si es presidente, cómo replicaría este modelo a nivel nacional?
Replicaría este modelo en más empresas y fomentaría que todos los empresarios entiendan que hay que cambiar la relación entre empleador y empleado. En Colombia, la mano de obra se ve como un medio que se puede apretar para ganar más. Yo sería feliz si, al final de mi vida, pudiera transmitirle al país esta regla de oro: distribuir utilidades es un buen negocio. Porque, en la medida en que la gente gana más, gasta más, y las empresas producen más. Si todos están deprimidos, estamos jodidos.

Usted ha sido promotor del perdón, después de los secuestros que vivió. ¿Cree que podemos reconciliarnos como país?
Es una pregunta que deberíamos hacernos los colombianos todos los días. A mí el perdón me hizo alcalde de Cali, sin darme cuenta. Me volví popular porque la gente decía: “A ese berraco lo secuestran dos veces, sale, perdona al secuestrador, ¡y además le paga el abogado para que salga de la cárcel!”.
Eso lo hice hace 20 años, cuando ni pensaba en ser alcalde. Le saqué cosas muy buenas al secuestro, desde lo humano. En el primero estuve nueve semanas con la guerrilla, en el río Atrato, Chocó. Charlaba con ellos, y me decían: “Es que no tenemos otra cosa que hacer”. Al salir, dije algo que todavía me cobran: que la guerrilla debía pedir perdón por sus crímenes, pero que nosotros, como sociedad, también debíamos pedir perdón a los guerrilleros que llevan 50 años en el monte. Algo estamos haciendo mal para tener lo que tenemos.
¿Cómo manejaría a los grupos armados ilegales si es presidente? La ‘Paz Total’ no funcionó.
La ‘Paz Total’ no funcionó por una razón sencilla: no podés ver al Estado débil. Si el Estado es débil, la guerrilla prospera. No se puede permitir eso.

¿Si usted es presidente, tendrá mano dura contra los grupos armados?
Si armar al Estado es mano dura, voy a tener una mano poderosísima. Ojalá pudiéramos dar empleo a otros 200.000 soldados. Que les paguemos bien, pero que nos den seguridad y tranquilidad, y que la gente aprenda a respetar la autoridad. Porque en un país donde no se respeta la autoridad, hay de todo. Y eso lo veo en Villa Rica, Cauca, donde tengo un ingenio. Allá nos roban el tractor, la caña, y no hay a quién acudir. Ahí me digo: “¿Por qué estoy aquí trabajando? Me voy a enloquecer”. Pero no puedo cerrar el ingenio, porque agravaría el problema social. Por eso, hay que fortalecer al Estado para que la autoridad reine. Pero sin abusar de ella ni convertirla en enemiga del pueblo.
Usted viene de una familia sencilla. ¿Cómo fue eso de vender papas fritas y manejar taxi?
Mi papá era un inglés veterano de la Primera Guerra Mundial, contador. Fue empleado toda su vida. Mi mamá, paisa, era una berraca comerciante. Montó un almacén en la carrera quinta, frente al teatro El Cid. Vivíamos en San Fernando. No teníamos plata, pero vivíamos bien. Me eduqué en buenos colegios. No fui a una universidad costosa.
¿Y cómo se convirtió en empresario?
Viendo a mi mamá luchar. Ella hacía ropa, traía mercancía de San Andrés. Nunca tuvimos hambre, pero no éramos ricos. Éramos la típica clase media que finge ser rica. Me casé con una mujer que, aunque no era rica, tenía más plata que nosotros y me ayudó mucho.

Colombia es un país de emprendedores. ¿Qué consejo les da?
Es sencillo: empecé con una fábrica de papas fritas. Luchaba todo el día. Para ganarse mil pesos era durísimo. Una vez me dijo José Otoya Rengifo: “Maurice, en un negocio grande o pequeño, el esfuerzo es el mismo, pero el resultado es distinto. Trate de meterse en negocios grandes”. Ese consejo lo seguí.
¿Y cómo manejar bien la plata?
En Sidoc les digo a los trabajadores: no compren carne si está cara, eso no los hace ricos. Compren arroz, verduras, huevo. No gasten en fiestas innecesarias. El pobre vive compitiendo con el vecino. Todos vivimos del descreste social. Hay que ahorrar, gastar bien y aumentar los ingresos. Por eso mi política es que todos ganemos más, desde el más humilde hasta el más rico. Ese día, saldremos adelante.
Ahora se le ve en una faceta de influencer. ¿Tiene que ver con la campaña?
Soy muy regional. En Barranquilla nadie me conoce. En Bogotá, un poco más. En el Pacífico, algo. Entonces, decidí usar las redes. Hemos sacado videos que han visto más de 1,3 millones de personas. No podría reunirlas en una plaza. Quiero que la gente vea que lo que hicimos en Sidoc puede ser una política pública.

¿Va solo o con algún partido?
Tenemos que acabar esa charla retorica de todos los políticos. Yo le dije a (Jorge Enrique) Robledo hace dos días: durante 19 años le ayudé Sergio Fajardo, es el tipo más preparado para ser presidente, pero me cansé de oír una retórica que no conduce a nada. Uno puede ser profesor de matemáticas, pero con eso no le va a llegar al pueblo. ¿Por qué Petro, que lo acusan de marihuanero, de bandido, de todo, sigue teniendo la popularidad que está teniendo? Porque habla de cambio, de cosas que le llegan a la gente. Nosotros tenemos que llegarle a la gente no con retórica, sino con hechos concretos. Es la única forma de ser presidente de este país. También le dije a Robledo: si me tomo una foto con vos o con Fajardo, son radioactivos. Todos los políticos hoy son radioactivos, así que no me tomo la foto con ninguno.
¿Por qué, a los 80, quiere ser presidente y no descansar?
Porque uno tiene que ser responsable con lo que la vida le ha dado. La vida me ha dado mucho, soy feliz. Pero no hay felicidad más grande que ayudar al otro. Me digo: ¿cómo se me va a acabar la vida sin intentar mejorar el país? Tengo la obligación moral de dedicar lo que me queda de vida a eso.